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Monumento a Las Madres

Julio M. Marante

En Breña Baja, como en otros muchos pueblos, las raíces del pasado hacen sólidas, verdaderas y entrañables todas las cosas, lo que nos permite creer que, una vez superada esta crisis, se abrirán las puertas a un futuro alentador. A finales del siglo XIX y primeros años del XX, la situación tampoco era buena y muchos se vieron en la necesidad de emigrar, incluso en veleros clandestinos, primero a Cuba y luego a Venezuela. Un fenómeno que supuso una profunda alteración emocional para muchas familias. El emigrante, en su huida dejaba atrás mujer e hijos en medio de un doble acoso: el de la ruptura, la separación, la soledad y la nostalgia…, y el de la necesidad de muchas madres de labrarse el futuro, en medio de aquel abandono obligado. ‘Ganó la capacidad creadora de la mujer’. Y este es un momento referencial de nuestra historia que es preciso recordar. A muchas de esas mujeres las faenas cotidianas les absorbían todo el tiempo, hasta el punto de marcar el ritmo de sus vidas: ‘araban’ el campo detrás de una yunta, cuidaban a los animales y recogían las cosechas; mientras que otras conciliaban las tareas domésticas con las actividades artesanas, sobre todo la costura y los bordados que, especialmente en Breña Baja, formaron parte de un aprendizaje necesario. Mujeres que, además, cuidaban y educaban a sus hijos. Mujeres que, al acabar la jornada y llegar la noche, apenas dormían por el desasosiego incurable de ‘las ausencias’.

Por suerte, los emigrantes mejor situados canalizaron sus ahorros hacia la tierra que dejaron y, tras su regreso, cambiaron en parte con su dinero y esfuerzo la fisonomía de nuestros pueblos. Otros regresaron sin dinero, pero se convirtieron en defensores de las tradiciones y fueron próceres de nuestra cultura. Entre ellos, Félix Duarte Pérez, emigrante en Venezuela y Cuba, quién, después de varias idas y venidas, regresó para quedarse en 1932. ‘Al fin llegó, en una tarde gris de invierno / como el hijo pródigo, con hambre, a la casa natal,/ el indiano, que ya no era joven;/ y evocando el sueño de su dicha náufraga/contempló a su madre que hilaba en la rueca,/ los copos de lino con sus manos puras/como rosas blancas’. En sus versos, Félix, siempre tuvo presente la figura de la madre. Y, en relación con ella, nos trajo de Cuba, el regalo más grande que podía ofrecernos: la celebración anual del ‘Día de las Madres’. Así, aquella idea nacida en Estados Unidos, y a la que el presidente Wilson dio carácter oficial, en 1914, de la mano de nuestro poeta cruzó el Atlántico y llegó a nuestra Isla, al proponer esta fiesta, siendo concejal del Ayuntamiento de Breña Baja. El 5 de abril de 1936, el consistorio de este pueblo toma el acuerdo de celebrar ‘El Día de las Madres’, anualmente, el tercer domingo del mes de mayo. Como saben, Breña Baja debe a esta celebración y al informe favorable de la Academia de La Historia el otorgamiento, en 1947, por parte del Ministerio de La Gobernación, del título de ‘Muy Noble y Honorable Villa’. En palabras de Gumersindo Galván de Las Casas, se le concedió dicho título por la “Nobleza demostrada en el vivir social de sus habitantes; y el Honor alcanzado por sus propios méritos y que seguramente sabrá conservar como la más preciada distinción, dejándolo como la mejor herencia para las generaciones venideras”. Por algo será que, desde hace años, las rosas roja y blanca, símbolos de la fiesta de las madres, forman parte del escudo de nuestro Municipio. El otorgamiento del título de MUY NOBLE Y HONORABLE VILLA influye notoriamente para que en 1955, Breña Baja otorgue a Félix Duarte, principal impulsor de este festejo, el título de ‘Hijo Predilecto’.

‘Plasmó Dios, en tu rostro, tal portento / de belleza, de gracia, de ternura,/ que aunque la vida es corta, en ti perdura/ como en el arte humano el sentimiento’. Esta estrofa, que pertenece a un soneto escrito por Félix Duarte para una de aquellas primeras celebraciones, alcanza un especial significado, al reconocer ante la escultura que inauguramos, como la madre ha sido fuente de inspiración para “ese arte humano” de escritores, pintores y escultores nacidos en este pueblo y fuera de él. Antonio Alberto Pérez Ortega, por ejemplo, ni puede ni quiere renunciar a su pasado, ni a su presente, ni tiene necesidad de invocar a ‘la sangre de Breña’ que corre por sus venas, pues le basta y le sobra la manifestación de su arte y la complicidad de sus obras: La Cruz del Milenio, escultura de acero, de seis metros de altura, colocada el año 2001 en la Montaña de la Breña; las placas en bronce de la Biblioteca Municipal y del Centro Social de la Mujer; las ilustraciones para la guía del municipio; o la dirección del proyecto de pintura mural de las marquesinas de Breña Baja, nos identifican con su trabajo. El diseño durante casi treinta años de la ‘Cruz de las Breveritas’ y el asesoramiento, durante el último año, sobre modelado y pintura de cabezudos, le vinculan con las antiguas raíces de nuestra tradición festera. Por eso, hoy nos sentimos orgullosos en nuestra pequeña e ilusionada vanidad, porque Antonio Pérez Ortega, “uno de los nuestros”, es el autor de este monumento a las Madres, en esta plaza, ante el Ayuntamiento y frente a un paisaje que muchos de nosotros llevamos adherido a la piel del alma. Pero sin pretender sumergirnos en el tiempo, pregonamos que existe una palabra tan antigua como el mundo, que nos conecta con el pasado y nos une al futuro. Es la palabra que, por excelencia, tiene el más alto valor simbólico y emocional. La palabra ‘Madre’ seduce en todas las bocas y en todos los idiomas. Es la palabra origen de todas las palabras verdaderas. De nuestras madres y, por nuestras madres, heredamos el sentido de la dignidad. “Ser hijos dignos de nuestros padres y de nuestro pueblo”. Este es un principio del que siempre hemos presumido los habitantes de Breña Baja, los que en el municipio nacimos y aquellos otros, ‘los adoptivos’, que llegaron influidos por sus condiciones de desarrollo y bienestar.

Agradecemos a Antonio Pérez Ortega (Toni), la sensibilidad mostrada en la ejecución de esta obra. La imaginación puesta en los tres bocetos iniciales, con el fin de satisfacer un anhelo colectivo; y la correspondencia del pueblo, eligiendo uno de esos tres proyectos, muestran el carisma de un hombre de probado amor a su tierra, capaz de tener en cuenta la opinión y el sentir de sus gentes. Y, aunque no es el momento de airear con la amplitud debida, el curriculum que le acredita, si diremos que, su Licenciatura en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna, su paso por la Academia di Belle Arti de Roma y su Máster Internacional para la Conservación del Patrimonio Edificado, eran suficientes para avalar el encargo de concebir este nuevo monumento a las Madres. El haber nacido en Breña Baja, por aquello de que “no siempre se es profeta en su tierra”, era un arma de doble filo. Sin embargo, la fragilidad sentimental que nos mueve ante la figura de “la Madre” y la trayectoria del artista, potenciaron la idea de que fuera un breñusco el artífice de nuestro pequeño-gran milagro.

Sé que éste es un acto institucional… Pero no me resisto a expresar en él, mi opinión, forzosamente apasionada, por haber nacido, como nuestro escultor, en la Villa de Breña Baja. En estos tiempos en los que no resulta fácil conocer los pensamientos de aquellos que tienen el deber de guiarnos y que ante los problemas que tenemos planteados no siempre clarifican actitudes y acciones, uno se descubre ante la franqueza del artista, ante la fuerza moral del creador y junto a la sinceridad expresada en su obra… Una sinceridad que, en el caso que nos ocupa, va más allá de las pretensiones esteticistas, al reflejar el amor profundo que se siente por la tierra y por las tradiciones que ésta guarda: “La Madre” es un símbolo para los hijos de Breña Baja, y ver su alegoría, casi a la entrada del Ayuntamiento, un acierto. No estaría de más que, en el ámbito de nuestra vida ciudadana, alcaldes, concejales y vecinos, sin importar la opción política a la que pertenezcan, la observen, aunque sea de reojo, antes de entrar al Consistorio. Y Piensen, por un momento, en que ella podría devolverles la mirada… Porque la mirada de una Madre siempre anima, espolea y fortalece los deberes; impulsa a estar continuamente dispuestos a cumplir los compromisos y hacer posible la mejor convivencia entre los vecinos. La única manera de ver realizadas nuestras aspiraciones.

Sí, amigos… Camino del Pleno de la Corporación, puede ser reconfortante comprobar cómo la Madre no nos dice nada nuevo, nada diferente a lo que diría una buena Madre: ‘¡Qué trabajemos con ilusión para que las raíces de nuestro pueblo sean cada día más profundas y, como consecuencia, los frutos del futuro más sabrosos!’. Claro que la mirada de la Madre, podría obligarnos a dejar fuera, en la Plaza, la rabia que destruye; claro que la mirada de una Madre podría frenar nuestras intolerancias, nuestras disputas y esos comportamientos, impropios de un salón de sesiones que nos avergüenzan, para dar paso a la comprensión y a los acuerdos. Porque nadie como una Madre, nos ayuda a tener mejor conciencia de lo que somos y de lo que queremos. Nadie como ella, nos enseña a ser cordiales; a crear atmósferas de confianza en lugar de reductos de hostilidad, y a manifestarnos sinceramente amigos. ¡Qué bueno sería, antes de entrar al Ayuntamiento, encontrarnos con una mirada sugerente que nos llene de inteligentes propósitos encaminados a analizar con seriedad y rigor los asuntos de cada día! La mirada de una Madre como aquella que velaba nuestros sueños infantiles… Una Madre, que evite que hoy aniden, en nuestra alma, los fantasmas que nos separan en vez de las causas que nos debieran unir. Queridos vecinos… Creo que el monumento a la Madre está en un buen sitio.

(Discurso pronunciado por Julio M. Marante, cronista oficial de Breña Baja, este domingo, 11 de enero, en la inauguración del Monumento a Las Madres)

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