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Partitura para un pianista

Julio M. Marante

Me dicen que este sábado, 21 de junio, Día Europeo de la Música, tendrá lugar el acto de entrega del premio ‘Domingo González Ferrera’ al pianista Fernando Felipe Martel. La distinción instituida por la Asociación Cultural Tagoror 2 de Julio, sirve para honrar a uno de nuestros talentos musicales, un virtuoso del piano “comprometido –según señala la argumentación del jurado– con el devenir cultural de la Isla, y dispuesto siempre a participar en proyectos musicales de toda índole”. La entrega del galardón se enmarca dentro del espectáculo ‘Goyescas’, programado para las 22.00 horas en la plaza de España de Los Llanos de Aridane.

Emulando al filósofo Francisco Mora, les diría que el placer y la felicidad son la historia de un desencuentro. Mucha gente identifica placer y felicidad como si de una sola cosa se tratara, sin darse cuenta de que son vivencias diferentes y que una comienza cuando termina la otra. Fernando Felipe Martel refleja en sus ojos toda la emoción que resume una partitura. La música forma parte de su mundo interior y sus manos, “que navegan por un mar de teclas blancas o de negras sostenidas”, aparecen ante el piano como un libro abierto; su cuerpo todo es expresión de su alma en cada nota, mientras los arpegios sollozan, ríen de alegría o gozan, en un éxtasis tierno, mágico y sublime. Así, se manifiesta el placer de Fernando. Luego, la felicidad llega con el aplauso. El reconocimiento de aquellos que escuchan y descubren con una ovación irreprimible su admiración por el artista.

Miguel de Unamuno decía que no le pidieran ser objetivo, pues él no era un objeto sino un sujeto y, por tanto, sólo podía ser subjetivo. A mí me ocurre como al célebre pensador, soy y quiero ser subjetivo y parcial, porque la satisfacción que me produce haber trabajado “codo con codo” con Fernando Felipe Martel, me inhabilitan para ser objetivo e imparcial, pero la sinceridad hace que, prescindiendo de adjetivos huecos, hoy me congratule por el premio otorgado al amigo y colaborador, al tiempo que muestro mi complacencia porque en esta sociedad nuestra, en tantos aspectos adormecida, surja una señal inequívoca de que todavía existen personas y asociaciones que reconocen y valoran el trabajo y la excelencia de artistas como Fernando Felipe Martel, con carisma y gran sentido musical pero “sin poses” de virtuoso, aunque algunos lo consideren como tal.

La increíble pasión de Fernando por el piano forma parte de una trayectoria vital que empezó siendo niño y continuó a la sombra de grandes profesores en el Conservatorio Superior de Música de Santa Cruz de Tenerife. No obstante, su realidad musical ha cristalizado gracias al propio esfuerzo. Perfeccionar el arte de la ejecución pianística con la velocidad, precisión, agilidad y fuerza en los dedos y muñecas de las manos, sólo se logra con la práctica diaria del artista, un ejercicio habitual para alcanzar la técnica y la sensibilidad que hoy le permiten manejar los tiempos musicales con sutileza, ofrecer recitales, y poder presumir de haber acompañado a figuras de fama en el mundo del canto, como Paola Antonucci, Lucia Mazzaria, Carlo Morini, Marina Fratarcangelli, Laura Brioli, Andrea Silvestrelli o el prestigioso Paolo Gavanelli.

Si la pretensión de la Asociación Cultural ‘Tagoror 2 de Julio’ era y es “reconocer con el Premio Domingo González Ferrera, el compromiso de músicos, compositores, agrupaciones musicales y otros que, a juicio del jurado, merezcan ser distinguidos por su contribución en el fomento, difusión, creación y educación musical, siguiendo la estela del ”Maestro Ferrera“, no les quepa duda, el propósito se cumple al honrar con este premio a Fernando Felipe Martel, porque en él confluyen su actividad musical como pianista en la que manifiesta su capacidad interpretativa, a través de sus cualidades técnicas y expresivas, con la calidad humana y la humildad, donde se reflejan el sacrificio, la abnegación y la entrega. En resumen, que aunque Fernando me diga que ”su mejor premio es el aplauso de la gente“, éste que le otorga la Asociación Cultural ‘Tagoror 2 de Julio’, seguro que le satisface, pues se lo dan por ”tocar el piano“, algo que él hubiera hecho de todas formas.

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