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Petroglifos benahoaritas (II): Jean Clottes en La Palma

Felipe Jorge Pais Pais

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Jean Clottes es uno de los máximos expertos en el conocimiento de las pinturas rupestres del Paleolítico Superior de la denominada Escuela Franco-Cantábrica. Su prestigio e investigaciones le han llevado a desempeñar el cargo de arqueólogo-asesor dentro del Ministerio de Cultura francés. Aprovechando su visita a la Cueva Pintada de Gáldar (Gran Canaria) conseguimos traerlo a La Palma, lo cual no fue excesivamente complicado, dado su interés personal por conocer in situ los petroglifos benahoaritas, que conocía a través de algunas publicaciones. Jean Clottes es, desde nuestro punto de vista, y sin ningún género de dudas, el arqueólogo más importante que ha pisado, y probablemente pisará nunca, suelo palmero.

Durante tres días de mayo de 2009 tuvimos el privilegio de acompañarlo, junto a la Dra. en Arqueología Carmen Gloria Rodríguez Santana (conservadora del Parque Arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar), a algunos de los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de la isla: La Zarza-La Zarcita, El Calvario de Santo Domingo, El Cercado y El Corchete en Garafía; La Fajana y El Verde en El Paso; Belmaco en Villa de Mazo y Roque Teneguía en Fuencaliente.

Jean Clottes es el máximo representante de una teoría que intenta explicar el significado de los grabados rupestres prehistóricos a través de rituales y prácticas chamanísticas, y que puede ser perfectamente válida para entender algunas de las estaciones de grabados rupestres benahoaritas (CLOTTES, Jean y LEWIS-WILLIAMS, David: Los chamanes de la Prehistoria, (Barcelona), 2007). Su campo de investigación, además, no se ha quedado anclado en el pasado, puesto que también es un especialista en pueblos primitivos actuales repartidos por todo el mundo que aún siguen realizando grabados y pinturas rupestres, conviviendo con ellos durante largas temporadas como, por ejemplo, entre esquimales, tuaregs, bosquimanos, indios amazónicos, etc.

Esta noche, mientras escribo estas líneas, hace un calor espantoso, ¡y eso que estamos a comienzos de mayo! (*Acabo de leer en la prensa que mayo de 2015 ha sido el más caluroso de los últimos 50 años en Canarias). El agobio es tal que, seguramente, nos está afectando a las neuronas, aflorando la vena inconformista y crítica que, de vez en cuando, nos hace echar pestes de todo y todos. Por ello, espero que sean comprensivos y condescendientes con las diatribas que seguirán a continuación. Y todo esto viene a cuento debido a que, a pesar del renombre mundial de Jean Clottes, su visita a La Palma pasó prácticamente inadvertida. La mayoría de los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones que no vamos a citar para que no se mosqueen los demás, mostraron un escaso o nulo interés por entrevistar y recoger las opiniones de un personaje tan fascinante y de una talla intelectual insuperable.

Lo cierto es que su charla magistral, en el Museo Arqueológico Benahoarita, la pudieron disfrutar poco más de 40 palmeros-as para quienes no existieron ninguno de los imponderables-excusas que se suelen argüir para explicar ausencias inexplicables. Algunos estarán pensando que no se dio la suficiente publicidad, ¡lo cual no es cierto! (en el Cabildo se mandan mensajes personalizados a cientos de personas supuestamente interesados en asistir a este tipo de actos culturales); tal vez fuese que durante esos cinco días de estancia en Benahoare hubo tal cantidad de eventos que fue necesario hacer una selección o, quizás, sería que hubo un temporal tan virulento que era una temeridad salir a la calle. Aunque, lo cierto es que Jean Clottes no tuvo ningún problema para entrar y salir de la isla cuando quiso y pudimos visitar todos los yacimientos sin ningún tipo de problemas. Hubo quienes se excusaron porque pensaban que la charla sería en francés, cuando sabían que su castellano era perfecto. En fin, ¡ellos se lo perdieron!.

El calor ha comenzado a remitir un poquito y se nos empieza a pasar el cabreo ¡y eso que han pasado seis años desde entonces!. Obviamente, no somos nadie para criticar lo que deben o no deben hacer los medios de comunicación o ustedes y, en honor a la verdad, hemos de resaltar que la ausencia de la clase política palmera fue, si cabe, mucho más escandalosa. No asistió ni un solo representante de las diferentes instituciones, ni siquiera del propio organizador del acto cultural (Cabildo de La Palma), para presentarlo. ¡Así nos luce el pelo!. (*No recordamos bien la causa aunque, es muy posible, que esas ausencias expliquen, un poquito, la cara de mala leche que tenemos en la foto de debajo).

Jean Clottes es una persona amable, observadora, tranquila y muy sencilla que, en ningún momento, quiso imponer sus conocimientos y sus teorías. Como buen científico jamás planteó verdades irrefutables, entre otras razones porque era la primera vez que se acercaba, físicamente, a los petroglifos benahoaritas. Durante el tiempo que disfrutamos de su sapiencia y sabiduría si pudimos comprobar que, en esta ocasión, tal y como dice el dicho popular, las personas más inteligentes son, igualmente, las más modestas y las menos arrogantes. Esos tres días siempre permanecerán en la memoria como de los más enriquecedores de nuestra vida, tanto emocional, como científicamente. A pesar de su amplia experiencia y vasto conocimiento sobre pinturas y grabados rupestres no quiso imponer sus teorías, limitándose a aportarnos distintas posibilidades que existen en distintos ámbitos geográficos y culturales del mundo. Sus impresiones, pausadas, aunque cargadas de sensatez y poderío, causaron profunda huella en nuestro espíritu.

La visita estrella fue a las estaciones de grabados rupestres de La Zarza-La Zarcita. Allí permanecimos toda una mañana, recorriéndolas tranquilamente, sin prisas ni agobios, intentando empaparnos de los mensajes y sensaciones que emanan de este lugar único y encantado. Le interrogamos y preguntamos una serie de dudas que llevan atosigándonos desde los primeros grabados rupestres que descubrimos, allá por 1986 en el Valle de Los Hombres (Pico Bejenao. El Paso). Sus respuestas, al menos para nosotros, no nos decepcionaron y, en el fondo, hemos de confesar que las esperábamos en ese sentido. En ningún momento planteó certezas y verdades incuestionables, entre otras cosas porque no las hay y, como no podía ser de otra forma, manifestando un máximo respeto a los investigadores que llevan devanándose los sesos durante mucho tiempo para encontrar una explicación coherente y satisfactoria. En realidad, sus dudas nos alentaron, porque son los mismos interrogantes que, a día de hoy, siguen atormentándonos. El pensamiento único estuvo desterrado de todas sus aportaciones, lo cual le honra.

¡Qué diferencia con teorías pseudocientíficas que pretenden haber encontrado una respuesta única y definitiva sobre el significado de los grabados rupestres, menospreciando sin el más mínimo pudor la callada y constante labor de científicos e investigadores que se han dejado buena parte de su vida en el intento de aportar su granito de arena al conocimiento de unas manifestaciones rupestres que, aunque importante y relevantes para Benahoare, sólo constituyen una página de la prehistoria que, desde luego, no es la más importante del libro de su vida en una isla tan pródiga y, a la vez, tan salvaje y diferente a las demás del Archipiélago Canario!.

Mentiríamos si les dijéramos que, en el fondo, esperábamos que Jean Clottes nos resolviese el problema del significado, es decir, el por y para qué fueron hechos los petroglifos benahoaritas. Sus respuestas fueron muy significativas en al menos tres cuestiones: 1) Según Jean Clottes, los grandes grupos de espirales y círculos semicírculos concéntricos de La Zarza revelan una técnica y una temática muy similares que dan pie a pensar que fueron realizados en un corto espacio de tiempo, como mucho una generación; 2) A la pregunta de por qué los petroglifos aparecen en soportes y emplazamientos tan diferenciados y, muchas veces, despreciando paneles aledaños con mejores condiciones para ser grabados, nos indicó que los chamanes-autores de las inscripciones le pedían permiso a los dioses para ejecutarlos en uno u otro lugar y la ubicación finalmente escogida, en muchas ocasiones, no coincidía con nuestras percepciones actuales sobre la idoneidad o no de un determinado soporte y 3) los grabados era la forma en la que los humanos establecían contacto con sus dioses a través de sus creencias mágico-religiosas y, por ello, no tienen por qué significar una sola cosa, sino que pueden estar relacionados con diferentes motivaciones: acción de gracias, rituales propiciatorios, contactos con otras dimensiones, etc, que, además, podrían experimentar alteraciones con el discurrir del tiempo.

El tema es tan complejo, y a la vez tan fascinante, que nos parece increíble que se pueda circunscribir todo su sentido a un único fin. Esas hipótesis dogmáticas sólo son posibles cuando se seleccionan determinados elementos que interesan y se desechan los que discrepan para darle contenido a ideas preconcebidas de antemano que, en el fondo, sólo persiguen conseguir réditos económicos e intelectuales, aún a sabiendas de que se está tergiversando nuestro pasado.

Llevamos desde 1985 descubriendo, y estudiando, grabados rupestres, incluso en zonas que supuestamente ya estaban prospectadas y que hemos visitado infinidad de ocasiones. Y, aún así, siguen apareciendo nuevos petroglifos en los lugares más insospechados como, por ejemplo, una pequeña espiral junto a la boca de la Cueva de Lucía (Barranco Hondo. Villa de Mato), el 20 de mayo de 2015, a escasos metros de los petroglifos de Tigalate Hondo que son Bien de Interés Cultural desde 1985 (20-V-2015). Siete días después localizamos otro grabado junto a La Montañita (La Rosa. El Paso) en unos parajes de gran riqueza arqueológica y junto al cual habíamos pasado innumerables veces. Pero, a pesar de haber descubierto cientos de estaciones de petroglifos, reconocemos nuestra incapacidad para aventurar un posible, y único, significado. Y es que, lo hemos repetido en numerosas ocasiones: “Cuantos más grabados rupestres descubrimos menos los entendemos”. ¡Qué suerte tienen algunos de tenerlo tan claro!.

Todavía hoy, cada nuevo hallazgo suscita muchas más dudas que certezas aunque siempre, siempre, nos viene a la mente la misma y obsesiva pregunta: por y para qué se hicieron precisamente en ese lugar. Desde nuestro punto de vista es muy arriesgado, cuando no tremendamente temerario, introducirnos en la mentalidad de un pueblo con una cultura que fue totalmente arrasada y silenciada hace más de 500 años que, por otro lado, tenía una forma de vida y unas creencias mágico religiosas radicalmente distintas a las que conocemos y que, a buen seguro, no permanecieron inmutables a lo largo de los 1.700 años en los que los antiguos palmeros reinaron en Benahoare. A veces, nos empeñamos en buscar soluciones enrevesadas y fantasiosas para algo que, a lo mejor, tiene una respuesta tan sencilla y evidente que ni siquiera nos atrevemos a plantearla. Aunque, eso sí, por muchas obras de arte que sean, el fin último no era otro que establecer un contacto con sus dioses para conseguir su favor a través de una serie de dones que le eran absolutamente vitales en su quehacer cotidiano. Y esas respuestas, aunque algunos se empeñen, no se encontraban en el espacio y las estrellas, sino en el suelo que pisaban y sobre el que vivían, sufrían y morían.

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