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El Tablado ¿Espacio protegido?

Elsa López

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¿El Tablado lugar protegido? ¿De quién y para qué? Nadie se ocupa del pago. Nadie va a visitarlo y a solucionar los problemas que tienen sus vecinos. Desde hace meses la pared del camino que conduce a la plaza está preñada por culpa de la lluvia y el paso del tiempo. A punto de caer y aplastar un coche, a un viajero con mochila de esos que cada día abundan más por esos pagos. ¿Protegido? ¿Y esos caminos llenos de hierbas, matos y piedras que impiden el paso de quienes se aventuran a visitarnos? ¿Protegido? ¿Y esas casas de tablas que deberían ser restauradas y convertidas en verdaderos monumentos arquitectónicos, llenas de enredaderas, maderas dislocadas, arrancadas las vigas, desprendidas las traseras y levantadas del suelo los trozos de piedra viva?

El Tablado tiene problemas de infraestructura: carreteras en mal estado algunas casi intransitables; desprendimientos de muchas de las paredes que dan paso a canteros abandonados y a las mismas carreteras; caminos reales por los que resulta imposible moverse. Y a éstos, que son evidentes, habría que añadirles otras muchas más particularidades que los que llevan años viajando por aquellos pagos pueden determinar mejor que yo y que no están a la vista, pero componen una larga lista de resquemores. Ellos callan, no se quejan, sólo murmuran con cierto temor a las represalias de algún cacique real o imaginario que los amenaza y ofende; miedo a las autoridades que aparecen cada cierto tiempo, pero no respetan desde hace siglos y que piensan que solo están ahí para mamar el dinero que llega (si es que llega) al norte de la isla,

El Tablado fue un lugar hermoso lleno de posibilidades y todavía hoy al llegar a él los visitantes quedan admirados de su belleza, aunque sea una belleza muerta en la que sólo quedan los fantasmas del pasado, los restos de lo que fueron aquellos canteros llenos de plataneras y de vida. Ya no oímos el repiquetear del ganado al bajar del monte a los pajeros; ya no escuchamos las risas de los niños al salir de la escuela ni el golpeteo de la carpintería ni el sonido incesante de la música saliendo de las puertas y ventanas de las casas. Los que quedan esperan el milagro que no llega, la esperanza de que vengan a protegerlos de verdad construyendo, restaurando, sembrando y ayudando a que alguna vez el pago vuelva a ser lo que fue. Y si alguna vez acude a la comarca el presidente del gobierno o algún representante del mismo, lo llevan a ver lo que funciona, lo que aparenta existir, nunca a contemplar los errores, los derrumbamientos, la tristeza, las pérdidas. Nunca al Tablado a ver cómo se muere un lugar a fuerza de protección mal entendida.

Hablo de El Tablado porque es el pago que mejor conozco y me nace intentar salvarlo de su derrumbamiento una vez más por razones de afecto a muchos de sus habitantes o por razones egoístas al querer morir allí algún día contemplando el mar y el largo horizonte, las casas y sus gentes que tanto significaron para mí y aún significan en la memoria y la presencia de sus hijos. No quiero sentir la derrota, el cansancio del abandono, la tristeza del olvido. Quiero para ellos lo mismo que deseo para mis hijos y para la gente que amo y respeto. Y no me cabe en la cabeza la desidia de los gobernantes, la indiferencia del gobierno y la cerrazón de muchos de sus habitantes que han dejado de luchar por lo que les corresponde y tienen derecho. 

Elsa López. Febrero 2019

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