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A la cola

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Demoledor. Así podríamos calificar el último informe del Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos (PIACC) de la OCDE que, unido al último informe PISA desnuda las vergüenzas de la educación en España.

Y es que sólo basta con desgranar los datos para sonrojarnos de nuestra propia incapacidad: A la cola. Simplemente, el último vagón de los países desarrollados en comprensión lectora, matemática o científica.

He oído mucho en estos días que es normal el resultado en ciertos márgenes de edad, ya que nuestros mayores proceden de un sistema educativo en una dictadura, desigual y sectario, pero no es menos cierto que aquellas generaciones que se han formado en educación obligatoria en democracia, no dan la talla en cuestiones básicas, es más, desde la entrada en vigor de la LOGSE, la mejora competencial se ha estancado. Todo ello es una clara muestra del fracaso estrepitoso de las dos leyes educativas que han entrado en vigor en las últimas cuatro décadas. Ambas leyes, por cierto, de gobiernos socialistas.

Y es que los adultos (entre 16 y 65 años) de este país no sean capaces de comprender un texto o razonar cuestiones matemáticas sencillas, los hace vulnerables ante un mercado de trabajo que cada día es más exigente y competitivo

Pero el fracaso educativo en España va más allá de las responsabilidades políticas. Hay que tener en cuenta que, según el último informe PISA publicado en 2010 (aunque referido a 2009), la situación educativa en España era alarmante. No se entiende que, en un país que está por encima de la media en gasto por alumno (8º lugar de la OCDE en primaria y secundaria), donde tenemos un ratio alumno por profesor inferior a la media o tenemos profesores de los mejores pagados de la UE, los resultados en competencia lectora, matemática o científica sean tan pobres.

¿Dónde está el problema? Últimamente, con la nueva reforma educativa del gobierno, se ha abanderado lemas con que en la educación debe primar la igualdad, el acceso universal, etc. Pero, afortunadamente, todo eso ya lo tenemos desde hace muchos años (mejorable, sin duda, pero ya lo tenemos) ¿qué le falta a la educación en España? Es simple: Exigencia. Gastamos ingentes cantidades de dinero (cabe recordar que desde el año 2000, el gasto público en educación ha aumentado un 48.5%) en un sistema que no es eficaz y que, sobre todo, no cumple con su principal cometido que es formar personas con unos contenidos mínimos de comprensión lectora y matemática.

Y es en la exigencia donde encontraremos el camino hacia una mejor educación en España. Pero no sólo ser exigente con el alumno. No sólo no debemos inculcar o permitir al alumno avanzar de curso con la ley del mínimo esfuerzo. Tenemos que ser exigentes también con los profesores. Es vital tener buenos profesores para tener buenos alumnos. Deberíamos seguir el ejemplo de Finlandia (que suele estar a la cabeza de estos informes) donde los mejores profesores están desde primaria. Si nuestro mejor patrimonio son los niños, debemos dejarlos en las mejores manos. Así que formar a nuestros docentes y exigirles la mejor cualificación y calificación posible debe ser un punto de inicio. En segundo lugar, los centros deben especializarse en función de las necesidades y capacidades del alumno. Para ello, los centros deben tener una mayor autonomía en elección de personal (en España, esta autonomía es del 4% frente al 31% de media en la UE). En último lugar, debemos implicar mucho más a las familias. Otro nivel de exigencia debe ser el de casa. No hacer de la educación sólo un deber, sino toda una cultura familiar. Inculcar los valores del esfuerzo y la constancia para conseguir nuestras metas nos ayudará a tener jóvenes más y mejor preparados para afrontar estudios superiores o acceder al exigente mercado de trabajo.

Esto podría ser un buen punto de partida para un problema que se ha enquistado en nuestra sociedad, en el que no existen fórmulas mágicas ni soluciones a corto plazo. La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) ha marcado unas pautas interesantes en este sentido, avalada por la OCDE y que nos esquipara a otros países de la organización, homogeneizando el sistema, haciéndolo garantista, fomentando el bilingüismo o el trilingüismo, donde los principales “electores” de la educación de nuestros hijos y jóvenes sean los padres.

Pero en definitiva, podemos seguir echándonos las culpas entre unos colectivos y otros. Que si los padres no se preocupan, que si los profesores no cumplen, que si las administraciones no hacen lo que tienen que hacer, pero todos tenemos nuestra propia responsabilidad. Tenemos que empezar por mirarnos nosotros mismos porque estamos fracasando como sociedad y es que la educación empieza en casa.

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