Elecciones estivales, qué bien
En plena polémica por las elecciones estivales que se aproximan he querido echar una mano para compatibilizar dos sagrados territorios democráticos, el deber electoral y el derecho de los ciudadanos a irse de vacaciones, claro, el que las tenga y el que se las pueda pagar y a tal fin propongo que las urnas en lugar de estar en los colegios electorales tan consuetudinarios estén en centros vacacionales, en hoteles de playa o montaña, en trenes, en aviones, en las discotecas de Ibiza, en cruceros, en góndolas venecianas, si se requiere, en grandes museos, en la Sagrada Familia o el Bernabéu, etc. Esto contribuiría no sólo a facilitar el voto sino también a relajar el ambiente de crispación creciente en nuestra política ya que no es fácil cabrearse en toalla, bañador y chanclas ni en el ambiente distendido de lugares de ocio y esparcimiento. No he recibido hasta ahora respuesta de la Junta Electoral de lo cual deduzco que de eso nada, que sigo siendo un incomprendido de amplio espectro y que este país sigue siendo un país en el que todos damos consejos y nadie jamás ha seguido un consejo sobre todo desde que el Marqués de Santa Cruz le dijo a Felipe II que no era el momento de enviar la Armada Invencible a invadir Inglaterra. En fin, es lo que hay.
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