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Impedir la entrada de plagas es más económico que controlarlas o erradicarlas

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El técnico en inspección fitosanitaria que ocupaba su plaza en La Palma se jubiló en el año 2009. Desde entonces ésta está vacante y solo se cubre una vez a la semana con personal que se desplaza desde Tenerife, ¡como si las plagas solo viajaran los días que viene el inspector! El despropósito ha sido tal que incluso se ha conseguido algo inusual, unir a todos los partidos políticos e instituciones insulares para realizar declaraciones corporativas con el fin de conseguir el respaldo de la Cámara Regional y solicitar al Gobierno Central que solvente el problema.

Lo cierto es que esta fórmula de inspección resulta, a todas luces, insuficiente; abre una brecha en el control de plagas y, por tanto, pone en peligro al sector agrícola palmero al mismo tiempo que supone una amenaza para la rica biodiversidad de La Palma y, por extensión, del archipiélago. La realidad es que hoy en día “solo” existen dos puntos de entrada en la Isla -el puerto de Santa Cruz de La Palma y el aeropuerto de Villa de Mazo- a través de los cuales pueden llegar las plagas con las personas y las mercancías. Cuando una especie exótica se introduce en nuestro territorio no nos ha de resultar indiferente. Es de suma importancia los primeros momentos de la invasión donde no se puede dudar en tomar medidas inmediatas para su control ni cometer torpezas de ningún tipo que permitan su establecimiento. Es sabido que para cualquier factor de riesgo la primera medida es la prevención. Si se consiente que una especie exótica se propague, luego solo habrá lamentos ya que el control de sus poblaciones acarreará una sangría económica que nos afectará a todos.

En los últimos quince años se han introducido en La Palma más de sesenta especies de invertebrados de marcado carácter antrópico. Este hecho ha supuesto un coste de muchos cientos de miles de euros al año para nuestros bolsillos. La entrada de especies es continua; así, por ejemplo, el picudo del plátano fue citado para La Palma por primera vez en 1984, sin embargo, al no tomarse en serio los avisos de su presencia y no actuar a tiempo, a día de hoy, es una plaga cuyo control supone un coste aproximado de 1.600 euros/ Ha/año, equivalente a 5.000.000 de euros anuales.

Otro ejemplo reciente es el de la varroa (un ácaro parásito de la abeja) cuyo control cuesta unos 20 euros/colmena/año. Si partimos de la base que existen unas 3.000 colmenas en la isla, el gasto añadido para los apicultores será de unos 60.000 euros anuales. Aparte de la consiguiente pérdida de imagen y calidad de nuestra miel, también hay que considerar el posible coste medioambiental que puede representar para las especies silvestres de himenópteros y nuestra naturaleza en su conjunto. La varroa, junto con la inédita llegada de la avispa lobo, en clara expansión por nuestros campos, están diezmando las poblaciones de abejas, con todo lo que eso implica para la polinización y fertilización de la flora silvestre y de nuestros cultivos.

Otro ejemplo sangrante es la aparición de la polilla guatemalteca, en 2005, que en pocos meses se extendió por todo el territorio convirtiéndose en una plaga cuyo coste económico es superior a los 23.000 euros anuales.

Esta sangría continúa con especies como el ácaro de cristal, el minador de la pipa del aguacate, los minadores de los cítricos, la polilla del tomate, etc., que están llevando a nuestra agricultura -mientras destrozan nuestras ilusiones y economía- a una situación insostenible. ¿Se va a permitir que esto continúe sin control de ningún tipo?

El último caso notable ha sido la llegada a La Palma de la tijereta Forficula auricularia. Los primeros datos de su llegada son de octubre de 2011, cuando un contenedor proveniente de Ávila y lleno de uva a granel, venía contaminado por ejemplares de esta especie. Debido a lo tardío de la información se descargó el contenido en San Andrés y Sauces sin tomar las medidas oportunas. La segunda entrada confirmada tuvo lugar un año después, en octubre de 2012. De nuevo, un contenedor lleno de uvas proveniente del mismo lugar, infectado al menos que sepamos con la misma especie, estuvo paralizado durante más de una semana en el puerto para su posterior devolución a origen. Esta especie ha sido introducida por el hombre en numerosos regiones mediante el transporte de mercancías hasta convertirla en cosmopolita. De hábitos nocturnos y dieta omnívora, en algunas regiones se le considera una plaga pues, cuando los niveles de población son altos, causa daños importantes a los cultivos de flores, árboles frutales y brotes tiernos de diferentes tipos de plantas. También puede alimentarse de pequeños invertebrados, vivos o muertos, por lo que, en determinados casos, se le puede considerar como una especie beneficiosa por el control que hace de algunos grupos de pulgones.

Fue a raíz del interés mediático cuando nuestros políticos salieron a la palestra para, de una forma completamente demagógica, sin sentido, contenido o seriedad, comentar que estaban preocupados por este tema y que trabajaban para evitar que esto volviese a ocurrir. Sí, debería preocuparnos oír comentarios banales y preguntarnos si podemos permitir que la conservación de nuestros valores naturales, culturales y, en definitiva, de nuestro futuro y el de nuestros hijos estén en manos de personajes que demuestran tanta ignorancia e incompetencia.

Tal y como se ha demostrado en numerosos países realmente concienciados por los temas de conservación de la naturaleza -entre los que no se encuentra el nuestro- es más económico evitar la entrada de especies exóticas que combatirlas una vez establecidas. Por lo tanto, se ha de insistir en fomentar la investigación científica y técnica sobre especies invasoras e instar a nuestras autoridades y administraciones a realizar o reforzar las acciones de control, contención y erradicación de todas las especies exóticas (animales o plantas), aumentar las medidas de prevención de entrada (sistemas de cuarentena, controles fitosanitarios, etc.) y reglamentar la introducción de especies exóticas utilizadas como agentes de control biológico, polinizador o de compañía mediante la creación de puntos de inspección fronteriza en los puertos y aeropuertos?pero con seriedad y rigor. No es de recibo que se haya construido, hace más de año y medio, un “Centro de Inspección Portuaria” ?un formalismo más para lavar una penosa imagen- a la que aún no se ha dotado, ni siquiera adjudicado, la plaza de un técnico competente; ¿se está buscando el perfil político adecuado? En definitiva, tenemos el continente pero sin contenido igual que la cabeza de algunos de nuestros dirigentes.

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