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Ningún pasado ha borrado el racismo

Andrés Expósito

El racismo es una realidad presente, ningún pasado ha curado esa deficiencia del ser humano.  La melodía sigue proponiendo lo mismo, aunque la letra exhibida tienda a comunicarnos que las cadenas y los látigos han sido desahuciados, y quedaron en otro tiempo y otro lugar.  Pero solo es eso, un intento ridículo y absurdo de dejar en el pasado esa deficiencia, como si en ello y al hacerlo, limpiáramos nuestra propia consciencia, nos mostráramos superiores a generaciones anteriores, de manera que el progreso de la especie humana fuera real en esa vereda, y no esta pantomima para consolar a cualquier precio nuestro ego social y tolerante.

El racismo sigue siendo una de las oscuridades de la especie humana.  Solo hemos decorado el paisaje, hemos mezclado y convocado otros colores, pero la oscuridad prosigue ahí.  Nos distribuyen y alimentan de múltiples lugares y formas, en símil manera que publicitan marcas y productos comerciales, con decorados de lugares y estadios tolerantes, paraísos de sensibilidad y comprensión, tantos por ciento en encuestas que elevan la tolerancia a concordias sociales inauditas, a pensamientos y locuciones en contra del racismo, mientras el posicionamiento real y objetivo de la especie humana en su progreso tolerante se desliza lentamente, en muchos casos desacelera, regresa a periodos y pasados demoniacos.

Los sucesos que han llegado a nuestro conocimiento en los últimos tiempos, especialmente desde USA, en realidad solo son puntas de iceberg que asoman por el hastío o por la casualidad, y porque todo lo que sucede en USA se catapulta de un manera extraordinario hacia todos lados.   Pero  esas puntas de iceberg que han asomado, volverán a sumergirse, y es ahí, en esa profundidad en la que reside habitualmente, donde cada día está sometido al desprecio y a la insensibilidad cotidiana, a esa mediocridad que nos envuelve  como especie en relación a unos miembros con otros, es ahí, donde el racismo ejerce todo su cuerpo, es garante de la supremacía violenta que lo contiene, que relata sus patéticas y demagógicas formas. 

El racismo es una realidad presente, un acto cotidiano, un gesto más que convive a nuestro alrededor, soterrado bajo una capa de belleza plástica.

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