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“Para acoger a un niño saharaui solo necesitas ganas y buen corazón”

María Álvarez Duque con Yusef (i) y Glana.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

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María Álvarez Duque lleva la generosidad en la sangre. Su madre, Fina Duque, comenzó a acoger durante el verano a una niña saharaui de los campamentos de refugiados de Tinduf en la década de los noventa, y desde hace unos años, María y su hermana Carmen se han sumado a esta acción solidaria trayendo a sus hogares de Santa Cruz de La Palma a los hijos de aquella niña, Salka. “Donde comen dos comen tres; lo que necesitas para acoger a un niño saharaui son ganas y buen corazón”, asegura a La Palma Ahora. “Yo los trato como a mis hijos, y si me piden algo que no puedo comprarles digo que no hay dinero, y no pasa nada”, subraya.

María y su compañero, Suso González, junto a su hija Lara, han acogido de nuevo este verano a Yusef, de 12 años. “Llevo en el paro más de dos años y dependo del sueldo de mi marido, pero no le vamos a decir al niño que no venga; gastamos lo imprescindible y ya está”, dice.

La hermana de María, Carmen, y su pareja, Richard Cabrera, tienen en acogida a Glana, de 11 años, hermana de Yusef, ambos hijos de Salka, la niña que comenzó a traer a La Palma su madre a finales de los noventa. “En mi familia todos colaboran, mi hermano, mi madre (que han estado en los campamentos de Tinduf) ... todos”, afirma.

Pero María quiere dar un paso más en su compromiso con la causa saharaui e implicarse en el Proyecto Madrasa, que permite que los niños puedan estudiar en España. “Estamos haciendo las gestiones para que Yusef venga a estudiar a La Palma en septiembre de 2019; no vendrá en verano pero pasará el curso en casa”, adelanta. “Para eso tenemos que disponer de un poquito más de dinero, pero no es mucho, así que vamos a intentarlo”, añade.

De los niños saharauis María ha aprendido “muchísimo”, sobre todo, recalca, “a valorar las cosas, porque aquí nos quejamos por boberías y ellos viven felices en los campamentos; algunas amigas me dicen que no acogen porque luego cuando se van es un sufrimiento, pero yo les digo que son egoístas porque solo están pensando en su sufrimiento pero no la alegría que se les da a los niños”. “Me han enseñado ellos a mí mucho más que yo a ellos, a valorar la vida, a no quejarme por boberías, eso es lo más importante de todo”, insiste.

Y llega el momento del regreso a los campamentos de Tinduf, y la hora de la despedida. Este sábado, 8 de septiembre, los 11 niños que han pasado sus vacaciones en La Palma acogidos en el programa solidario que impulsa en la Isla la Asociación Canaria de Amistad con el Pueblo Saharaui Elías Martín, inician la vuelta al desierto. “Este año lo pasaré peor porque Yusef ya no podrá venir el próximo verano pero tengo la esperanza de que podamos traerlo en septiembre para que pase el curso en casa”, comenta María, que estos días está inmersa en la preparación del equipaje de sus hijos saharauis, buscando por las tiendas ropa de abrigo que no encuentra. “Pueden llevar un bolso con 30 kilos y una mochila en la mano con cinco”, explica. “Lo que me piden son medicinas (ibuprofeno, paracetamol, gotas para los ojos, betadine, gasas, tiritas), aceite de oliva, atún, tomate, macarrones, magdalenas, galletas, cola cao, caramelos, sopa de sobres, y mucha ropa de abrigo para toda la familia”, detalla. “Siempre les mando un regalito, que este año es un neceser con un carmín, una colonia y una caja de colorete porque eso les gusta mucho y allí no lo encuentran”, apunta.

María, este año, acompañará a los niños a Tenerife, junto a los miembros de la Asociación Canaria de Amistad con el Pueblo Saharaui Elías Martín, y no oculta que las despedidas son “duras” pero nunca piensa en lo que ella sufre sino en lo que han disfrutado los niños durante su estancia veraniega en La Palma.

“Hemos ido a La Caldera, que es muy bonita, y visitamos también el Gran Telescopio de Canarias (GTC) en El Roque, pero lo que más me gusta es bañarme en la playa de Tazacorte con una colchoneta”, afirma Yusef con una sonrisa enorme. Glana, su hermana, que este verano ha asistido a clases de baile, también se quedó impresionada con La Caldera pero lo que no le entusiasmó demasiado de la excursión fue que “había que caminar mucho”. A los dos hermanos les embargan estos días sentimientos encontrados. Quieren regresar a los campamentos de Tinduf para reunirse con su familia pero, al mismo tiempo, les apena abandonar su casa palmera. Un dilema que María, siempre con una sonrisa, ayuda a resolver.

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