Dos años sin volcán: el drama pasó, pero a La Palma la reconstrucción aún le queda grande

Luis González Morera/ Efe

13 de diciembre de 2023 13:10 h

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Hace justo dos años que llovía por última vez ceniza en el Camino Los Choriceros de Los Llanos de Aridane, en La Palma. Este 13 de diciembre, en ese mismo lugar, se levantan las 85 viviendas modulares instaladas para quienes perdieron su casa en la erupción, donde vive Carmen, antigua residente de Todoque, que opina que “el drama ya está superado”.

“Aunque vivimos en latas, yo soy de las que cree que el hogar lo hacemos las personas y, estando aquí, con mi decoración navideña, puedo decir que lo peor ya ha pasado”, cuenta con toda naturalidad esta vecina del barrio que desapareció al completo bajo la lava, aunque acompaña su mensaje con una premonición: “la palabra reconstrucción se nos quedará grande”.

Con cierto respeto por lo ocurrido en la isla, Miguel Ángel ha viajado a La Palma desde Madrid para hacer turismo por unos días junto a su pareja. Asegura que no vienen “para ver el volcán” -“nosotros ya teníamos la isla en el punto de mira desde hace tiempo”-aunque al mismo tiempo reconoce que el paisaje posvolcánico “es un aliciente” y están buscando “rutas guiadas para verlo de cerca”.

Cuando este visitante se entera de justo ahora se cumplen dos años desde el final de la actividad eruptiva, se muestra sorprendido por haber sido capaz de cruzar el campo de coladas por una carretera asfaltada, “no solo por la destrucción que generó el volcán, sino por todo lo que ha sido capaz de reconstruir el hombre”.

Esas carreteras son, en parte, fruto del trabajo de Adolfo, un palista que trabajó en la reconstrucción de la primera pista que atravesó las coladas del volcán, desde La Laguna hasta Las Norias, una labor “peligrosa”, ya que recuerda que se trabajaba “casi sobre el fuego y, en un agujero de un metro de profundidad, ya parecía que podía cocinar un bistec sobre la piedra”.

Adolfo sabe que con la excavadora que maneja circuló sobre las casas sepultadas de vecinos y conocidos, lo que le lleva a reflexionar “con mucha tristeza cómo puedes pasarte toda una vida trabajando para tener tu casita y tu huertita, para que pase esto de la noche a la mañana”.

Coladas en sorriba

La actividad constructiva no para y Adolfo sigue picando basalto, ahora en una finca en plena sorriba, como se conoce en la isla al proceso que transforma el malpaís yermo que deja la lava en una huerta a base de cubrirla con tierra fértil, algo que desde siempre han hecho los palmeros, generación tras generación.

El enfriamiento del terreno ha permitido que los agricultores cuyas tierras están al borde de las coladas comiencen a trabajar en la reconstrucción de sus fincas gracias, en buena parte, a la financiación proveniente del Plan de Desarrollo Rural del Gobierno de Canarias, que aporta hasta el 100 % del coste de la recuperación.

En plena faena, atento a la evolución de las obras en su finca, se encuentra Gregorio Hernández, uno de los primeros beneficiarios de la licencia para reconstruir su finca, que describe orgulloso cómo avanzan los trabajos de aplanamiento y creación de canteros sobre los que replantar plátanos en el municipio de Tazacorte.

A Gregorio le gusta seguir los avances cada día: “Lo sabe el que ha puesto bloques con su suegro en su casa, termina la construcción y mata un cochino porque ya tiene techo. Esto es lo mismo. Ves que puede haber de nuevo una huerta donde solo había montañas de lava”.

“Aunque esto es un trabajo diario, no hay comparación de la finca que había antes, que tardó 12 o 15 años en sorribarse. Ahora, a este ritmo, estará lista para plantar el verano que viene”, precisa.

Este productor platanero señala que alrededor de 50 propietarios de fincas de borde de colada están ya acondicionando sus respectivas fincas, lo que provoca una alta demanda de maquinaria. “Cuando no falta un camión, se rompe una pala. Vendrían bien más medios para actuar mejor, llevan dos años trabajando un material durísimo y eso ha generado un desgaste”, explica.

El último afectado por el volcán

También construyendo, pero una vivienda en este caso, está Harald, un ciudadano alemán que se presenta como “el último afectado por el volcán”, ya que la lava entró a su vivienda en Las Norias durante la noche del 12 al 13 de diciembre de 2021, cuando quedaban menos de 24 horas de actividad eruptiva.

“Increíble, aunque por lo menos la casa aguantó en pie”, relata este muniqués que lleva 15 años en La Palma, donde quiere seguir viviendo, recuperar su casa afectada por la lava y continuar con una construcción que tenía planificada antes del volcán.

Esa nueva “casita” estará ubicada entre dos ríos de basalto negro que bordearon la montaña de Todoque, desde donde asegura que se ven “los mejores atardeceres” pese al nuevo viaducto construído justo en frente para conectar el norte y el sur de la colada a través de la carretera de la costa.

Por esa misma carretera ha vuelto desde La Bombilla hacia el Camino Los Choriceros Juan Díaz, de 87 años, al que todos conocen como Ovidio, que pasó casi dos años alojado en un hotel ante la orden de evacuación de su barrio por la presencia de gases de origen volcánico, y que ahora vive en una casa modular.

Tras dos años de hotel, mejor una casa contenedor

Ovidio no describe de manera placentera su estancia en el hotel, del que salió hace un mes para instalarse en una de las 85 casas contenedor. De hecho, prefiere su nueva 'solución habitacional' porque “aquí como a la hora que me da la gana, me acuesto y me levanto cuando me da la gana y bebo el vino que me da la gana”.

Entre los enseres que trae desde La Bombilla, Ovidio enseña un retrato de su juventud pendiente de colgar y está alegre, porque ya tiene una superficie propia en la que colocarlo, aunque sea entre paredes metálicas.

Al igual que otros palmeros de su quinta, Ovidio ha visto en su vida tres volcanes en erupción (1949, 1971 y 2021) “y el de El Hierro bastante bien también”, apostilla, pero al Tajogaite lo llama “el rey de los volcanes, porque soltó por todo lo que no soltaron los anteriores”.

La fecha del 13 de diciembre, día final de la erupción del volcán, no es una efeméride especialmente presente en la memoria de los palmeros, Ovidio incluido.

Pese a ello, sí que recuerda lo que describe como “el último pedo del volcán”, refiriéndose a la columna de humo y ceniza expulsada en esa fecha, alcanzando la altura máxima registrada en toda la erupción, de 8.500 metros sobre el nivel del mar, el mismo día que finalizó su actividad. “Él quería seguir”, opina Ovidio.

La perspectiva que dan los dos años desde el final de la erupción ha permitido a los habitantes del Valle de Aridane “vivir sin dramas”, como señalaba Carmen, cerrando heridas y abriendo carreteras, sin olvidar la cicatriz negra de 1.219 hectáreas que mancha la cara oeste de la isla, y los recuerdos y el trabajo de generaciones que quedaron debajo.

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