Sombreros de colmo: la artesanía del dorado

En la imagen, un sombrero de colmo confeccionado por Nela Brito. Foto: FERNANDO RODRÍGUEZ.

La Palma Ahora

Los Llanos de Aridane —

Desde muy pequeña, Marianela Brito Díaz (Todoque, Los Llanos de Aridane, 1944) aprendió de su madre Gregoria las labores artesanas ligadas a la seda, la cochinilla y el colmo y, también el pastoreo, medio de vida en un entorno rural. Nela, como se le conocen cariñosamente en su barrio, es una de las pocas mujeres de La Palma que mantiene vivo el arte de fabricar sombreros de colmo. Fernando Rodríguez, administrador de la web www.palmeros enelmundo.com, ha realizado un reportaje a esta guardiana de las tradiciones que comparte con los lectores de LA PALMA AHORA.

Los sombreros de colmo se confeccionan con paja de trigo o centeno, que dan a las piezas una atractiva tonalidad dorada. “El colmo es un material delicado, necesita paciencia, pues desde su siembra hasta su recogida pasan seis meses, y luego viene la siega y el secado”, explica Nela, quien resalta que se necesita un año para poder tejer una obra.

Lamenta que “nadie comprende el trabajo y sufrimiento que encierra esta labor, los precios están muy por debajo de su coste real, pero si los subes, no vendes; el que no entiende es como el que no sabe; nadie vive de la artesanía palmera, todos miran pero pocos compran”, asegura. “Muchos artesanos han dejado de lado esta labor centenaria por lo temas burocráticos a la hora de exponer, porque el Cabildo cada día exige más y la colaboración es nula”, sostiene. “Desde temprano tienes que coger el transporte público para trasladarte desde cualquier punto de la Isla a la ferias, y no recibimos ni una botella de agua por estar en el stand diez horas al día, esto ha hecho que muchos artesanos abandonen estas tradiciones”, afirma.

Otro de los materiales utilizados en la artesanía insular es la palma, en vías de extinción, puesto que para obtener el cogollo de palmera se requieren permisos especiales que no todos los artesanos pueden obtener.

A principios del siglo XX, los artesanos se intercambiaban los materiales para confeccionar sus obras, no circulaba el dinero, se establecían contratos que se rubricaban con la mano y la mirada. En la actualidad, han cambiado muchos las cosas. En las tareas artesanas no hay relevo generacional, los jóvenes se interesan poco por la cultura tradicional y la dureza de la vida en el campo les lleva a abandonar el entorno rural.

Nela, afable en el trato, transmite serenidad y profesionalidad, y atesora unos conocimientos que deben ser legados a las nuevas generaciones.

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