Sobre este blog

Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.

LAS BRUJAS DE LA NOCHE. En defensa de la madre Rusia

Lidiia Vladimirovna Litviak (Лидия Владимировна Литвяк) nació el 18 de agosto de 1921 en la ciudad de Moscú y murió el uno de agosto del año 1943, tras ser derribada por un caza alemán sobrevolando Dmitreivka (Ucrania) al final de una jornada en donde la joven piloto había hecho hasta cuatro salidas para apoyar a los Iliushin Il-2 (bombarderos soviéticos ligeros para ataques terrestres y de precisión) que hostigaban las fuerzas alemanas terrestres.

Lidiia Vladimirovna Litviak

Lidiia, miembro del 73.er regimiento de guardias de caza de Stalingrado, y conocida por el sobrenombre de “La rosa blanca de Stalingrado”, es junto con Yekaterina Vasylievna “Katia” Budanova (Екатерина Васильевна Буданова) una de las primeras mujeres que fuera considerada una “as de la aviación”, distinción reservada a los varones hasta ese momento. Las dos fueron abatidas, con dos semanas de diferencia, por pilotos alemanes del Jagdgeschwader 52 (JG 52) o Jagdgeschwader 3 (JG 3).

Yekaterina Vasylievna “Katia” Budanova

Lidiia, aquella muchacha esbelta y rubia, de ojos vivos y bravo corazón, aviadora de talento (uno de sus compañeros trató de definir sus dones extraordinarios diciendo que era capaz de “ver el aire”) y mujer rebelde a la que nunca amedrentaban sus comandantes, parecía de una intensidad inigualable. 1

Vinagradova, Lyuba. Las Brujas de la noche. En defensa de la madre Rusia. Barcelona. Pasado y Presente, 2016

Lidiia Litviak fue una de aquellas jóvenes que, tras el comienzo de las hostilidades entre la Unión Soviética y Alemania, se alistó en lo que, a la postre, se convertiría en el primer grupo aéreo de combate, el 122, integrado por personal femenino. El grupo estaba compuesto por tres regimientos aéreos, el 586, el 587 y 588, y su comandante era la piloto y miembro de la policía secreta del régimen comunista (con el cargo de primer teniente de seguridad estatal) Marina Raskova.

La idea de crear un ala de combate formada por mujeres tiene que ver con el afán de la igualdad, el trabajo en comunidad y el lograr desarrollar un país enorme y, entonces, tremendamente atrasado por parte del régimen soviético comandado por el camarada Joseph Stalin, uno de los más sanguinarios y megalómanos dictadores de cuantos pulularon por la historia del pasado siglo XX. De ahí que, mientras en el resto del mundo, el papel de la mujer se ceñía, solamente, al ámbito doméstico, señora de la casa y madre de los vástagos del matrimonio, en la Unión Soviética nada estaba vetado para aquellas féminas que quisieran “arrimar el hombro” en favor del estado y del partido comunista, eje central de la nación.

Yakovlev Yak-1

Por añadidura, el rápido y destructivo avance de las tropas alemanas empezó a dejarse sentir en el seno del ejército merced a las cuantiosas, por no decir, directamente, catastróficas pérdidas sufridas. De ahí que se decidiera darle cabida al “sexo débil” dentro del escenario bélico, primero en la retaguardia y, llegado el momento, en primera línea. Sobra decir que muchos no comulgaban, para nada, con la idea, pero en tiempos de zozobra cualquier ayuda es necesaria y, en el caso de las integrantes del 122, su aportación terminaría por ser mucho más que circunstancial.

Tampoco hay que olvidar la buena mano de la comandante Raskova, toda una heroína del estado -e ídolo de muchas de las reclutas que respondieron luego a su llamada- para con las altas esferas, sobre todo con el dictador, quien, en esos momentos, necesitaba, y de manera desesperada “héroes y/o heroínas” para levantar el maltrecho espíritu nacional tras la invasión alemana. Al final, Raskova logró luz verde para crear el primer regimiento de aéreo de caza femenino (586); el primer regimiento aéreo de bombardeo pesado femenino (587) y el primer regimiento aéreo de bombardeo nocturno femenino (588) de la historia. Este último se conoció con el sobre nombre dado por las tropas alemanas, “Las brujas de la noche”, el cual también da nombre al libro escrito por la traductora e investigadora rusa Lyuba Vinogradova.

Las Brujas de la noche: En defensa de la madre Rusia es, en primer lugar, la historia de un grupo de jóvenes que respondieron a la llamada del estado tras la invasión de una fuerza extranjera, y las peripecias vitales que, llegado el momento, les tocó vivir. En sus páginas se recogen no solamente las historias de las ya mencionadas Lidiia Litviak, “Katia” Budanova y Marina Raskova, sino que también nos cuenta quiénes eran Valentina Grizodúbova, Masha Dólina, Zhenia Rudneva, Valia Petrochénkova, Annia Yegórova, Natasha Meklin, Olga Gólubeva, Klava Blinova y Nina Ivákina, por citar algunos nombres.

Ivákina, representante del Komsomol -la liga juvenil comunista versión soviética de las juventudes hitlerianas alemanas, pero mucho más equitativa en cuanto a los roles asignados a ambos sexos que las auspiciadas por el régimen nacional socialista germano- ejemplifica, por otro lado, la segunda vertiente que aborda Lyuba Vinogradova. Ésta tiene que ver con la asfixiante y paranoica atmósfera que se respiraba durante las décadas que el camarada Stalin gobernó las riendas del estado soviético, la cual condicionó la vida de no pocas personas. Las constantes luchas entre los responsables del Komsomol, los comisarios políticos, el contra-espionaje, la ideología reinante y el fanatismo desplegado por muchos de los miembros del partido comunista enrareció el ambiente hasta lograr hacerlo irrespirable.

Piensen que, en sus momentos, cualquier excusa podría ser articulada para que una persona terminara con sus huesos en un gulag siberiano. Bastaba con alentar la pérdida absoluta de privacidad, incitar a que tus propias compañeras del escuadrón leyeran tu diario, tus cartas y/ o te delataran tras un comentario contrario al pensamiento “oficial”. Poco importaba que la nación, la cual estaba sufriendo una derrota tras otras, necesitara de censores y purgas para empeorar más la situación, pero, en aquellos años, la ideología, el fanatismo y la irracionalidad imperaban sobre el más mínimo atisbo de sentido común.

Polikárpov Po-2 (U-2)

A pesar de ello, Marina Raskova logró sin demasiada ayuda y con unas herramientas que no vaticinaban ningún tipo de éxito, ensamblar tres escuadrones aéreos que terminaron por ser la envidia de sus compañeros de armas, y el terror de las tropas enemigas. ¿Quién podía llegar a pensar que los endebles y vulnerables Polikárpov Po-2 (U-2) se convertirían en la pesadilla de las divisiones alemanas, noche tras noche? ¿O que las pilotos de Raskova lograran dominar un avión tan temperamental y peligroso como lo fuera el Petlyakov Pe-2, cuyo creador, Vladimir Petlyakov, murió tras estrellarse en el mismo modelo que él había ayudado a crear? ¿Y que el magnífico Yakovlev Yak-1 se convertiría en el preferido de las integrantes del escuadrón de caza 586, algunas de las cuales llegaron a ostentar el título de “as de la aviación”?

Petlyakov Pe-2

Puede que la falta de expectativas reales por parte del alto mando actuara de acicate entre las reclutas de Raskova, dado que, en realidad, nadie pensaba que llegasen a combatir en primera línea. Esto, sumado al historial de la mayoría de ellas -curtidas en los clubs de vuelo que florecieron por toda la geografía soviética, a lo largo de la década de los años treinta- fue determinante para que, en un tiempo récord, aquellas muchachas se transformaran en unas pilotos, navegantes y mecánicas de primera.

Cuando llegó el momento de la verdad, sus cualidades, el entrenamiento y su afán por servir a un estado que, en realidad, se estaba aprovechando de ellas para perpetuar un régimen tan deleznable como el que estaban combatiendo, demostraron que quienes pensaban que no estaban capacitadas para combatir a lado de sus homónimos masculinos se equivocaban.

Es cierto que la mayoría de ellas fallecieron a causa de los combates, los accidentes y el propio condicionamiento doctrinal al que les sometía el estado soviético, un hecho que también las emparenta con los pilotos masculinos, los cuales sufrieron unas bajas atroces contra un enemigo mucho más curtido y experimentado. Sin embargo, su gesta y sus victorias, muchas, y de bastante calado, demostraron que la segregación basada en el sexo de una persona debía ser una cuestión del pasado, a erradicar de forma permanente. La historia nos ha demostrado que eso no es así, pero el legado de todas estas mujeres no debería pasarse por alto.

El final de esta historia, al igual que el capítulo final del libro, recoge un último episodio que demuestra que, a pesar de la valía de las integrantes de estos regimientos, los prejuicios terminaron por dilapidar buena parte del crédito obtenido durante estos convulsos años.

Tras su derribo, no fue posible encontrar ni el avión, ni el cadáver de Lidiia Litviak. Esta circunstancia tampoco era excepcional, dado los efectos que infringían el armamento que portaban los cazas alemanes en las máquinas y las personas en un combate aéreo. El problema vino cuando varios pilotos, entre ellos un célebre aviador soviético, declaró que había visto a la chica en el mismo escenario al que lo llevaron tras ser capturado. Si en vida la piloto fue blanco de los comentarios, y las críticas, de quienes envidiaban sus cualidades, tras su muerte todo esto se descontroló hasta el punto de que el estado mayor no le impuso el título de Héroe de la Unión Soviética, con carácter póstumo. El tiempo, defensor feroz de la verdad, terminó por demostrar que todo esto no eran más que calumnias y, aunque el daño ya estaba hecho, en 1993 el Secretario General del Partido Comunista, Mijail Gorbachov, le concedió la medalla que la piloto se ganó por su aportación al esfuerzo bélico.

LAS BRUJAS DE LA NOCHE. En defensa de la madre Rusia.

LYUBA VINOGRADOVA

ISBN: 9788494427299

PÁGINAS: 400

PRECIO: 33 €

FORMATO: 14,5 x 22,5

ENCUADERNACIÓN: CARTONÉ

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2017

Agradezco a la responsable de prensa de la editorial Pasado y Presente, la cesión de un ejemplar del presente libro.

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