Debates electorales, ¿mejor un cara a cara?

¿Sirven para algo los debates? ¿Deciden el voto de los indecisos? ¿Son más un espectáculo televisivo que electoral? ¿Deberían ser más espontáneos y menos encorsetados?. El 6 de mayo, justo al arranque de esta campaña, un periódico regional preguntó a sus lectores “¿Considera que los debates entre candidatos influyen en el voto de los ciudadanos?”, la respuesta fue afirmativa en un 29%; “no, en absoluto”, en un 43% y “es posible”, en un 28%. Más allá del carácter científico de este tipo de encuestas, sí parece que alguna influencia pueden tener los cara a cara entre candidatos, aunque tienden más a neutralizarse si intervienen tres o más.

Este factor influye en la audiencia de los debates, donde los cara a cara son una lucha de titanes, frontal, y que solo parecen dar cabida para que haya un vencedor y un vencido. El minuto más visto del primer Zapatero-Rajoy del 2008 atrajo a 14,7 millones de espectadores y un 65,2% de cuota de pantalla, convirtiéndolo en el programa político con mayor audiencia de los últimos 18 años. Los dos debates González-Aznar en 1993 alcanzaron 9,6 y 10,5 millones de espectadores respectivamente, mientras que el segundo Zapatero-Rajoy alcanzó 13,5.

En Canarias, sin embargo, apenas 50.000 televidentes siguieron en 2007 el debate entre los candidatos a la presidencia del Archipiélago, emitido por la Televisión Canaria. El encuentro entre Juan Fernando López Aguilar, Paulino Rivero, José Manuel Soria e Ignacio González apenas registró un 7,9% de cuota de pantalla. Esa noche, la serie House marcó un hito en Canarias al superar el 30 por ciento de share, con 189.000 espectadores, casi cuatro veces más que el debate.

El hecho de que en 2007 intervinieran cuatro candidatos aumentó la calidad democrática del debate pero, querámoslo o no, restó su tensión dramática. ¿Se imaginan ahora debates cara a cara entre los 3 candidatos?. Serían 3 combinaciones de 2 cara a cara (Rivero-Pérez, Rivero-Soria, Soria-Pérez), pero su carga emotiva sería mayor, quizás atrayendo así a más audiencia.

Luego surge la pregunta sobre quién ha ganado, una vez finalizado el debate. Los propios candidatos pueden condicionar las percepciones de los ciudadanos con las declaraciones que formulan a los medios de comunicación evaluándolo. A ello se unen las encuestas que los propios medios difunden y las opiniones que periodistas y ciudadanos vierten por múltiples vías y que pueden tender finalmente a anular los efectos que ante los electores el debate en sí había alcanzado.

Enrique Fárez, periodista, consultor político y empresario, en www.enriquefarez.com

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