Mejor un cebiche que un gol por la escuadra

50.000 estudiantes de gastronomía dan una buena muestra de la pasión que despierta en Perú la restauración, la nueva cocina peruana con profundas raíces tradicionales y con el ineludible toque colono. “Los jóvenes peruanos no quieren ser Ronaldo, quieren ser Gastón Acurio”, en referencia al reputado cocinero con celebrado (y salado) restaurante en la madrileña calle de la Castellana.

Quien así resume esa pasión es Manuel Quimper, peruano afincado en Las Palmas de Gran Canaria hace media docena de años, que tras pasar por la banca decidió montar en el que fuera restaurante La Casita la primera sede española de la franquicia El Segundo Muelle. Tras la apoteosis inicial, ahora busca local en Madrid para abrir un segundo establecimiento.

De su mano y de la del jovencísimo chef Javier Iparraguirre, de 25 años, el próximo día 16 comenzarán en el hotel-escuela de Santa Brígida, de la empresa pública Hecansa, unas prometedoras jornadas gastronómicas acompañadas de muestras de la cultura peruana y de un curso cuatro clases magistrales de cocina para los profesionales adscritos al Plan de Mejora de Gastronomía de Canarias. Las jornadas se extenderán hasta el 24 de mayo.

No faltará el cebiche de lubina ni los mejillones a la chalaca o el pulpo al olivo, todos ellos marcados por la fuerte personalidad de la cocina peruana, como tampoco el plato más reclamado por el cliente español, el lomo saltado. Y el pisco sour, claro, el cóctel andino más popular en el mundo. Siempre con esa presencia imprescindible del limón y de una hierba muy querida en Canarias, el cilantro. Porque si los colores resaltan mucho en los platos de la cocina peruana, la variedad de olores y sabores refrescantes no dejan a nadie indiferente.

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