Motivos de sobra para proteger el Oasis

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Le sobraron los motivos. Ni uno solo de los informes recabados por el presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, o por su hasta ahora consejero de Cultura, Larry Álvarez, fue contrario a la incoación de expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) al oasis de Maspalomas en alguna de sus modalidades. Los cuatro informes manejados (dos de otros tantos arquitectos del Cabildo, uno de un arquitecto externo y el último, del jefe de los Servicios Jurídicos) discrepan en torno a la figura de protección a aplicar, dos de ellos priman los valores del edificio, mientras que los otros dos extienden la cobertura a todo el entorno, que es considerado por el arquitecto externo como “uno de los tres símbolos naturales de Gran Canaria”, junto a los Roques del centro de la isla y el Dedo de Dios, mutilado por un temporal reciente.

Pero la coincidencia acerca de la incoación de BIC es unánime, lo que avala la decisión tomada el pasado 30 de abril por la Junta de Gobierno de la primera Corporación insular, que sólo tenía en su poder para contrarrestar su decisión los escritos y los informes de parte aportados al expediente por la cadena hotelera RIU, que ya ha protestado por la suspensión de licencias urbanísticas en la zona en lo que se dilucida la protección del entorno como sitio histórico.

Según reza el acta de esa reunión de la Junta de Gobierno, se desestimó la pretensión del grupo Lopesan de incoar expediente BIC al edificio del hotel Maspalomas Oasis, como informaban en sus informes la jefa del servicio de Patrimonio, Sonia Rodríguez Araña, y el arquitecto de ese mismo departamento Alejandro García Medina, y se adoptaban las tesis del arquitecto al que se le encargó un informe externo, José Miguel Márquez Zárate, que propuso a la Corporación la incoación de expediente por sitio histórico.

Pero en las consideraciones que efectúan los tres arquitectos hay una coincidencia generalizada: la necesidad de aprovechar la coyuntura para recuperar el entorno del que forma parte el oasis y su palmeral, amenazados por el proyecto de nuevo hotel de la cadena hotelera mallorquina. La jefa de Patrimonio y el arquitecto adscrito a ese servicio apostaban por salvar el edificio. Márquez, por el contrario, considera en su informe que priman los valores relacionados con el ámbito espacial y natural del palmeral y el oasis y en consideración a ello y al acontecimiento histórico del avituallamiento realizado por Colón en su cuarto viaje, opta por un expediente como sitio histórico. Márquez cree que esas condiciones están por encima de los valores arquitectónicos del hotel de RIU, cuyo proyecto de nuevo hotel no respeta suficientemente el entorno.

La postura del arquitecto externo es avalada por el jefe de los Servicios Jurídicos del Cabildo, Carlos Trujillo, que a lo largo de un informe muy exhaustivo, justifica sobradamente la intervención de la institución insular y la decisión adoptada por su Junta de Gobierno, y se inclina claramente por la opción de sitio histórico. Pero Trujillo no deshecha del todo las otras vías que abren los arquitectos del Servicio de Patrimonio, que abogan por la declaración de monumento para el hotel Maspalomas Oasis combinada con la protección del entorno con la figura de jardín histórico.

La falta de ética de Corrales y Molezún

Pero lo más llamativo del informe del jefe de los Servicios Jurídicos del Cabildo de Gran Canaria es el ataque que profiere a los arquitectos que en los años sesenta proyectaron el actual hotel Maspalomas Oasis. A juicio de Carlos Trujillo, Corrales y Molezún actuaron con tal falta de ética profesional contraria a Derecho que su resultado no puede ser amparado por las Administraciones.

Esta acusación a título póstumo del letrado insular se fundamenta en que ambos arquitectos, Corrales y Molezún, asistidos por su colega local Manuel de la Peña, redactaron y ejecutaron en 1968 un proyecto que contravenía claramente el resultado del concurso internacional de ideas convocado y fallado por el Condado de la Vega Grande, el mismo propietario ?la familia Condal poseía más de dos millones de metros cuadrados en el Sur- que encargó el hotel a los dos afamados arquitectos.

Efectivamente, Trujillo recuerda en su informe que el equipo francés ganador de aquel concurso, SETAP, resaltó los valores naturales del entorno y propuso la protección del paraje formado por las dunas, el oasis, la charca “y el paisaje de fondo y playas”.

“Aquellos arquitectos nunca debieron aceptar el encargo del proyecto, tal y como se llevó a cabo, sino que debieron convencer a la propiedad para respetar los criterios de protección naturalista ideados por el SETAP”, recalca en su informe el jefe de los Servicios Jurídicos del Cabildo, que añade en letras mayúsculas: “Cometieron el gravísimo error de proyectar y dirigir la construcción del hotel dentro de un paraje natural único e histórico, contribuyendo así a la urbanización degradante del lugar”.

Trujillo no es partidario de que se proteja el hotel porque “eso impediría demolerlo” e implicaría “una perpetuación del error cometido al construirlo”.

Pero a su juicio, ese error “no se corrige con la demolición y la posible construcción de otro hotel, que deberá respetar el Sitio Histórico y, por consiguiente, la recuperación del perfil del paisaje o paisaje identitario, lo que significa que debe predominar la naturaleza y que ésta deberá ser más alta que las edificaciones que se pudieran construir en los bordes”.

El durísimo fundamento de Carlos Trujillo contra la incoación de BIC al actual hotel Maspalomas Oasis se extiende a su consideración de “barrera para la visión del palmeral o bosque”, sin que exista en el informe ?por no ser ese su objeto- un pronunciamiento específico al nuevo proyecto de RIU, que eleva la altura hasta los 25 metros y multiplica por tres la actual barrera del viejo establecimiento.

Márquez, crítico con De la Peña y con RIU

Pero si Carlos Trujillo es duro con el hotel y sus arquitectos, el informe del asesor externo José Miguel Márquez no le va a la saga. Alcanza especialmente el arquitecto madrileño afincado en Gran Canaria Manuel de la Peña, al que acusa de haber trasladado al planeamiento de la zona las conclusiones del proyecto ganador del concurso internacional de ideas y, acto seguido, violarlo.

Así, Márquez relata cómo Manuel de la Peña elaboró el Plan Especial General de Extensión de Maspalomas Costa Canaria tomando como base el proyecto ganador del concurso de ideas (aparecen incluso términos en francés) para, ya ejerciendo libremente como arquitecto, “soslayar y contradecir su propia ordenación” cuando proyectó en San Agustín, Playa del Inglés y el oasis. Y cómo en el proyecto de urbanización de esta pieza “interpreta desafinadamente la propuesta del concurso de ideas ganado por SETAP”, cuyos responsables quedaron negativamente sorprendidos al ver cómo se habían prostituido completamente sus definiciones naturales durante unas jornadas que se celebraron paradójicamente en el a la sazón recién inaugurado hotel Maspalomas Oasis.

Porque De la Peña, según relata Márquez, “clasificó la totalidad del oasis como suelo urbano (?) asignando unos aprovechamientos desproporcionados incrementados a día de hoy vía de facto”; “posteriormente, en el transcurso de la obra del hotel, se producen agregaciones de parcelas, asimilación de una vía peatonal, alteración de la volumetría, cambio de usos, perímetro y asignación, entre otras de la más relevante zona pública del palmeral”; “el resto del palmeral, también de uso público, se absorbió o distribuyó entre las parcelas colindantes, que así ampliaron sus jardines privados”.

Tampoco escapa a la crítica del arquitecto contratado por el Cabildo para analizar la zona del palmeral y el hotel Maspalomas Oasis la cadena propietaria de este establecimiento, la mallorquina RIU. “Es posible argumentar”, dice José Miguel Márquez, “que [RIU] no fuese el propietario adecuado para la explotación de este concreto hotel, tal y como demuestra la ausencia de cariño en el mantenimiento del actual, especialmente en todo aquello que no está a la vista del cliente, y con gusto impropio en lo que se ve”.

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