''Hasta que nos quiten''

Sandra lleva más de 24 horas sin dormir. A las 01.45 se extiende un saco en las escaleras del Parque de San Telmo, en Las Palmas de Gran Canaria, y se echa una manta por la cabeza. Es la primera cabezada que pega desde que la noche del lunes decidió concentrarse frente a la estación de guaguas en protesta contra el desalojo de los manifestantes del 15-M en la madrileña Puerta del Sol, que el lunes levantó una ola de acampadas que recorrió toda España. Decenas de miles de personas se organizaron de manera espontánea a través de las redes sociales para pedir un cambio social y político.

Mientras Sandra, David y otros compañeros de acampada descansan por fin, el resto del grupo se aparta hacia los bancos de la plaza para no molestar. Hace apenas media hora la escalera que baja a la estación era un foro donde cualquier tema desataba el debate, ya fuese Fukushima o la gestión de José Manuel Soria en el Ayuntamiento. Unas 15 personas charlaban en varios grupos, sentados en el suelo, algunos en torno a un narguile. Un rato después, Libertad escribe en un cartón las necesidades logísticas para el día siguiente: grupo de Facebook, blog, mantas. Lo virtual sale de la pantalla. Se están organizando.

“Ayer (por el lunes) éramos seis personas y ocho policías”, cuenta Iván, contable. La madrugada del martes ya son más de una docena los que resisten tras la asamblea que congregó a unas 80 personas. Hoy esperan ser muchos más. El mensaje se está transmitiendo como la pólvora a través de internet. En unas horas las etiquetas de twitter #nonosvamos, #yeswecamp y #acampadasol han copado los primeros puestos de Trending Topics en la red de microblogging. Hay hastags, como #acampadalaspalmas o #acampadaLPGC, para, prácticamente, cada una de las decenas de ciudades españolas donde se ha repetido la protesta. Y ya se empieza a hablar del 17-M, un movimiento más anónimo y heterogéneo que ha nacido de la manifestación convocada el domingo 15 de mayo por la plataforma Democracia Real Ya.

“No es una cosa oficial de Democracia Real”, repiten en San Telmo. Pero la denuncia es la misma: “Los votos no son cromos”, explica Iván, con la cara torrada por el sol del mediodía; “aquí quien debería estar es quien va a perder la casa, el trabajo”, remata. Luis, estudiante de Ingeniería en Telecomunicaciones, está cansado de que les cuelguen el cartel de antisistema. “A muchos de nosotros el sistema nos ha echado”, reivindica.

Hasta ayer no sabía siquiera el nombre del resto de compañeros de lucha. Tampoco Cristóbal, abogado, que acaba de llegar tras haberse dado una ducha en casa: “Nos conocemos un poco por los nicks de twitter”, dice, luciendo una camiseta que reza “estoy echo gofio”.

El cansancio comienza a hacer mella. Algunos de los presentes se retiran cuando pasan las dos de la madrugada para volver al día siguiente. Jorge es uno de ellos, trabaja conduciendo y tiene que estar fresco. La propuesta es turnarse para mantener la presencia en la plaza hasta la cita electoral del domingo. Y resistir, como dice Roberto, fotógrafo, “hasta que nos quiten”.

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