Augusto Vives

Exposición del artista Augusto Vives

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

El paisaje del que se nutre Augusto Vives es su mundo interior. La condición humana es el aspecto que más le atrae. “Me interesa todo aquello que ocurre dentro de la persona, en mi caso, a través de mis emociones y sentimientos filtro lo que veo fuera y luego lo regurgito”.

Toda su obra es un conjunto de metáforas, una serie de versos visuales. Por ello, despierta el interés entre muchos escritores con los que ha trabajado en conjunto. Empezó ilustrando un libro de Javier Cabrera y después han venido otros como Siete Lunas de Dolores Campos Herrero o El destino de las palabras de Santiago Gil. Las palabras son parte importante en su obra, los títulos suelen formar parte de las piezas y aunque nunca se ha atrevido a escribir, se reconoce influenciado por la literatura.

Augusto se considera un pintor fronterizo. “Me nutro de todos los ismos, pero no pertenezco a ninguno. La realidad me interesa hasta cierto punto”. Dos vertientes destacan en su trabajo, la crítica social y la ensoñación o el gusto por lo onírico. Las dos parecen hablar de una rebeldía contra lo admitido, lo aceptado y contra la propia realidad. Quizás ésa sea su manera de escapar, de ponerse a salvo.

El crecimiento, la evolución, la identidad, la locura y lo que está fuera de los límites son temas recurrentes para Augusto desde sus comienzos. Y precisamente volviendo la vista atrás, recuerda a dos de sus profesores, García Álvarez en la EGB y Juan Guerra en el instituto. “Tuve la suerte de tener profesores de plástica que estaban en el mundo del arte y eso me ayudó mucho”.

Estudió en la facultad de bellas artes en Tenerife y luego opositó. Actualmente es profesor de plástica en enseñanzas medias.“Si pudiese vivir del arte no estaría dando clases”. Sólo ha dejado de pintar un tiempo por una crisis personal. “Yo necesito estar bien para pintar.La producción se produce del lado oscuro, pero para poder expresarla tengo que encontrarme bien personalmente”.

De esta difícil etapa, que le cuesta recordar, sacó algunas claves:“Todo está en continua gestación, lo que tú crees que tienes controlado o consolidado se va en cualquier momento. ¿Para qué los golpes? -se pregunta en voz alta-, para reafirmarte, para seguir trabajando”.

Lidiar con el trabajo diario y crear exige disciplina y sobreesfuerzo. “Tienes que tener una convicción muy fuerte para salir del centro y ponerte a pintar, aunque no siempre acompañan las fuerzas. Hay días que llego al estudio y me pongo a recoger. Eso sí, cuando estoy trabajando no recojo ni las colillas”.

El arte, para Augusto, es plantearse dudas y distingue distintas fases en su proceso de creación. “Primero tengo la idea, es una etapa que genera mucha tensión. Luego busco la manera de sacarla, esto puede tardar días o meses. Después visualizo, genero imágenes y compruebo si habla de lo que siento. Una vez la tengo, si aguanta mi mirada y funciona, le doy el pase”.

Las obras que aguantan su mirada responden dudas, descubren cosas o nos podemos recrear en ellas. Una muestra del trabajo de Augusto, con el que dibuja un mundo más idílico y humano, está abierta al público hasta el próximo 29 de marzo en El Centro de Cultura San Martín, en Las Palmas de Gran Canaria.

Exposición en Centro de Cultura San Martín

Conceptos mitológicos, como el Hilo de Ariadna, ocupan el vacío que evoca Augusto en sus imágenes, para hablar de la levedad, lo efímero y lo transitorio. Temas que están presentes en toda la muestra.

En la serie Visceralia, compuesta por nueve cuadros, sitúa el corazón fuera del cuerpo, haciendo alusión a esa dualidad de razón y sentimientos que tan difícil se nos hace manejar a la mayoría de nosotros.

Augusto asegura que “vivimos un tiempo de cuerpos desmembrados”. Visceralia es una muestra de imágenes, en las que de un corazón puede salir una mano, es decir, la mano sale por donde no le toca, podría leerse como la rabia contenida y por supuesto infinitas lecturas más están a la espera de ser descubiertas por el público. Una serie en la que, a pesar de ser los órganos los protagonistas, están fuera del lugar, desubicados.

Una invitación a la movilidad y subversión de los conceptos, un viaje a salir de la razón, de la lógica que nos viene dada y a despegar los pies del suelo. Es una crítica al abandono de nuestros sentimientos y emociones a los que sometemos diariamente para poder sobrevivir en la sociedad actual. Toda la muestra tiene como hilo conductor sacar las cosas del lugar asignado y ubicarlas en el vacío, sin límites ni horizontes o forzarlas a aparecer en el lado opuesto, dando al espectador la posibilidad de pasear sobre un mar de nubes en la instalación que da título a la exposición El cielo bajo los pies. Lo que está arriba pasa a estar abajo. Nunca hay un horizonte definido, no se sabe si está en tierra o en el aire.

¿Qué le crispa?

Entre otras muchas cosas, le enfada la situación de las aduanas en Canarias. Asegura que los cánones impuestos por la actual legislación fiscal por la que se rige el Archipiélago Canario en su encaje con la Comunidad Europea obstaculiza la presencia del arte canario en el territorio nacional y extranjero. Le enfada muchísimo que no exista una política de apoyo a los artistas canarios y se tenga en cuenta la condición de islas. Es socio numerario de la Asociación Islas Canarias de Artistas Visuales (AICAV) desde donde aseguran que “la situación, no solo perjudica a los artistas y la producción de su obra, sino que incide de manera muy negativa en el comercio del arte y en la industria cultural”.

“La mafia de los agentes aduaneros en Canarias no permite que la obra de los artistas canarios fluya por el territorio nacional. Un asunto al que no entiendo porqué no se da la atención merecida”.

“El santuario de Augusto”

Así denomina a su estudio ubicado en la calle Diego Vega Sarmiento en Las Palmas de Gran Canaria. Un lugar acogedor, vistoso y donde la mirada del que entra comienza a recorrer a saltos el espacio. Muñecos de superhéroes que descansan sobre las estanterías, piedras, viejos objetos y cientos de cuadros, no sólo de él sino de artistas como Regalado, Carmelo Martín, Paco Cruz ó Miguel Panadero.

Las reliquias de este Santuario son una prensa alemana Leipzig de libros incunables litúrgicos de la época de la Torre Eiffel y la arquitectura del hierro. Todas sus piezas son macizas ya que en la época no había tecnología para vaciar los tubos. La otra se trata de una encuadernadora antiquísima que está restaurando. Y es que la pintura no es la única afición de Augusto. Se recrea también reciclando papel. De hecho, los cuadros que podemos ver en la exposición del Centro San Martín están hechos con papel que él mismo fabrica. Nos enseña varios muestrarios elaborados artesanalmente por él. Nos comenta que el cartón le llama la atención por lo gris, por el proceso de transformación y le parece un deleite las texturas que obtiene. Azafrán, buganvilla, cebolla, platanera, césped o flores de mundo, son algunos productos naturales que maneja para elaborar el papel.

Aquí, en donde Augusto saca a la luz las visualizaciones y donde nacen y mueren horas y horas de su trabajo, le acompañan objetos a los que confiesa tener especial cariño, figuritas de los personajes protagonistas de “La naranja mecánica”, caretas africanas, objetos de china, Namibia, un esqueleto al que llama Nicolás o la tapa de un tubo en el que guardaban las cenizas de los muertos en alguna tribu africana.

Numerosos libros de arte y literatura autores como Apollinaire, Blake, Dylan Thomas, Leopoldo María Panero, Emile Zola o Walt Whitman y muchos de los autores que formaron la generación del 27, de la cual se considera admirador por estar muy cerca del surrealismo.

Cuelga en las paredes cuadros que intercambia con otros artistas contemporáneos como Gero Maldonado, Germán Páez, Angel Sánchez, Karina Beltrán o Pedro Oliver. “De alguna manera son cosas que se quedan en ti, y son imágenes que conservo y me gusta tenerlas por aquí cerquita”.

Junto a ellos, le dejamos bien acompañado, aquí en su Santuario. Un lugar en el que queda comprobado y damos fe del romanticismo que se respira y donde Augusto, a pesar de estar alrededor de 5 horas diarias, le gustaría pasar muchas más. No es de extrañar, a nosotros también.

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