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Pablo Iglesias: o César o nada

Pablo Iglesias saluda tras ser proclamado secretario general de Podemos / FOTO: Marta Jara

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

La entrevista televisiva de Jordi Évole al líder de Podemos, Pablo Iglesias, alcanzó muy elevados niveles de audiencia. Dejó muchos titulares y sirvió para un acercamiento al político de moda. Acierta Iglesias cuando señala que “es imposible salir de una crisis haciendo a la gente más pobre”. Y no sé si tanto al afirmar que “a los ricos hay que tratarles como niños pequeños, con dulzura... pero hay que decirles lo que no pueden hacer”. Eso sí, lo borda cuando señala que “nosotros no somos el resultado de nuestros aciertos, sino de un desastre generalizado…Los padres de Podemos son el PP y el PSOE”.

Menos lúcido parece su planteamiento de un posible abandono de la política si no consigue ser investido presidente tras las próximas elecciones generales. O César o nada, como en una de las batallas militares de Julio César o como la divisa que llevaba grabada en su espada Cesare Borgia.

El todo o nada en política me parece desafortunado y él debe saber que las posibilidades de ser presidente del Ejecutivo cuando Rajoy, a finales de 2015 o comienzos de 2016, convoque las generales (si no las adelanta o incluso las hacer coincidir con las autonómicas) son bien pequeñas.

Aunque probablemente Pablo Iglesias tenga razón en que el actual escenario de deterioro y desconfianza hacia las instituciones y los partidos que hasta ahora las han dirigido constituye una oportunidad única para el grupo que dirige. Que puede que no se repita en muchas décadas.

Esas circunstancias, la reacción ante el deterioro económico, social, político y moral, está detrás del crecimiento exponencial que ha tenido su partido desde las elecciones de mayo.

Pero siendo realistas, en el mejor de los escenarios, si Podemos obtuviera un extraordinario resultado, adelantara al PSOE y el PP retrocediera sustancialmente, tendría que contar con los votos de los escaños de la casta socialista para alcanzar el Gobierno de España.

Tertulias

Por otra parte me llama la atención que insista en que “los verdaderos parlamentos son las tertulias de televisión”, más cercanas a la política espectáculo que a un debate riguroso y con contraste de ideas.

Muchos atribuyen su éxito en mayo a la enorme cuota de pantalla que ocupó en los meses previos, de la que no disfrutaron, por ejemplo, los líderes de IU-La Izquierda Plural, Primavera Verde o UPyD.

Todo apunta a que, aunque esa presencia televisiva les ayudó eficazmente, así como el buen manejo de las redes sociales, a ello se suma el uso de un mensaje simple, directo y que conecta con el relato de una ciudadanía muy cabreada y decepcionada con el bipartidismo.

Los agrios enfrentamientos con personajes como Esperanza Aguirre o el tertuliano Marhuenda, que forman parte del espectáculo televisivo, les vienen bien a todas las partes, reafirman a los seguidores de cada una de las formaciones, señalan claramente al contrincante a derrotar y que pone en peligro a los tuyos; y, además, contribuyen a desalojar del centro del ring político-electoral (o del plató televisivo) a las otras organizaciones, convertidas en actores de reparto.

A ello se añade cierto margen de ambigüedad en las intenciones de futuro, así como una progresiva moderación (la centralidad), que le permite mantener esos múltiples, diversos y plurales apoyos, al menos hasta que tengan que tomar decisiones en una u otra dirección, en la oposición o en los gobiernos, cuando estén presentes en la mayoría de las instituciones.

Y, respecto a la estructura orgánica, han construido un partido que se asemeja mucho a los tradicionales, con una cúpula muy centralizada alrededor de Pablo Iglesias; con una apariencia democrática extrema que esconde el poder de un grupo muy bien situado y con mucho poder interno, que ya empieza a recibir las primeras críticas internas “de casta”, como las que han apuntado algunos círculos. Y un culto a la personalidad muy elevado.

Felipe/Pablo

Algunos analistas, con las debidas distancias entre la salida de la dictadura franquista y los problemas generados por la crisis económica y la desafección política actual, observan algunas similitudes entre el Felipe González de 1982 y el Pablo Iglesias de 2014.

Ángeles Díez, doctora en Ciencias Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), destaca en Podemos y la folletinización de la política: Pablo González o Felipe Iglesias, que vivimos ante la paradoja de una sociedad indignada que ha generado las condiciones para una tercera vía posibilista. “El votante-espectador quiere salir del shock pero sin coste, sin el inmenso esfuerzo de ser él el protagonista, el sujeto que es parte y toma partido, el sujeto que no elude el conflicto y asume riesgos”.

En ese sentido, asegura que “Felipe González o Pablo Iglesias son figuras intercambiables de ese deseo. Como entonces, se establece el par ilusión-desafección. El público elude el conflicto real, prefiere verlo representado, de ahí el éxito de las Tertulias. Pero además la magnitud de la crisis hace urgente que algo cambie”.

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