Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático en París

Lucha por el clima, lucha contra el terror

Un visitante, en la cumbre sobre el cambio climático COP21

Jorge Batista Prats

Era un adolescente cuando por vez primera escuché una frase que hoy está en la mente de todos los aficionados al cine: “Siempre nos quedará París”. Rick, en el aeropuerto de Casablanca, dejaba partir hacia Lisboa a Ilsa, acompañada por Victor Lazlo, un líder de la Resistencia contra los nazis. Ese supremo acto de un amor vivido intensamente en la capital francesa, ese epílogo, se convirtió con el tiempo en una escena mítica que forma parte ya para siempre de nuestra Cultura. Muchos años después, París, la ciudad de la luz, la bohemia, la de la Tour Eiffel, la rive gauche, el Sena, Montmartre, Montparnasse, Nôtre Dame, los Campos Eliseos, el Louvre, Piaff, Coco, Aznavour, los pintores y músicos callejeros, los cafés, el jazz y tantas cosas más, quiere ser la protagonista de una nueva escena de amor. En esta ocasión no es por una mujer sino por el planeta, una vez que desde hace tiempo comenzó a calar en la población mundial una idea a mi juicio indiscutible: El hombre es el único ser vivo que destruye el hábitat que lo acoge.

El camino hacia el cuidado de la tierra sufrió un rotundo fracaso la última vez que los líderes mundiales se enfrentaron a ese problema tan extremadamente complejo. Alrededor de 200 países se habían venido reuniendo cada año en diferentes partes del globo para intentar acuerdos globales pero, en 2009, el encuentro de Copenhague significó un auténtico jarro de agua fría sobre las expectativas que se habían creado. Tras ese fracaso, se decidió que 2015 debería ser obligatoriamente un punto de inflexión: no podía haber fallos. Y pasaron días, semanas, meses, años y estaciones. Como señalaba el Marqués de Sade: “Todo llega para el que sabe esperarlo”. Tal vez sea así. Lo cierto es que vivimos este otoño de 2015 y el reto está colocado ahí enfrente: la COP21. No obstante, el fluir del tiempo significa cambios y, en múltiples ocasiones, cambios extremadamente profundos que modifican áreas tan sensibles y determinantes como la acción política, la economía, la geoestrategia, los acuerdos comerciales (no hay que olvidar el TTPI), el trabajo, la producción, los flujos de capitales, el comportamiento de las Bolsas mundiales, el estado de las distintas sociedades, etcétera. La ya tópica frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia” es perfectamente extrapolable al tema que nos ocupa. Gravísimas circunstancias, aparte de las diferencias que venían manteniendo los diferentes países, han venido a sumarse a un escenario ya de por sí convulso. Entre ellas, las más relevantes, la aparición del denominado Estado Islámico y los movimientos migratorios desde África y a consecuencia de la cruel guerra de Siria. Una vez más, Europa se encuentra en el ojo del huracán y es, como en otras ocasiones, la geografía donde se jugará la partida, aún teniendo en cuenta que vocablos tan ambiguos y cuestionados como globalización y nuevo orden mundial parecen querer significar algo así como hermanamiento. No es el caso.

La última acción violenta de la política expansionista, invasionista y terrorista del yihadismo, eligió hace pocos días París para manifestarse a sangre y fuego. La noche del pasado 13 de noviembre no será nunca una noche más para los franceses. Ni para los europeos. Después del horror desatado en la discoteca Bataclan, el restaurante Petit Cambodge, una brasserie cercana al Estadio de Francia y el barrio de Saint Denis – con 129 muertos y más de 400 heridos – reivindicado por el Estado Islámico, la sociedad europea se siente insegura y cercana al pánico. Francia adoptó el Estado de Excepción, las investigaciones y operaciones policiales son extremas y constantes, los países miembros de la UE permanecen al menos en Alerta 3 y múltiples vectores informativos e ideológicos se han encendido llegando en algunos casos hasta las manifestaciones ultraderechistas. Por otro lado, parece demostrado que mayor seguridad implica menor libertad de la ciudadanía, por lo que el terrorismo logra también indirectamente modificar los sistemas políticos y sociales allá donde interviene. De igual manera, se incrementa la violencia con operaciones militares altamente destructoras, terribles daños colaterales e inestabilidad política permanente. A este respecto, es el líder ruso Vladimir Putin quién ha llegado más lejos en sus afirmaciones: “De perdonar a los terroristas que se encargue Dios. Yo me encargaré de mandárselos” y “Os buscaremos en cualquier lugar de la tierra donde os escondáis y os mataremos”. Así las cosas, las advertencias de los servicios de inteligencia y las incesantes amenazas yihadistas han creado en la práctica un eje del miedo que va desde París a Bruselas – Bélgica teme un atentado múltiple – y que no deja fuera tampoco a la opinión pública española. Una de las reivindicaciones del fundamentalismo más sangriento es Al Andalus.

Dibujado a grandes rasgos el panorama – la información sobre el tema es muy abundante y accesible, aunque no siempre fidedigna, para aquel que quiera profundizar en detalles – en medio se inserta la Cumbre contra el Cambio Climático que, Dios o Allah mediante, comenzó el día 30 de Noviembre. Es un hecho que el cambio climático es una realidad y que los países no han evitado aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, también en este punto existen fuertes discrepancias. Mientras hay científicos que mantienen que la concentración de esos gases en la atmósfera ha alcanzado niveles históricos y alertan del calentamiento de los mares, el deshielo en la Antártida, la subida de las aguas como consecuencia de la desaparición de los glaciares, otros señalan que, si bien es cierto que estamos ante un cambio climático, la acción del hombre sobre él es mínima si se comparan magnitudes con otros períodos en la vida de nuestro planeta. Estos analistas anuncian que lejos de ir hacia una subida de las temperaturas, caminamos hacia una nueva glaciación. Sobre este particular, es conveniente señalar que, desde que Heráclito de Éfeso lo manifestara rotundamente varios siglos antes de Cristo: “Todo fluye, todo se mueve”, han surgido teorías – la más conocida, la GAIA, que, incluso, concede una especie de voluntad propia al globo –. Advierten que la Tierra tiene vida propia y sigue un camino escrito en el acontecer y el equilibrio universal. Nuestro planeta, con una edad, según los últimos estudios, de entre 4.400 millones y 4.510 millones de años, mantiene aún un magma incandescente en su interior. Por otro lado, también las más cercanas investigaciones establecen que el Universo tal y como lo conocemos ahora comenzó a formarse hace unos 13.800 millones de años (Teoría del Big Bang). Frente a todas esas disquisiciones y teorizaciones, lo verdaderamente cierto y nadie se atreve a discutirlo es que, como ya cantó Bob Dylan hace bastantes años:

The Times They Are A-Changin' (Los Tiempos están cambiando)

“Reuníos a mi alrededor gente, por donde quiera que vaguéis, y admitid que las aguas de vuestro alrededor han crecido, y aceptad que pronto estaréis calados hasta los huesos.


Si el tiempo es para vosotros algo que merece la pena conservar, entonces mejor que empecéis a nadar, u os hundiréis como una piedra, porque los tiempos están cambiando“.

Cualquier analista, cualquier pensador con la mínima formación, comprometido y con estudios acerca de nuestra realidad convendrá en que vivimos una muy dura época de cambios que afectarán a nuestra existencia futura. Cambios en todos los órdenes y uno de ellos, fundamental, será saber cómo va a modificarse la acogida que nos dispensa un planeta al que se ha agredido de las formas más salvajes. ¿Es el hombre el único culpable del cambio climático? El tema está abierto a la discusión científica mientras que, a nivel político y económico, los enfrentamientos son tan fuertes que los adoradores del Becerro de Baal no parecen tener escrúpulos en poner en peligro la existencia del ser humano y las otras especies con tal de multiplicar ganancias de manera exponencial practicando una verdadera política de tierra quemada.

Tal vez la frase de Rick fue extremadamente optimista y finalmente no sea cierto que Siempre nos quedará París. De momento, no es demasiado lo que ha pretendido lograr la Cumbre contra el Cambio Climático. Solamente limitar el calentamiento. Que la temperatura en 2100 no suba más de dos grados respecto a los niveles preindustriales. El español Miguel Arias Cañete, Comisario de Acción por el Clima y Energía, es la voz europea en la lucha contra la descarbonización de la economía, que tiene como principal enemigo, precisamente, a combustibles fósiles como el petróleo. Cañete ha señalado a distintos medios informativos que es muy positivo que “nadie haya cancelado” su asistencia y ha recordado que el día 30 estuvieron presentes en la capital gala 128 jefes de Gobierno.

Cañete ha incidido en la importancia de la Cumbre del Clima (COP21) al considerar el cambio climático como “uno de los dos principales retos que tiene por delante la Humanidad. Frenar el calentamiento global requiere una tarea permanente y como se está trabajando para dentro de tres generaciones muchos piensan que no hay urgencia. Pero el impacto para el planeta puede ser terrible”, ha abundado.

El dirigente político ha admitido que en España no “se es tan consciente de la intensidad del problema”, pero ha explicado que en sus viajes como Comisario ha podido comprobar que “islas del Pacífico están desapareciendo y algunos países están comprando tierras en la isla de al lado para poder alojar su población”. En cuanto a la implicación de estados como China o EEUU a la hora de limitar las emisiones, ha recordado que cuando se aprobó el Protocolo de Kioto admitieron compromisos vinculantes 35 naciones. En esta ocasión si pidió a todos los países que “expusieran lo que iban a hacer y más de 167, que representan el 94% de las emisiones han presentado sus objetivos; los países han dicho qué quieren hacer y se va a poner en marcha esas políticas”.

No estaba París para sentarse a tomar café en la calle con total tranquilidad. Europa es en estos momentos un continente que debe enfrentar graves problemas de futuro, que debe asegurar la convergencia de sus países, que tiene la obligación de proteger su cultura y a la vez mantener las calles alejadas de la violencia que surge del fundamentalismo religioso, que tendrá que encontrar una salida para la convivencia puesto que un mestizaje con el Islam es impensable y que deberá ajustar su política a la democracia y su economía al trabajo, la productividad y el crecimiento. Fundamentalmente, los países del sur como España, Grecia e Italia, que no parece que pongan coto al endeudamiento ni a la corrupción. Por otro lado, Europa quiere llevar un papel de liderazgo en la lucha por la conservación del planeta Tierra.

Diplomáticamente, las espadas están en alto. Los AK-47 y los explosivos del terrorismo, también.

“Se está distorsionando la Ciencia para conseguir dinero”

“Se está distorsionando la Ciencia para conseguir dinero”La posición de todos los científicos sobre el cambio climático no es uniforme en absoluto. Este documental recoge la opinión de algunos que advierten que todo lo que gira sobre el cambio climático es una teoría alarmista que tiene el único interés de obtener dinero a través del miedo. Según estos analistas, efectivamente el clima cambia, pero no es el hombre quién provoca esos cambios y mucho menos el calentamiento como consecuencia de las emisiones de CO2.

La estrategia de Canarias contra el cambio climático

La estrategia de Canarias contra el cambio climáticoEl Gobierno de Canarias, impulsado por las acciones exteriores y asimismo por la combatividad de los colectivos locales en la defensa del planeta Tierra, ha elaborado también una estrategia para la lucha contra el cambio climático, fundamentada en las siguientes premisas:

“El cambio climático es uno de los mayores retos a los que se enfrenta actualmente la humanidad. El progresivo calentamiento del planeta, causado por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) generados en buena parte por el hombre, está agravando, y empeorará aún más en el futuro, los problemas más acuciantes que afronta la población mundial y cuya síntesis más amplia es la pobreza. Serán los pobres, las naciones y las personas más vulnerables las que más pronto y severamente van a sufrir los impactos del calentamiento” ...

“Su situación geográfica (proximidad al continente africano), sus características físicas (insularidad) y su biodiversidad hacen de nuestro Archipiélago un lugar muy vulnerable a los actuales y futuros impactos del cambio climático. Entre los factores diferenciales determinantes de la específica dimensión probable de los efectos, destaca la lejanía al continente europeo, donde se encuentran los centros administrativos y una parte muy significativa de los factores de producción que constituyen el valor añadido regional, lo que aumenta los costes y disminuye la competitividad, además de reducir la capacidad de reacción ante eventuales emergencias. La insularidad incrementa el déficit de accesibilidad, y los sobrecostes diferenciales, al tiempo que los probables efectos de la subida del nivel del mar”.

Esta declaración contiene la totalidad de lo planteado por el Gobierno de Canarias ante el problema.

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