Puertas que se cierran, puertas que se abren

Inmigrantes encaramados a la valla de Melilla. Foto: Efe

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Por mar, por tierra o por aire. Por Ceuta, Melilla, Canarias o el Mediterráneo. El control de una, produce más entradas por otra. Las estrategias que ha llevado a cabo el Gobierno español y que actualmente está proponiendo la Unión Europea tras las tragedias en el Mediterráneo contribuyen a que el viaje que realizan estas personas sea cada vez más arriesgado y peligroso debido al cierre de esas puertas de entrada a Occidente. Pero la creciente oleada de conflictos en África y Oriente Medio está generando que cada vez más personas se vean en la obligación de abrir otras puertas de entrada a Europa, a una vida mejor, o, directamente, a no perder su vida.

Me van a permitir hablar en primera persona. Viajé hace unos cuantos meses de Canarias a Melilla para trabajar como periodista en una radio local. Un documento nacional de identidad me acreditaba para coger un avión y un barco y llegar a una ciudad de 13 kilómetros cuadrados de extensión de la que sólo conocía lo que aparecía en los medios de comunicación: la valla que la rodea. Tras ocho horas de viaje nocturno en barco, desde Málaga, atraqué en Melilla. Tras salir del puerto, el primer golpe de vista que encontró mi mirada fue una fortaleza amurallada, con varios cañones sobre sus estructuras apuntando al mar.

Y es que Melilla, que fue incorporada a la Corona española en 1556 sin apenas resistencia, era utilizado como presidio, y prácticamente no contaba con población civil. Es decir, que Melilla, en sus inicios, era una especie de cárcel y había que protegerla.

La historia de esta ciudad está salpicada de conflictos y guerras con Marruecos, que durante los siglos siguientes intentó recuperar ese territorio que se encuentra dentro de sus fronteras. Fue en el siglo XIX, en 1859, cuando se establecieron los límites tan imprecisos que delimitan a Melilla: ambos países acordaron que el alcance del disparo de un cañón denominado el caminante sería lo que marcaría la diferencia entre estar en España o en Marruecos.

En los lugares donde cayeran los proyectiles se realizaría un levantamiento topográfico que uniría la delimitación de la frontera hispano-marroquí. A día de hoy, saber si uno está en territorio español o marroquí sigue creando controversia.

Maleta en mano, mientras amanecía, avanzo para llegar a la que sería mi casa durante los primeros meses en esa ciudad. Al salir del puerto, en los pies de la muralla, un monumento recibe a los visitantes de Melilla. Una estatua de Francisco Franco, con unos prismáticos al cuello, un bastón y un gorro de explorador da la bienvenida a las personas que llegan a la ciudad en barco. Ahí uno empieza a darse cuenta de dónde está.

En Melilla comenzó la sublevación militar que desembocaría en la Guerra Civil. El golpe triunfó en esta ciudad sin apenas resistencia, mientras Franco se encontraba en Las Palmas, donde recibió la noticia de que la ciudad había sido tomada.

Actualmente aún existe un monumento que conmemora el inicio del golpe de estado en la ciudad, pese a la entrada en vigor hace años de la Ley de Memoria Histórica.

Está ubicado donde comenzó el alzamiento y, entre otras representaciones, contiene el yugo y las flechas con la frase: “una, grande y libre”, además de un águila que corona el monumento junto al escudo franquista.

Pero lo más llamativo de esta ciudad no son ni sus cañones ni sus monumentos franquistas. Antes de llegar, lo único que había escuchado de Melilla a través de los medios de comunicación tenía como epicentro una estructura metálica de seis metros de altura que cada año, cientos de personas intentaban saltar.

La Valla

La valla de Melilla, de la que existen tantas imágenes, impresiona al verla. Y la imagen más representativa es la del activista y presidente de la asociación Prodein, José Palazón, quien lleva más de cincuenta años en la ciudad dedicándose, entre otras cosas, a denunciar la situación que sufren las personas que deciden migrar a España a través de la frontera de Melilla.

Esta estructura se construyó en 1998 en Melilla bajo el Gobierno de José María Aznar y con tres metros de altura, por valor de 5.500 millones de pesetas, financiada en parte por los fondos europeos de desarrollo regional.

Se construyeron dos vallas paralelas, de 12 kilómetros de extensión, y contaba con concertinas en algunos tramos de la misma. Con los años, la valla experimentaría varias transformaciones hasta ser lo que es hoy: un negocio y una medida infructuosa contra la emigración, cuyos resultados más plausibles son las violaciones de los derechos humanos.

La información que se transmite de Melilla al exterior está prácticamente toda envenenada. Se ha transmitido mucho la idea de ”invasión“. La mayoría de personas que entran son de origen sirio y pasan por la frontera de Beni Enzar”, cuenta Palazón.

En datos, y según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, en 2014 entraron 11.146 personas por Ceuta, Melilla, Canarias, Baleares y la Península a España.

En ese mismo año, Melilla fue el territorio que registró mayor número de entradas: cerca de 5.000 personas, de los cuales 2.101 que procedían del África Subsahariano lo hicieron saltando la valla y más de 2.600 personas, de origen sirio en su mayoría, entraron por el paso fronterizo.

Durante este año, con datos hasta junio, han entrado a la ciudad autónoma aproximadamente 4.000 sirios a través del paso fronterizo según ACNUR. En cambio, durante 2015, algo más de un centenar de personas ha conseguido llegar a Melilla saltando la valla, algo que no ocurre desde marzo (aunque se ha producido más de una decena de intentos) debido a que las fuerzas y cuerpos de seguridad marroquíes desmantelaron los campamentos donde los migrantes aguardan su oportunidad para saltar la valla y desde entonces la frontera permanece “cerrada”.

En Canarias, en lo que va de año han llegado a las cosas del Archipiélago alrededor de 170 personas, (de un año a otro las Islas han experimentado un crecimiento de las 209 a las 352 personas en 2014). Unos datos muy alejados de los del 2006.

Refugiados

Es una de las mayores tragedias de nuestra época, supone el mayor desplazamiento forzado desde hace 25 años. El número de personas que estarían en el ámbito de competencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) en todo el mundo ha crecido exponencialmente en los últimos 50 años.

De los algo más de 2 millones de refugiados en 1975, a más de 27 millones en 1995, hasta las casi 60 millones de personas que se han visto forzadas a huir de sus países de origen, según su último informe de ACNUR.

Y de todos los países, Siria es el que más refugiados ha generado: más de cuatro millones de personas. En España han solicitado asilo cerca de 6.000 personas en 2014, en su mayoría sirios, de los cuales, solamente se concedieron 1.583, un 26% del total, estando a la cola en Europa. En Alemania, por ejemplo, se presentaron más de 200.000 solicitudes, según el servicio europeo de estadística Eurostat.

La Unión Europea ha movido ficha y ha establecido una cuota para refugiados, es decir, que cada país miembro acoja a un determinado número de solicitantes de asilo en un plazo de dos años, distribuidos según las características de cada región: un total de 60.000.

Se trata de una estrategia obligatoria para reasentar a las personas que ya se encuentran en suelo griego o italiano con el objetivo de colaborar con estos países, los más afectados tras la llegada de embarcaciones por el Mediterráneo. Y otro voluntario para acoger a solicitantes de asilo de terceros países fuera de la Unión Europea.

A España le correspondería acoger a 4.288 de forma obligatoria y a 1.549 del plan voluntario, algo a lo que se ha negado el Gobierno central, considerando que es una cifra excesiva debido a que, según el ministro de exteriores, la tasa de paro del país es muy alta como para ofrecer trabajo a las 5.800 personas que huyen de sus territorios de origen.

Explica Palazón que “según el ministro del Interior, hasta septiembre de 2014 a Melilla no llegaban refugiados. Pero en septiembre, tras las presiones internacionales Jorge Fernández Díaz debe reconocer que están llegando y que hay refugiados y monta una oficina de asilo que inauguraría en marzo de este año. Es entonces cuando se reconoce el estatuto de refugiados de los sirios. Hasta esa fecha había una mafia muy extensa que hacía pagar a los sirios entre 1.500 y 3.000 euros por entrar y esa mafia se alimentaba de las políticas de Jorge Fernández Díaz, porque al no reconocer su estatuto de refugiado, fomentaba que las mafias se extendieran, mientras los subsaharianos se dejaban la piel en las vallas, los sirios se tenían que dejar sus ahorros de toda la vida”.

Desde que se habilitó la oficina de asilo en Melilla, el número de solicitantes ha crecido exponencialmente: de las 41 peticiones que hubo en 2013 a las más de 3.600 que se han solicitado desde septiembre de 2014 (más de la mitad realizadas a partir de marzo de este año en la oficina de asilo).

Una vez obtienen el derecho de asilo, estas personas tienen derecho a vivienda, sanidad, educación y acceso al mercado laboral. Antes de esto, los sirios accedían a la ciudad de forma clandestina, con pasaporte marroquí falso, pagando grandes cantidades a las llamadas “mafias” u organizaciones marroquíes, quienes les aconsejaban que entraran como inmigrantes ilegales antes que como refugiados, porque de lo contrario no podrían llegar a otro país de la Unión Europea. Y es que los sirios no quieren, en su mayoría, quedarse en España y por miedo a no poder salir del país, no solicitaban el derecho de asilo.

Cuando realmente, al solicitar asilo los trámites se agilizan mucho más para llegar a la Península, como está ocurriendo ahora en la ciudad, donde se están registrando más trámites que en cualquier otro lugar de España. Incluso la ley europea especifica que si un refugiado no solicita asilo en el primer país al que llega, el segundo territorio al que pretende entrar le puede mandar de vuelta al primero para gestionarlo.

Sin embargo, también muchos subsaharianos huyen de conflictos en su país (Costa de Marfil, Nigeria o Mali), pero no se les reconoce como refugiados. Son varios los motivos que explican esta discriminación. Según las palabras de Fernández Díaz en la inauguración de la oficina de asilo en Melilla “el drama que ha impulsado a los subsaharianos a venir a Ceuta y Melilla no les legitima para tener protección internacional” y según el ministro del Interior, tampoco lo reclaman una vez están en suelo español.

No les considera refugiados, sino “inmigrantes económicos”. Díaz reconoce que viven en situaciones dramáticas, pero pueden ser devueltos en la frontera porque no reúnen los requisitos necesarios para ser considerados refugiados. ¿No hay conflictos en Mali? ¿Ni en Costa de Marfil? ¿Ni en la República Centroafricana? ¿Ni en Níger?.

La realidad es que la mecánica burocrática para los solicitantes de asilo subsaharianos es muy lenta. La mayoría también quiere salir de Melilla, “llevo desde los 14 años en Melilla y voy para los 60 años y sólo conozco a dos inmigrantes de todos los que han pasado por la ciudad que se han quedado a vivir aquí”, ejemplifica Palazón.

Por ello, dado que los procesos de solicitud de asilo pueden alargarse durante años y al final suelen ser denegadas en su mayoría, prefieren entrar como inmigrantes irregulares a la espera de ser trasladados a Madrid en un periodo menor de tiempo.

Además, los subsaharianos no pueden solicitar asilo en la frontera, ya que no pueden entrar con pasaporte falso haciéndose pasar por marroquí como los sirios, porque estos sí se parecen físicamente a los alauitas, en cambio, los subsaharianos son negros y tienen prohibida la entrada por los pasos fronterizos, al ser “irregulares”, es decir, no cuentan con la acreditación necesaria que exige España para poder entrar.

La única manera es entrar saltando la valla. Pero no puede solicitar la petición desde la frontera, sino que, una vez en territorio español, deben acudir a la oficina de asilo, según dicta la modificación de la ley de extranjería. Que los subsaharianos no puedan pedir asilo en la frontera vulnera el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el artículo 33 de la Convención de Ginebra, entre otros.

Así lo resume Palazón: “Los subsaharianos también podrían pedir derecho de asilo y ser refugiados porque vienen de guerras, pero como son negros no se les reconoce este derecho. El ministerio del interior se ve forzado a dar asilo a cierta gente, pero sólo a un cierto sector. Las consecuencias son gravísimas. Las acciones en la valla, la violencia, la irresponsabilidad en la que incurren. Todo eso son consecuencias de las políticas de Interior”.

Sin embargo, En comparación con el número de personas que han intentado llegar a Europa por el Mediterráneo, (aproximadamente 218.000 en 2014 y más de 137.000 en lo que va de año, según ACNUR) estas cifras pueden parecer irrisorias.

Pero es que no se trata solamente de números, de cuántos, sino de quiénes y de por qué lo hacen y qué hacen los dirigentes de la Unión Europea para hacer frente a una situación sin precedentes y cuál es la responsabilidad de la sociedad civil en todo esto.

El comienzo

Esta situación no es nueva. Cada año se repite una tragedia cerca de las costas europeas con la muerte de cientos de personas que huyen de conflictos o buscan una vida mejor. La migración es un fenómeno constante en la historia de la humanidad. Y en el caso de Ceuta, Melilla y Canarias, comienza en la década de los noventa.

Esta palabra, migrante, comenzó a llegar a los oídos de los canarios en la década de los 90. Concretamente en 1994, cuando llegó la primera patera, esa embarcación de pescadores. Dos veinteañeros hicieron una travesía de casi 90 kilómetros en 24 horas.

Cuenta el periodista canario José Naranjo, quien ha seguido desde el terreno el fenómeno de la inmigración africana hacia las Islas, tanto desde la óptica local como desde los países de origen, que “en los noventa España demandaba mucha mano de obra en sectores como la construcción o la agricultura, era una tierra de oportunidades. Y Canarias y Ceuta y Melilla estaban a tiro de piedra. Todo depende de los flujos, de puertas que se abren o cierran.” en los noventa España demandaba mucha mano de obra en sectores como la construcción o la agricultura, era una tierra de oportunidades. Y Canarias y Ceuta y Melilla estaban a tiro de piedraTodo depende de los flujos, de puertas que se abren o cierran

Partieron desde el Sáhara Occidental y llegaron a Fuerteventura. Fueron los primeros. Veintiún años después son casi 100.000 las personas que han partido desde África en pateras o cayucos para alcanzar las costas canarias. Y esos son los que lo han conseguido. Por el camino han quedado muchos, la cifra oficial los sitúa en torno a los 1.770 desde que se produjo el primer naufragio en 1999.

Fue también durante la década de los años noventa cuando tanto en Ceuta como en Melilla comenzaron a llegar los primeros migrantes, al principio sin tener que saltar una valla, eran acogidos en campos de fútbol o en hospitales. Paradójicamente, tras la construcción de la valla en Melilla en 1998 con el objetivo de frenar la emigración se erige el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) para acogerlos.

Los CETIS se construyeron en tiempos del primer Gobierno de Aznar y fueron inaugurados por el que fue su ministro de Asuntos Sociales, Manuel Pimentel. El CETI de Melilla se inaugura el 26 de mayo de 1999 con una capacidad de acogida de 472 plazas.

En los últimos años ha visto desbordada su capacidad llegando incluso a superar las 2000 personas acogidas, teniendo que colocar tiendas de campaña en los alrededores. Es un espacio donde personas de diferentes nacionalidades conviven en condiciones muy duras: baños sucios, apenas tienen privacidad, colas kilométricas para obtener alimento, familias separadas…

Este tipo de centros sólo existen en las ciudades autónomas, en el resto de España hay construidos un total de ocho Centros de Internamientos de Extranjeros (CIE), de los cuales, hay tres en Canarias (uno en Tenerife, otro en Gran Canaria y uno en Fuerteventura que actualmente permanece cerrado dado su escaso uso).

Según Palazón, “los CETIS no son necesarios ni los CIES tampoco. Lo que ocurre es que la diferencia entre uno y otro no es muy clara. La única diferencia que veo es que en los CIES viven bajo un régimen disciplinario carcelario, y en los CETIS los inmigrantes pueden salir. Pero aquí no pueden salir de la ciudad. Es como una cárcel con un patio grande de 13 kilómetros cuadrados, que es la ciudad. Pero no pueden trabajar ni pueden hacer prácticamente nada”.

Acceder al CETI para ver las condiciones en las que viven estas personas es prácticamente imposible. Primero es necesario pedir permiso a Madrid y esperar que lo concedan. Y en cuanto a los CIES, la opacidad es aún mayor.

Recientemente, durante el mes de junio, ha salido un estudio titulado Situación actual de los CIES en España y su adecuación al marco legal vigente, elaborado por la ONG jesuita Pueblos Unidos. En el mismo, se da información sobre varios de los CIES de la Península. Sin embargo, al llegar al de Hoya de La Plata, en Gran Canaria, el informe revela que “la dificultad en el acceso a la información ha sido el elemento determinante para poder realizar y cumplimentar adecuadamente los distintos apartados de los que consta el informe. Al momento de redactarse este documento se estaba a la espera de lo que pudiera indicar el Juzgado de Control, que si bien había tenido una actitud receptiva a responder algunas de las preguntas, sin embargo, no ha remitido hasta el momento información en ese sentido”.

Realmente, como en el pasado de la ciudad autónoma, cuando funcionaba como presidio, el CETI es como una cárcel para el inmigrante. Un lugar en el que no tiene absolutamente nada que hacer, se encuentra a la espera para trasladarse a la Península, una espera que se puede alargar años.

Además, Ceuta y Melilla presentan la particularidad de que no están dentro del espacio Schengen, por lo que no pueden circular libremente por territorio español. Es decir, las ciudades autónomas no están dentro del acuerdo ratificado en 1995 por algunos de los estados miembros de la Unión Europea (entre ellos España) en el que se permite circular libremente por las fronteras interiores de los territorios firmantes, trasladando los controles a las fronteras exteriores. Lo que contribuye aún más que estas ciudades supongan para los inmigrantes verdaderas prisiones.

Fronteras

Desde agosto a octubre de 2005 se produjeron varios sucesos en Ceuta y Melilla que harían movilizarse al Gobierno español y tomar medidas. En todos los saltos que tuvieron lugar por aquellas fechas, perdieron la vida alrededor de 14 personas y cientos resultaron heridas. Ese año, el número de personas que entraron a las ciudades autónomas superó las 5.000, según datos del ministerio del Interior.

Según un informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, está constatado el maltrato y la violencia que la Guardia Civil empleó en aquellos sucesos.

Estos hechos se produjeron en 2005, no había llegado la crisis a España, la situación económica era boyante, la tasa de paro estaba en el 8,7%. Las personas que intentaron cruzar la frontera durante esas fechas abrieron nuevas puertas para llegar a Europa saliendo de las duras condiciones en sus países.

Durante ese año también se produjo la expulsión de 73 migrantes subsaharianos de forma ilegal a Marruecos, lo que se conoce como “devoluciones en caliente”.

Tras estos hechos y a pesar de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero declaró que abriría una comisión de investigación, no se han aclarado aún los sucesos porque no se abrió ninguna vía para esclarecerlos y muchas de las atrocidades que se cometieron quedaron impunes.

Lo que sí tuvo consecuencias fue la colocación de las concertinas en medio de las dos vallas, la construcción de una sirga tridimensional y la elevación de la estructura de los tres a los seis metros. Todo ello, con un presupuesto de 28,1 millones de euros para las dos ciudades con el objetivo de convertir estos territorios en fronteras infranqueables, algo que no han logrado.

Esta respuesta es la que ha repetido una y otra vez el Gobierno español desde que se decidió erigir la valla: vallas más altas, vallas más difíciles de franquear, con el mismo resultado, como se ha vuelto a producir tras los hechos ocurridos en Ceuta en 2014 en el Tarajal, tras la decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de volver a colocar en 2013 las concertinas y unas mallas anti trepa.

Esto también es parte de un negocio, ya que la emigración, como explica Palazón “afecta muy positivamente a Melilla. Gran parte de la economía de la ciudad gira en torno a la valla. Inversiones de alambres, cámaras, centros como el CETI, centros de menores, las fuerzas de cuerpos y seguridad del estado que llenan los hoteles, porque esta ciudad apenas tiene turismo. Más del 90% de la ocupación hotelera en Melilla son fuerzas de seguridad. Las subvenciones que se reciben a nivel europeo. La valla y la inmigración puede concebirse como ”la segunda empresa“ en importancia en cuanto a puestos de trabajo y actividad económica en la ciudad”.

A esta estrategia se suma la colaboración con Marruecos, cuyas fuerzas y cuerpos de seguridad realizan redadas periódicas en los campamentos que están en los alrededores de la ciudad autónoma y dejan abandonadas a estas personas a su suerte en el desierto. El objetivo: blindar y sellar la puerta de entrada.

Un año después, en 2006, se produjo un incremento espectacular en Canarias que pasaría a la historia como la crisis de los cayucos. De las 4.715 personas repartidas en 213 embarcaciones que llegaron a las costas del Archipiélago en 2005, pasaron a 31.678 personas en 588 cayucos en su mayoría. Ese año más del 80% de la inmigración ilegal que entró en España lo hicieron por las costas de Canarias.

Tras estos hechos, la respuesta del Gobierno y de Europa no se hizo esperar y de los 31.678 de 2006 (la cifra más alta de la historia), se descendió en 2007 a menos de la mitad (12.478) y en 2008 a la tercera parte (9.181). En 2009, la cifra de llegadas cayó de nuevo de forma importante hasta quedarse en 2.246, y en 2010 se redujo un 91 %, a 196.

¿Cómo se explica este descenso?

Se decidió cerrar otra puerta. Cuando se produjeron estos hechos en 2006, Europa se movilizó, tras las peticiones del Gobierno de Zapatero, y puso en marcha por primera vez Frontex, una agencia encargada de vigilar las fronteras exteriores de la Unión Europea, enmarcado dentro del Plan África, que consiste básicamente en la colaboración con los países de origen para frenar la emigración a Canarias.

Su misión: vigilas las costas canarias y la de los países africanos desde donde parten las personas en dirección a las islas. Países como Marruecos, Senegal o Mauritania. Y así evitan la salida de las embarcaciones y desvían las que lleguen al Archipiélago.

Esto ha contribuido a que los emigrantes tengan dos opciones: elegir otra ruta más peligrosa para llegar a las cosas canarias o cambiar la puerta de entrada, como explica José Naranjo: “En primer lugar, el descenso de estos años se ha debido, creo, a la política de expulsiones puesta en marcha desde España que desmotiva a los candidatos a la emigración. También la propia peligrosidad del viaje, que costó miles de vidas. En tercer lugar, la vigilancia en la costa, tanto por las autoridades de países como Marruecos o Senegal como por parte de España. Luego está el hecho de que España coyunturalmente ha dejado de ser atractivo para la emigración”.

La Fortaleza

Actualmente la llegada de embarcaciones a las Islas Canarias es mínima en comparación a los años 2006, 2007 y 2008, aunque aumenta leventemente en los últimos años. Y las “avalanchas” o “tsunamis” de personas que llegan a Ceuta y Melilla de forma irregular suponen menos del 4% de la emigración que llega a la Unión Europa, según datos de la ONG ACCEM.

Actualmente las puertas más frecuentadas están en el Mediterráneo, rumbo a Italia, a Malta y a Grecia. El Mare Nostrum ha sido durante este año (y durante los años anteriores) el cementerio de muchas de las personas que intentan entrar a la Unión Europea. Es la crisis migratoria más grande desde la Segunda Guerra Mundial.

Libia, ese país que Occidente liberó del dictador Muamar Al Gadafi, es un país prácticamente sin gobierno, por lo que proliferan muchas “organizaciones” que trafican con personas rumbo a Europa. Se trata de oferta y demanda: un negocio. Se cierra una puerta, se abre otra. Y ahí es donde la Unión Europea ha puesto el centro de su discurso para hacer frente a esta situación y crea su plan militar llamado EUNavfor Med.

Todo en nombre de lo que los líderes europeos no paran de repetir como un mantra: la lucha contra las mafias.¿Existen estas mafias organizadas? “Existen personas más o menos organizadas que se aprovechan de la situación, pero desde Europa se ha construido un discurso respecto a las mafias que exagera su papel en este fenómeno. Y, en todo caso, si existen estas organizaciones no son grandes estructuras y surgen precisamente a consecuencia de la represión fronteriza”, explica Naranjo.

La estrategia y el objetivo es similar al de la crisis de los cayucos: localizar a las embarcaciones antes de que partan y evitar su salida o desviarlas, con la peculiaridad de que pueden tomar “todas las medidas que consideren necesarias” para frenarlos. Es decir, cerrar la frontera.

A esto se suman las vallas de España en Ceuta y Melilla y la que Grecia construyó en 2012, de 10,3 kilómetros de longitud y cuatro metros de alto, repleta de alambre de espino. Bulgaria ha decidido extender de 30 a 82 kilómetros en la frontera con Turquía la suya. Además Inglaterra endurece el castigo a los ciudadanos que alquilen viviendas o empleen a indocumentados.

“Quizá en Canarias si ha funcionado y ha cesado bastante como solución a un problema considerado de forma global como europeo, pero en seguida se abrió la vía de Lampedusa en Italia, ya que el problema realmente es de los migrantes. Esto no es la solución, es como el agua, el agua discurre. Cerrar las vías de entrada de Ceuta y Melilla ha servido para que todos los chavales que estaban en el monte Gurugú salgan en pateras continuamente. Todos están esperando el turno de coger una patera. Y están saliendo pateras que antes no salían. Están llegando de igual forma”, resume Palazón.

No se ahonda en las causas que llevan a estas personas a elegir vías de entrada que ponen en peligro sus vidas. La procedencia de los que deciden poner rumbo a Europa, ya sea por Canarias, por Ceuta y Melilla o por el Mediterráneo, es similar. Donde ay conflicto, hay migrantes, donde hay pobreza, hay migrantes, donde hay paro, hay migrantes.

“La mayoría de los candidatos a la emigración emprenden el viaje por falta de horizontes en sus respectivos países, por la intención de tener una vida mejor. No es muy diferente a las causas que llevan ahora a los jóvenes españoles a salir al extranjero, aunque las circunstancias del viaje y en el país de destino sean radicalmente diferentes”, narra Naranjo.

El cierre de fronteras contribuye a que las condiciones en las que los migrantes van hacia Europa sea más peligrosa, pero siempre buscarán la forma de entrar, ya sea saltando una valla, atravesando el mar, o gastando los ahorros de toda su vida para pasar una frontera. Durante mi estancia en Melilla, tuve la oportunidad de acudir a la presentación de un calendario de mujeres que presentaba, entre otras, la periodista internacional Rosa María Calaf, quien ha estado en más de 160 países haciendo periodismo.

Los periodistas que allí estábamos, le preguntamos sobre la situación de Melilla, la migración y la cobertura que se le da. Para Calaf, lo importante en este punto, desde la responsabilidad que tienen los medios de comunicación, es dar información a la sociedad para que “se haga la pregunta clave que es por qué vienen los migrantes”.

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