El desplome de la prensa de papel

Las rotativas cada vez imprimen menos periódicos por el auge del periodismo digital.

Jorge Batista Prats

Las Palmas de Gran Canaria —

Iniciándose la segunda mitad del siglo XV, le da por nacer en Maguncia (Alemania), hijo de un patricio, a un tal Johannes Gutenberg, a quien todo el mundo conoce como Johannes Gensfleisch zur Laden. Para los perspicaces, desconfiados y conspiranóicos, advertiré que nada tenía que ver con los talibanes, no obstante su segundo apellido. Tampoco con Osama bin Llamazares, comunista relacionado con la CIA muy posterior en el tiempo. Johannes se decanta desde niño por la orfebrería – era gran conocedor de la fundición en oro – y la invención. Fue platero en Estrasburgo y alrededor de 1440 crea la prensa de imprenta con tipos móviles. Lo primero que imprime es el Misal de Constanza (aunque hay quien señala que no lo hizo él, ya que el papel, dicen, no correspondería a su época). Sí es seguro trabajo suyo la celebérrima Biblia de 42 líneas oBiblia de Mazarino, editada por la editorial Vulgata. Esa publicación es considerada el comienzo de la Edad de la Imprenta que abocó a la Sociedad de la Información y más tarde, grandes vicios de por medio, a la de la manipulación subliminal y a cara descubierta. Fue el 3 de febrero de 1468 cuando Gutenberg salió con los pies por delante de su hogar de Maguncia. Como no podía ser de otra manera, murió arruinado, al igual que tantos hombres y mujeres del mundo de la Cultura y como tantos periodistas acabarán de aquí a Dios sabe cuándo y dónde.

“In the begining, God”. Pitagoricemos el asunto. Matemática. Hace exactamente diez años, la suma de difusión diaria de El País, El Mundo, ABC y La Razón se situaba en torno a los 1.900.000 periódicos. Hoy, cuando comienza 2016, está en torno a los 500.000. Un derrumbe del 27,5%. La noticia no es buena para los grandes de la prensa escrita, pero aún es peor advertir que cada año que pasa, la caída aumenta. Así, de 2014 a 2015 han dicho adiós a 60.700 ejemplares, más de los que perdieron de 2013 a 2014. Terrorífico in crescendo. ¿O in descendo? En cuanto a Canarias, ya la Oficina de Justificación de Distribución (OJD) ha destacado que desde 2004 a 2014, los cinco periódicos de mayor tirada pasaron de distribuir 113.558 ejemplares a unos 53.300. Ello supone una caída del 53,1%, más de 20 puntos porcentuales por encima de los media de papel nacionales. En Internet encontrarán información sobre los vaivenes de cada diario, así que no voy a entrar en detalles de menor calado. Sí diré que no es lo mismo difusión que lectura, por si hay algún profano despistado. Sé de buena tinta que la cantidad de almas que leen (los titulares) el periódico de papel a la hora del desayuno lo hacen en la barra del bar. Recomiendo al respecto una visita a los establecimientos cafeteros en torno a los edificios donde trabaja el funcionariado, e incluso más allá. Cuando dirigía el Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, pese a disponer de un bar/restaurante debajo de la planta baja – Soria, entonces alcalde, lo quiso eliminar porque decía que allí se conspiraba contra él –, algunos funcionarios iban a desayunar al Tatono (Más de Gaminde) e, incluso, a Las Canteras. Pero juro y certifico que eran pocos, aunque expertos en el despiste del fichaje. En estos momentos, desconozco y no me importa si deben aportar la huella dactilar al entrar y salir del laboro como cuerno largo de Texas. Mi nombre es Bond. James Bond.

Lo que los prospectivistas más avezados mantienen con respecto a la prensa escrita en España para 2016 es lo mismo que lo que señalan los economistas más serios con respecto al crecimiento y el desempleo. Nada de recuperación. Vamos a peor. De los últimos datos de la OJD – recogen el estado de la cuestión desde enero a noviembre de 2015 -, algunos analistas infieren, por ejemplo, que El País lucha por no bajar de los 200.000 ejemplares y El Mundo, de los 100.000. Por aquello de la honra. Así,El País perdió 18.200 lectores diarios; El Mundo, casi 20.000; ABC, 15.000 y La Razón, 8.011, en el período citado. La pérdida de influencia de la prensa de papel es impresionante, después de haber vivido íntimamente ligada al regimen del 78 y a filias y fobias partidistas. Jaume Roures manifestaba hace poco que “las páginas de El País que Juan Luis Cebrián dedica a atacar a sus enemigos son actualmente menos afiladas que hace unos años. Cortan y asustan menos que nunca. Estos periódicos llegan a menos gente, tienen una menor capacidad para condicionar la agenda política y económica española y se enfrentan a una cada vez más potente competencia que ha encontrado en Internet un perfecto caldo de cultivo”. Si nos vamos a los datos de la OJD sobre la evolución de los diarios de papel canarios entre enero y mayo de 2015, nos encontraremos con la siguientes difusiones: El Día (14.172), Diario de Avisos (7.617), La Opinión (3.690), La Provincia (15.729), Canarias7 (12.754).

En su estudio sobre La crisis de los grandes periódicos, el periodista Matías Martínez Molina comenta que “los grandes diarios de referencia del mundo están perdiendo difusión e ingresos por publicidad. La caída, lenta y continua, ha sido acelerada por la actual crisis económica. Los profetas del mundo digital ya dan como seguro el fin de la prensa”. Argumenta, además, que “no sólo la prensa sino todos los medios de comunicación están en medio de una revolución tecnológica. La televisión abierta, por ejemplo, pierde espectadores a una velocidad mucho mayor que la prensa pierde difusión”. No obstante, opina que “paradójicamente, los grandes diarios nunca han tenido tanta influencia y alcance como ahora. La prensa cometió un grave error al ofrecer la lectura gratis de su contenido digital en la red sacrificando su versión en papel. Ahora estudia las maneras de cobrar por ese acceso. Los diarios de referencia que consigan convencer a los lectores de la relevancia de su contenido tendrán más posibilidades de enfrentar el futuro”. A mi juicio, no sólo son la tecnología de las redes virtuales, la carestía del papel, los costes de personal y la crisis quienes están llevando a la hoguera a los periódicos vegetales. Al igual que los partidos y sus líderes, han ido alejándose de la sociedad civil para conformar una élite de poder con relaciones nada transparentes con la política y la economía en muchísimas ocasiones. Se habla de cifras macroeconómicas, pero rara vez se señala que a la anorexia de los diarios se une una importante baja de la calidad informativa. He hablado con directores de periódicos que han admitido sin ambages de ningún tipo que sus publicaciones tienen bastantes deficiencias en lo que al lenguaje se refiere. Vocabulario, sintáxis y faltas de ortografía tienen mucho que ver con una decadencia que es vox populi. La rebaja del capítulo uno se ha colocado inmisericorde sobre la profesionalidad por imperativo del balance de resultados. Muchísimos periodistas han sidos despedidos y los que pueblan las redacciones se enfrentan a salarios ridículos. La misma figura del director ha perdido un importante peso específico – en todos los medios de comunicación – y son los editores quienes, más allá de la lógica línea editorial o ideológica, fijan ya hasta los acentos de cara a la recaudación y en detrimento de la ética y la responsabilidad ante el lector. También estamos ante una crisis de credibilidad. El País, por citar un diario – léase entre líneas – cambió su eslogan de “Diario independiente de la mañana” a “El periódico global en español”. Lo de la independencia ya suena solamente a Goya y 1808.

España vive una situación peculiar y muy específica que se observa claramente al analizar la escena socioeconómica. Un ejemplo inmediato es la confusión en que está sumido el país y que se concreta en la tremenda dificultad para formar Gobierno tras las Elecciones Generales del 20-D. En la práctica, la corrupción es un reguero de pólvora que llega allá donde existe un ápice de fuerza. En un escenario donde no existe la separación de los tres poderes clásicos del Estado – Ejecutivo, Legislativo y Judicial – es muy fácil que los mass media caigan también presa de las irregularidades y el juego sucio. Martínez Molina, no obstante, insiste en que “los grandes diarios continúan siendo los principales formadores de opinión, de la agenda de debates de sus países, el ágora de discusión pública y la principal fuente de información y referencia de los otros medios”. Por su parte, Rupert Murdoch, advierte que “las noticias de las cadenas de televisión y de la prensa local de Estados Unidos se basan en el contenido de The New York Times. Murdoch sabe lo que dice: él tiene en ese país una emisora de televisión que emite noticias 24 horas por día, una cadena de emisoras de televisión abierta, prensa local y el control de The Wall Street Journal, el mayor competidor del Times. El libro La face cachée du Monde, tal vez la crítica más violenta que haya sido hecha a ese periódico francés, reconoce con reluctancia que en las redacciones de la televisión se preparan las noticias ”con Le Monde abierto sobre las rodillas“. Esto hace de ese diario el corazón del dispositivo mediático en Francia y, en último análisis, ”el poder entre los poderes“.

La influencia y el alcance de los más importantes periódicos del planeta han aumentado en los últimos años gracias a Internet. La prensa de élite en general ha aprovechado bien esa oportunidad y ha multiplicado su alcance de manera antes poco imaginable. “De tal modo que si la red le ha quitado lectores a las versiones impresas de los diarios, también les ha dado un número muy superior de visitantes a sus sitios. The New York Times, con una difusión de lunes a sábado de cerca de un millón de ejemplares, tiene 22 millones de usuarios únicos por mes en la internet dentro de los Estados Unidos. The Guardian vende unas 300.000 copias por día en el Reino Unido pero su edición electrónica es vista por cerca de 36 millones de personas en todo el mundo: 120 veces más. The Times de Londres tiene 673.000 compradores por día y 21 millones de visitantes por mes”. Algunos han entendido aquello de renovarse o morir, otros siguen obcecados en navegar contra el viento. Y las velas, claro, flamean. Y el barco, evidentemente, se detiene. La ceñida a rabiar ni la conocen ni se la permite el momento histórico.

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