Diez beneficios de convivir con una mascota

Amigos disfrutando del paisaje. (DP).

Nidia García Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

Cualquier persona que haya compartido su vida con un animal, sabrá de lo que hablo. Con seguridad, conocerá esa manera única que tienen de sintonizar con nuestro estado de ánimo, una receptividad que −no pocas veces− escasea entre los propios humanos. Un acompañamiento silencioso pero con capacidad de completar el espacio y nuestros vacíos; bastando una mirada para transmitir apoyo. “Estoy aquí”, parecen decir; y añaden un: “Incondicionalmente”.

Los vínculos creados con nuestras mascotas serán distintos en cada caso, ya que cada animal tiene unos rasgos particulares e irrepetibles. Si bien es obvio que existe una cierta consonancia entre especies, negarles personalidades distintivas, es pecar de desconocimiento. Cada experiencia dejará una huella irremplazable; teniendo en común, si acaso, la oportunidad de contemplar la bondad y la generosidad en su esencia más pura.

En España, el 49,3% de los hogares tiene mascota, lo que supone un total de 16,1 millones de animales, según datos de la ANFAAC (Asociación Nacional de los Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía). Más de cinco millones son perros, el animal de compañía por excelencia del país; pero no está muy lejos de las aves, a las que siguen −casi por igual− peces y gatos. Y las cifras parecen destinadas a seguir creciendo, no sólo por el amor que éstos nos procesan, sino también, debido a las múltiples ganancias que su compañía nos aporta.

Vivir más y mejor 

Los efectos saludables de relacionarnos con nuestras mascotas han sido señalados por la ciencia, que certifica con hechos lo que los propietarios ya intuían: los animales mejoran nuestra vida. Gracias a su compañía, ganamos en calidad, con mejoras a nivel emocional pero también físico; pues se ha probado que el contacto con animales reduce el estrés y proporciona un estado anímico más alegre y relajado. En definitiva, su compañía nos insufla felicidad; y para muestra, el siguiente decálogo.

Diez beneficios de convivir con animales:

Reducen el estrésBastará con unas caricias para obtener una descarga de tensión inmediata. Un gesto placentero que estimula la liberación de oxitocina, un neuromodulador del sistema nervioso, por el cual reducimos la ansiedad.

Una demostración afectiva que, unida al juego y los paseos, contribuirá a despejar la mente y a sentirnos en calma.

Disminuyen el riesgo cardiacoPasear con nuestro perro al aire libre genera un hábito saludable para ambos. A través de estas caminatas programadas, los dueños se mantienen activos, mejorando el estado de nuestro corazón.

La experiencia ha demostrado que los propietarios de perros tienen la presión arterial y el ritmo cardiaco, considerablemente inferiores, al de las de personas sin mascotas.

Aumentan la felicidadTras pasar un rato interactuando con nuestros animales de compañía, sentimos una dosis instantánea de alegría. La clave de esta mejora es la producción de serotonina y dopamina, los antidepresivos que produce naturalmente nuestro cerebro.

Con este contacto conseguimos un remedio para la tristeza y el decaimiento, sino que también disminuimos los niveles cortisol, la hormona que libera nuestro cuerpo en momentos de estrés. De ahí que los satisfechos dueños muestren menos síntoma de ansiedad y consigan una recuperación más rápida en situaciones de tensión.

Mejoran la responsabilidadConvivir con una mascota implica llevar a cabo una serie de rutinas que fomentan la madurez y el compromiso. Saber que un ser vivo depende de nosotros nos ayuda a ser más consciente de nuestros actos y a establecer prioridades.

En los niños es un buen modo de inculcarle valores, como el respeto y el deber, al tiempo que consiguen sentirse útiles y con un propósito. 

Ayudan a expresar las emocionesEl cariño sincero que las mascotas nos transmiten, es contagioso, motivando la expresión de nuestros propios sentimientos afectivos. Una exteriorización que se inicia con el animal, volviendo más natural el manifestar lo mismo a nuestro entorno.

Facilitan la sociabilizaciónHablar de nuestra mascota puede servir para romper el hielo cuando tratamos con gente nueva, siendo el comodín ideal para los momentos de silencio incómodo.

En el caso de los perros, además, propicia el acercamiento de otras personas durante los paseos, convirtiéndose en un buen método para conocer a gente con las mismas afinidades.

Fortalecen el sistema inmunológicoUn estudio ha demostrado que convivir con mascotas desde una edad temprana ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, reduciendo el riesgo de desarrollar alergias o enfermedades respiratorias.

El equipo, formado por investigadores finlandeses, realizó el seguimiento de 397 niños durante su primer año de edad, analizando las consecuencias de relacionarse con animales en ese tiempo. El resultado determinó que aquellos que habían tenido un mayor contacto, gozaban de un sistema inmunitario más fuerte.

Evitan el sentimiento de soledadSu presencia se asocia a protección y seguridad pero su compañía no se limita a la simple custodia. También sirven de apoyo emocional, reduciendo la sensación de soledad y promoviendo el contacto físico. Un cariño que hace las veces de terapia y reforzador de la autoestima.

Alivian la depresiónLas personas deprimidas tienden a recluirse, costándoles mucho salir de casa y relacionarse. El vínculo con una mascota puede ayudar a contrarrestar el efecto; llenando de significado su día y ofreciendo un motivo por el que levantarse de la cama.

El hecho de saber que están ahí y que dependen de nosotros, es capaz de rescatar voluntades perdidas.

Aumentan la esperanza de vidaLas investigaciones han concluido que las personas que tienen animales en casa, en especial perros y gatos, tienen una mayor sensación de bienestar como consecuencia de llevar una vida más saludable al estresarse menos y sentirse acompañados. 

Este compendio de virtudes se traduce en una mayor calidad de vida, lo que mejora nuestras expectativas de prolongarla por más tiempo.

Una responsabilidad con recompensas 

Pese a lo positivo de los datos, tener una mascota no es la panacea que nos libra de todo mal. Al contrario, es importante recalcar lo serio de esta decisión. Pues incluir un animal a nuestras vidas es, ante todo, un compromiso a largo plazo. Son seres vivos que necesitan cuidados y horarios durante años; unos más que otros, de ahí la necesidad de hacer un estudio realista de nuestras posibilidades.

Conocernos a nosotros mismos y a los animales, es el punto de partida idóneo para evitar arrepentimientos y encontrar al compañero más afín. Pudiendo empezar por evaluar nuestra disponibilidad, ya que no es lo mismo tener un gato que puede pasar varias horas solo en casa, tranquilamente, que un perro que depende de salidas periódicas.

También es conveniente saber que, a mayor tamaño, más gastos; pues la medida suele ser el factor de referencia a la hora de aplicar tarifas tanto de peluquería, transporte o veterinario. Influyendo también en las necesidades de espacio del animal y la cantidad de comida que éste requiere.

Las razas nos pueden dar una primera pista sobre su personalidad pero no son el único baremo, especialmente en un país que cuenta con sobrepoblación en albergues de animales sin pedigrí. Elegir una mascota, limitándonos únicamente al aspecto es –como en cualquier relación− el principio del desastre. Si funciona, es más por azar y alineación de planetas que por una correcta causa-efecto. Por tanto, no nos dejemos llevar por las modas y elijamos bajo un criterio más estable: el de nuestra propia personalidad y estilo de vida.

Es mucho más útil observar el temperamento del animal, que puede ser más activo o sosegado y buscar que éste sea compatibilidad con el nuestro. Elegir un cachorro es la opción más impulsiva pero debe saber que éstos requieren más atenciones previas. Aumenta el riesgo de que hagan algún que otro destrozo en casa, necesitando un tiempo mayor de adaptación y corriendo la educación, íntegramente, de su parte. Adoptar un perro adulto, en cambio, ahorra esas enseñanzas previas pues suelen estar en un momento más tranquilo y haber sido educados con anterioridad. Al final, todo dependerá de la dedicación y los sacrificios que esté dispuesto a correr.

Recuerde que los animales domésticos son seres sensibles que se apegan rápidamente a nosotros. Elegirlos por capricho y sin cultivar la paciencia aumentará el porcentaje de abandonos. Incluso si decide llevarlo a una protectora, estará provocando en el animal un episodio traumático. Aunque el personal y los voluntarios hacen todo cuanto está en sus manos, la experiencia puede ser demasiado extrema para ellos. Por eso, cuanto menos tiempo pasen allí, menos secuelas habrá.

Además, dejarlos en un albergue para poder viajar o porque ya nos hemos cansado de “la lata” de tener que pasearlos a diario, dice muy poco de nuestros valores. La obsolescencia programada no influye en los afectos, así que dejemos de alimentar la cultura del usar y tirar. Es un modelo insostenible de consecuencias desastrosas.

Ser consecuente con nuestras decisiones y no rendirnos al menor contratiempo, nos hará mejores personas. Sin obviar la cuota de sonrisas que nuestras mascotas nos regalarán, simplemente, por haberlos dejado ser parte de nuestras vidas. Corresponderles en igualdad de condiciones será difícil pero esforzarse, valdrá la pena: nunca conocerá un cariño como ése.

 

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