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La encrucijada de Taucho

Cartel en el que se hace un llamamiento a la 'resistencia' del colectivo okupa.

Tachi Izquierdo

Santa Cruz de Tenerife —

El Centro Social Okupado Taucho afronta el momento más trascendental de sus dos décadas de existencia, pues tras la última sentencia que estuvo a punto de escenificar su desalojo definitivo, obliga ahora a su asamblea a tomar decisiones más que sustanciales sobre cuál será su futuro.

Con la posibilidad de una permuta por parte del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para que la Tesorería de la Seguridad Social, propietaria de la casa, olvide sus años de reclamaciones para recuperar el inmueble de la calle General Serrano, en el barrio de Duggi, en Taucho se discute algo más que una continuidad, pues lo que se debate y preocupa es un modelo de actuación que pueda ser muy diferente al que hasta ahora se ha venido desarrollando.

Sin un proyecto aún cerrado, sí que se aborda su apertura a colectivos o la reactivación del espacio, algo que debe pasar por su recuperación, lo que genera cierta preocupación puesto que se requiere de un importante esfuerzo económico y , de momento, no están las cosas claras a la hora de articularlo.

Más allá de lo material, también llega la hora de la verdad en cuanto a la pérdida de la verdadera esencia de Casa Taucho, ya que del espíritu libre que siempre ha primado en todas las decisiones que se han tomado en este vivero de diversidad, ahora median las administraciones, pues la vuelta a la titularidad a una institución podría suponer que la transgresión de la okupación dejaría de ser una de sus realidades alentadoras en sus acciones y el sentido de su existencia.

Sin embargo, ese es uno de los elementos de reflexión ante el cambio profundo que se avecina, que según fuentes de la asamblea “hay quien piensa más en ello y hay quien no tanto. Sin embargo, costará Dios y ayuda tratar con esta gente (ayuntamiento y Seguridad Social) y, a la vez, mantener la autonomía que siempre hemos tenido”.

En estos momentos, el diálogo está encaminado a establecer por parte del consistorio municipal un acuerdo de alquiler con la Tesorería, a la vez que con Taucho se alcanza un convenio de cesión, que se establecería con el colectivo Azarug, que cuenta con entidad jurídica y mantiene vigente su relación con el centro, pues de hecho fue la organización que hace dos décadas eligió este inmueble para establecerse en el mismo.

Sin embargo, el siguiente paso, con la tranquilidad de la permanencia y el péndulo del desalojo paralizado, “supone un nuevo reto para los colectivos que vienen a Taucho, que consiste en dar un paso más, de manera que se mantenga el edificio, pero para darle vida”.

Desde la asamblea son conscientes de que hay algunas acciones que están pendientes desde hace algún tiempo, una demora motivada por el proceso judicial, “aunque una vez alejado ese peligro, hay que hacer frente a la realidad del coste económico y las aportaciones de otro tipo, pero con la intención de llenar de contenido al centro, aportando otros usos y abriendo más las acciones y la participación al barrio para que aquí encuentre también su espacio”.

Después de años de lucha y evitar varios intentos de desalojo, “la pérdida de identidad ante los cambios que se avecinan, dependerá solo de las personas que estén al frente”, indican desde la asamblea, para quienes aspectos como la realización de otro tipo de actividades o acceder a que se les pague el agua o la luz, “puede ser un camino hacia la comodidad que en dos años provocará que nos tengan agarrados por las pelotas y tendremos que hacer lo que ellos nos digan”, advierten.

En todo este proceso de mudanza ideológica y estructural, ya hay una pérdida constatada, pues la letra 'o' de okupa “ya está perdida”, ya que en este movimiento siempre ha habido una tendencia que considera que cuando se llega a un acuerdo con administraciones o con propietarios, se pierde parte de la esencia, pues la lucha es contra el concepto capitalista de la propiedad y su verdadero sentido.

No obstante, en la mayoría de centros okupados que siguen vigentes en la actualidad, ha habido ya un acuerdo de por medio, bien con la administración, bien con los propietarios.

En Casa Taucho ha habido a lo largo de más de 20 años okupas de todo tipo, como los más radicales, que con posterioridad abrieron La Tabona, en La Laguna, que ahora está pendiente también de un acuerdo con la congregación de religiosas a las que pertenece la propiedad, valorada en 11 millones de euros, lo que imprime mucha singularidad y otros intereses a este caso. En el de la calle Serrano, de Duggi, la Tesorería de la Seguridad Social lo ha valorado en 130.000 euros, quizá algo barato, si se tiene en cuenta su ubicación privilegiada y céntrica.

De momento, Taucho cuenta con un compromiso municipal, adoptado en el pleno, para la permuta del inmueble, algo que desde el centro se reconoce que “también tiene muchas aristas”, principalmente, las que se puedan generar a través de una valoración contradictoria sobre el estado del edificio, que en caso de que se llegue a declarar su mal estado, “pueden obligarnos al desalojo y ya no tendremos nada más que rascar”.

Por ello, uno de los pasos previos al diálogo será la valoración de la estructura por cada una de las partes, para determinar el alcance de la permuta, “por lo que lo más urgente ahora es dejarlo en las mejores condiciones, aunque por las indicaciones de algún arquitecto afín a la Casa, éste nos ha dicho que lo que hay es salvable, algo que es posible también gracias al mantenimiento que hemos realizado en estos años”.

Los orígenes

Azarug, que hace unos 20 años iniciaba su andadura independentista desde cero, puso su mirada en el número 64 de la calle General Serrano como el lugar que sería su primera sede, después de haber realizado un arduo periplo por toda la ciudad.

La necesidad de contar con un espacio se plantea tras la deriva que adoptan varios de sus miembros de abandonar el regazo de Antonio Cubillo, movidos por la ilusión de afrontar nuevos tiempos y con más protagonismo para los jóvenes, ya que los más veteranos del independentismo no daban pie a que pudieran desarrollar sus ideas, dinamización políticas, actividades y más activismo juvenil.

Ese fue el punto de inflexión que “buscaba cambiar el chip del independentismo hasta ese momento”, recuerda Tumas Mora, miembro en su día de esta organización juvenil, testigo y protagonista de muchos de los cambios que ha ido sufriendo Taucho.

Recuerda que lo primero que realizaron los impulsores de este centro fue “ponerse en contacto con los vecinos; en concreto con la señora que vivía al lado”. Desde entonces, las relaciones con el vecindario han sido cordiales, próximas y bajo una relación de respeto.

Tumas Mora explica que desde un principio no eran conscientes de que la propiedad fuera de una institución pública, aunque sí tenían referencias de que perteneció “a una persona de ideología de izquierdas que, según las consultas que realizamos a un historiador y en el propio vecindario, lamentablemente fue fusilado por orden de Franco, y la vivienda le fue expropiada a su familia”. Por ello, quien fuera un activista destacado de la formación juvenil, asegura que en el seno del movimiento okupa que se estaba gestando en Taucho “vimos claramente la legitimidad de nuestra acción”.

Desde un principio, el Centro Social Okupado, bajo la tutela de Azarug, se abrió a todos los colectivos, máxime cuando en la ciudad la juventud llevaba mucho tiempo huérfana de ambientes de creación y encuentro. “A nadie se le negó que pudiera utilizar la Casa. Siempre había hueco para un debate, una exposición, una actuación musical o reunión. Recuerdo, incluso, que el PSOE celebró allí alguna reunión”.

A lo largo de los años, Taucho ha ganado relevancia, aunque también ha protagonizado algunas etapas de ausencia de convocatorias generales, como la que se experimentó entre 2004 y 2007, donde se centró casi todo en acciones internas de Azarug y otras organizaciones.

No es hasta 2010 cuando de nuevo se revitalizan las acciones, que coinciden también con los intentos de recuperación del inmueble por parte de la Tesorería en los tribunales.

“Estos es de república bananera”, enfatiza Tumas Mora, quien aún no comprende “cómo una institución como la Seguridad Social tenga en pleno centro de la ciudad un inmueble abandonado desde que murió Franco y que se lo intente quitar a unos chiquillos que se hicieron cargo de adecentarlo para darle un uso social. Han actuado con los juzgados, en vez de reconocer la labor realizada, pues aquí lo que ha imperado es la especulación pura y dura, y con desvergüenza hacia un edificio histórico”.

Desde aquello, y al margen de las experiencias y vivencias colectivas y personales, si ha habido algo que ha logrado unir a los colectivos y la sociedad entorno a Taucho, han sido los tres intentos de desalojo, frustrados por la respuesta popular y, tal vez, por la mala conciencia de una ciudad que no ha sabido dar respuesta a las necesidades de encuentro de su juventud.

Ahora, dos o tres generaciones después de la Ciudad Juvenil, con una sociedad diferente a la de aquellos tiempos, el cambio en el modelo de gestión de la Casa “puede ser un éxito para la sociedad, pues solo habrá cambiar el nombre, dejando atrás el término de okupado por el de recuperado”, sentencia Tumas Mora, quien, no obstante, reconoce que “se pierde cierta sensación de clandestinidad en las acciones, para estar más regulados y dentro del sistema”.

En este sentido, este ex miembro de Azarug ve ventajas, por ejemplo, “en la tranquilidad para poder trabajar y seguir desarrollando actividades sin el temor de tener pendiendo sobre nuestras cabezas la espada del desahucio”.

Tal vez, esa incertidumbre siempre ha marcado un sello de provisionalidad en todas las medidas y expectativas de Taucho, que se ha traducido, por ejemplo, en una biblioteca a medio montar o en que nada tuviera un carácter de permanente, ya que de manera constante reinaba la certeza de que habría que salvarlo todo el momento menos esperado.

Azarug llevará la voz de la asamblea en las negociaciones con la administración, y desde esta organización se cree que el futuro pasa “por seguir con las acciones por parte de la gente que forma parte con ilusión y mucha energía”, ya que reclaman a las administraciones que valoren este desempeño social. No en vano, Mora está convencido de que “con un gobierno del PP o del PSOE, este acercamiento no habría sido posible”.

Cristian Santana, otro de los componentes de Azarug que ha formado parte de la historia de este espacio, recuerda la etapa anterior a la de 2010, marcada por muchos proyectos frustrados, hasta que hace cinco años se reimpulso el centro, pero también las pretensiones de la Tesorería por recuperar el inmueble que derivó en tres intentos de desalojo.

“No pasó ni un año desde que regresamos para recibir la primera carta, como paso previo a la vía judicial, en la que, educadamente, se nos pedía que nos marcháramos. Nosotros, en nuestra respuesta dijimos que en tres días era imposible y presentamos un dossier con toda nuestra actividad. Nunca se nos respondió a nuestro escrito y nos dijeron que había voluntad de negociar, pero, en realidad, lo que recibimos fue otra carta que nos daba un día para irnos”.

Ahora, la situación en apariencia es muy diferente, con las administraciones dispuestas a un diálogo, aunque Cristian Santana afirma que “el ayuntamiento no se puede ir de rositas en este asunto, pues nunca ha tenido una casa juvenil y nosotros hemos ofrecido el servicio y el apoyo. Siempre nos han negado su respaldo y nos dejaron solos ante la Tesorería. Se nos negó la parte política, que era la participativa, pero hemos logrado un paso muy grande al conseguir su mediación”.

Para este activista, “hay un reconocimiento implícito a nuestra labor, que existimos y que hemos tenido un impacto social”.

El desenlace de esta realidad, deberá aguardar como muchas otras cosas que están pendientes de las próximas elecciones, por lo que no se espera ningún tipo de movimiento hasta después de verano, aunque la Seguridad Social ha confesado que tiene prisa para resolver este entuerto.

Mientras, después de muchos años, avanza el proyecto de la Casa Siliuto, futura casa de la juventud, una estructura que Cristian Santana aprueba porque representa “un nuevo recurso que aumenta la capacidad de elegir. Tal vez nos eclipse, aunque nuestra filosofía es diferente”.

En cuanto a Taucho, que dejará de ser un centro okupado, “pasará a tener la condición de recuperado, lo que demostraría al barrio de Duggi, donde hay muchísimas casas abandonadas, que al final la acción popular para resolver los problemas colectivos, es la manera más eficaz sin tener que recurrir al ayuntamiento o a las instituciones”.

Un espacio liberado para la ciudadanía

La presencia de organizaciones en Taucho no es constante, salvo la de Azarug o la Plataforma por la Dignidad, aunque es y ha sido el punto de encuentro para acciones como el 15-M o las de rechazo a las prospecciones petrolíferas y otras muchas de respuesta social.

También suele ser lugar de reunión para otros colectivos y organizaciones, como las plataformas por la república o la de Afectados por las Hipotecas (PAH), pues en Santa Cruz este ha sido el único lugar de encuentro tras la desaparición de la Ciudad Juvenil, que estaba localizada en el barrio de El Toscal.

En dos décadas ha sido un espacio liberado para la ciudadanía, donde se ha podido actuar como escuela popular, biblioteca, escenario para la música, poesía, arte; debate y, principalmente, punto de encuentro acondicionado y recuperado por los jóvenes.

Toneladas de brazos y piernas

En el primer acceso al edifico, lo que más llamó la atención de los okupas, fueron las “toneladas y toneladas de prótesis que aún se guardaba en su interior”, ya que la vieja casa había albergado a la Asociación Nacional de Inválidos Civiles. Junto a piernas y brazos ortopédicos, que ofrecían una imagen espeluznante, convivían los historiales de los usuarios, las sillas de ruedas, las palomas muertas, las jeringuillas abandonadas y la basura que se venía acumulando año tras año. Ese estropicio, obligo a los nuevos moradores a emplearse a fondo, para adecentar la casa que pretendían que se convirtiera en el punto neurálgico de un nuevo independentismo.

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