El menguante poder de los arquitectos tinerfeños

Correa Estebez arquitectura

Noé Ramón

Santa Cruz de Tenerife —

Tenerife ha sido una tierra en la que han nacido y trabajado grandes arquitectos. Desde la época de José Enrique Marrero Regalado hasta la actual, estos profesionales han gozado de una creatividad y estatus social indiscutible. Desde esta atalaya han logrado que los vecinos confíen ciegamente en sus propuestas, han sido la avanzadilla política en épocas como el final del franquismo o inundaron de esculturas las calles de Santa Cruz. Una iniciativa tan novedosa que décadas después resulta igual de fresca y contemporánea.

Durante los últimos tiempos se han sucedido multitud de premios y reconocimientos sobre las nuevas generaciones de arquitectos, muchos de los cuales son hijos de los ya establecidos. Uno de tantos hitos fue la participación en el museo MoMa de Nueva York de varias firmas de la Isla en el año 2005. Pero sólo uno más.

Sin embargo, la crisis ha traído consigo que el poder de estos profesionales haya menguado. En la actualidad la cantidad de arquitectos se ha multiplicado en progresión geométrica y además, justo cuando menos trabajo hay. En pocos años estos profesionales han pasado del Olimpo a las colas del paro y los pocos que sobreviven son los que trabajan en instituciones. Una labor que antes era vista con cierto desprecio.

Por si fuera poco en estos últimos años algunas discusiones han venido a quebrar aún más la hasta ahora armónica relación entre estos profesionales, sellada en el Colegio de Arquitectos de Tenerife (Coactfe). Hablamos del fuera de ordenación o de la llegada de grandes firmas a las islas contratadas por el Ayuntamiento de Santa Cruz o el Cabildo tinerfeño. Dominique Perrault, Herzong&De Meuron o Zaera Polo son figuras de renombre internacional que en algunos casos salieron escaldados de la Isla y sin ninguna buena impresión de como aquí se trabaja. En otros, la ciudad se ha podido hacer con piezas impagables como el Auditorio de Santiago Calatrava o el museo Iodacc de Herzog&DeMeuron. Para algunos, prueba de esta decadencia es la campaña emprendida por ciertos arquitectos que decían hablar en nombre del colegio, en defensa de los condenados por el caso mamotreto. Durante algunos meses se emprendió una delirante campaña informativa contra las decisiones judiciales que por ahora se ha saldado con el mayor de los fracasos.

Pese a la crisis y a los vaivenes, todavía siguen existiendo nombres que ponen bien alto el listón a las próximas generaciones. Ahí está el trabajo de Fernando Menis y del estudio AM, que figuran entre los cincuenta mejores de España. O el GPY, Rubens Henríquez padre e hijo o Márquez Zárate, entre otros varios. Pero hay más y con algunos de ellos hemos hablado para que nos ayuden a comprender el estado casi catatónico en el que se encuentra actualmente la profesión.

Carlos Schwartz

Carlos Schwartz es una de las firmas más valoradas del panorama arquitectónico de Tenerife. Suyas son obras como la estación del puerto de San Sebastián de La Gomera, la remodelación del estadio Heliodoro Rodríguez López o su participación activa en la muestra de esculturas en la calle. Empezó en esta profesión hace 45 años. Eran tan pocos profesionales que a él le dieron el carnet número 30. Por el contrario, en la actualidad detecta una concentración muy elevada de arquitectos. En su día casi todos se dedicaron al sector privado y muy pocos trabajaban para las instituciones. Sin embargo, en la actualidad las tornas han dado la vuelta y ocurre casi todo lo contrario. El único trabajo seguro que existe es el que ofrecen las administraciones publicas.

Recuerda que cuando comenzó había muchas posibilidades de trabajar aunque fuera en pequeñas obras. Eran los tiempos del boom turístico en el que se crearon nuevas ciudades como Maspalomas o Los Cristianos o se ampliaron otras como Puerto de La Cruz. En aquella época hubo mucha actividad, mientras que ahora prácticamente no hay trabajo alguno, dice.

También considera que ha cambiado la mentalidad. El colegio en la última época del franquismo se convirtió en una estructura política progresista con una gran actividad. Sin embargo, en estos momentos la crisis ha dejado al colegio prácticamente en los huesos y por si fuera poco se lamenta de que Gran Canaria haya creado su propia Demarcación. Un hito significativo fue la llegada de grandes firmas de arquitectos, la mayoría de los cuales no se llevaron precisamente una muy buena impresión de la isla. Hablamos de Zaera Polo, Perrault o Herzong&De Meuron. “Aquello se puede calificar de papanatismo. Fue una moda que tuvimos que aceptar porque así son las reglas del juego. Pero creo que en una época hubo un exceso de interés en contar con firmas internacionales. Cada municipio quería una y al final no todo acabó como debería”.

Fernando Beautell

Los inicios de Fernando Beautell también coinciden con lo que podría entenderse como la época dorada de la arquitectura tinerfeña y que él mismo sitúa entre la década de los años sesenta y los ochenta. Las principales diferencias entre aquellos tiempos y los actuales es que ahora “todo es mucho más complicado. Hay más burocracia y es más difícil realizar cualquier trámite”. A ello se uniría también la existencia de muchas normas a veces contradictorias y otras tantas excesivas. Beautell se convirtió en un experto en restauraciones y dentro de este mundo la iglesia de La Concepción de La Laguna es su obra maestra. Con el tiempo se ha convertido en una especie de alquimista de tanto que ha estudiado cada rincón del templo.

El papel desarrollado en estos años por el Colegio de Arquitectos, bajo su punto de vista, ha ido en paralelo al de la sociedad. Durante la época de la transición era más dinámico y luchador, pero con el paso de los años los colegios profesionales han dejado este protagonismo en manos de los partidos políticos. Beautell niega que se pueda hablar de una derechización o aburguesamiento de los arquitectos sino más bien de un proceso idéntico al recorrido por el resto de la sociedad.

En cuanto a problemas concretos, considera que el desembarco de grandes firmas internacionales en la isla ha sido un fenómeno inevitable porque la normativa así lo permite. Cualquier profesional de la Unión Europea (UE) puede ejercer su función en este ámbito. Sin embargo, Beautell se muestra un tanto escéptico con el papel de los arquitectos estrella, “puedo creer en alguno en concreto, pero no a todos” los que se les ha recibido como tales. En cualquier caso considera que es una consecuencia de la época de bonanza económica que difícilmente se volverá a repetir.

Rafael Mateo Escobedo

Rafael Mateo Escobedo forma parte de la nueva generación de arquitectos tinerfeños. En su, aún corta carrera, es el responsable del Parque de Las Mesas y también de un Centro Cultural situado en la calle de La Noria, ambos paralizados. Opina que las diferencias entre la arquitectura tinerfeña actual y la de hace varias generaciones son básicamente las mismas que las de la sociedad de uno y otro tiempo. No cree que la profesión haya perdido peso específico dentro de la isla, “es que la sociedad ha ido poniendo a la profesión en el sitio que le corresponde”.

Considera que el Coactfe está atravesando un momento de cambio pero al igual que otros colegios profesionales. Cree Escobedo que hoy el arquitecto se ha convertido en una pieza más en la construcción de los edificios y por lo tanto ha perdido el papel central que antes ocupaba. “Hoy vivimos en un mundo multidisciplinar, no sólo en la arquitectura sino también en la medicina... hoy todo saber se ha especializado”.

Defiende que la época dorada de la arquitectura tinerfeña “aún está por llegar. Hay que ser optimistas”, dice. En cuanto a polémicas como la llegada de grandes firmas de arquitectos a la isla considera que es un fenómeno que forma parte de la sociedad y de la globalización “y con el que debemos aprender a convivir. Es como si me preguntan: ¿qué piensas de la Coca Cola? Pues que está ahí, sin más”.

Maribel Correa

Maribel Correa es otro de los principales nombres que ha dado la arquitectura tinerfeña durante los últimos años. Es autora de obras como la sede de la Gerencia de Urbanismo de Santa Cruz, el Edificio de Usos Múltiples de la avenida Tres de Mayo, el Cabildo de La Gomera o del proyecto de Ciudad de la Justicia de la capital tinerfeña, entre otros muchos. Considera que “en la tan nombrada crisis económica actual, la arquitectura parece estar tanto en el origen como en la solución del problema”.

Correa plantea una especie de reflexión colectiva y señala: “Sin poder huir de su responsabilidad en las especulaciones inmobiliarias de la economía del ladrillo, los arquitectos se ven en la encrucijada de tener que plantear nuevos modelos de desarrollo, con una gestión más sostenible tanto de los recursos energéticos y materiales, como económicos”.

La arquitecta pide que se vea la actual recesión con perspectiva histórica. “Todas dejan cosas positivas si quien las percibe o las sufre es inteligente. Las crisis son buenas: en el fondo significan depurar, significan reflexión. No avanzaríamos sin crisis”, indica la arquitecta tinerfeña. Para muchos profesionales la recesión ha sido una ruptura, en cierto modo necesaria, “donde se ha evidenciado el reciente protagonismo de una arquitectura pensada para el exhibicionismo, con un lenguaje que se alejaba de las necesidades reales de la sociedad. Eso ha destapado la inviabilidad de los sistemas de trabajo de muchos arquitectos”.

Correa cree que se debe poner a prueba la capacidad de la arquitectura para explorar caminos. “Tenemos la necesidad de ofrecer más eficacia, utilidad y belleza usando menos materiales y menos recursos. Retornar al ingenio constructivo y a la arquitectura planteada desde la sensatez. Al arquitecto que espera encargos y aplica su oficio le sustituye el arquitecto que investiga, genera ideas, las difunde y las comparte para incidir directamente en la construcción de un mundo de mayor calidad”.

Correa en definitiva apuesta por “una búsqueda de nuevas experiencias profesionales que beban de las esencias de la arquitectura, de la conjunción de arte y técnica, y se expanden hacia otros campos. Es un momento de pruebas, con aciertos y errores, en el que cada vez más arquitectos rompen las fronteras clásicas del oficio”. Por lo tanto, considera imprescindible la reconexión del arquitecto con la sociedad. Es decir, “la reivindicación del oficio como instrumento al servicio de la ciudadanía enterrando el divismo que se asoció con unas cuantas figuras. Y también asociar la búsqueda de perfiles profesionales desvinculados de la construcción en sentido estricto”.

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