El gol de Alba a la transfobia en el deporte: “La falta de referentes LGTBI en el fútbol hizo que abandonara mi pasión”

Alba Palacios, la primera futbolista transgénero de España.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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Por primera vez el estadio la llamaba por su nombre: Alba. A los 31 años y después de jugar al fútbol desde los 3, la deportista transgénero jugó en septiembre de 2018 su primer partido en un equipo femenino, en la categoría preferente de Las Rozas C. F. “Fue espectacular. Mi cuerpo estaba en el campo, pero yo en shock”, recuerda. De pronto, el balón llegó a sus pies, lo empujó, y entró en la portería. Cuando se dio cuenta todas sus compañeras estaban abrazándola. Debut con gol incluido, un tanto a la transfobia en el deporte que dedicó al equipo técnico, a la afición y a su pareja, su apoyo incondicional y la persona que la empujó a comenzar el tratamiento.

La relación con su pareja comenzó cuando Palacios tenía 17 años y continúa a día de hoy. “Ella veía que yo no me sentía bien, me convenció de que comenzar la transición era lo mejor y me aseguró que me apoyaría en todo”, detalla. Así fue. Acudió a la unidad de identidad de género del hospital Ramón y Cajal de Madrid, visitó al psicólogo, al psiquiatra y comenzó el tratamiento hormonal y con ello, el camino a su felicidad.

Regate a la ignorancia

Los estigmas que derivan de la histórica masculinización de este deporte y los roles asignados tradicionalmente a quienes forman parte de él le hicieron mucho daño, hasta el punto de dejar el fútbol a los 23 años. “Cuando empecé a jugar en el Pozuelo C.F. con 15 años, un equipo semiprofesional, miraba cómo entrenaba el equipo femenino y me daba cuenta de que yo quería estar con ellas”, narra la jugadora. A esta confusión se le sumó la falta de empatía. Nunca sufrió acoso, pero porque nunca pudo mostrar cómo se sentía. “No podía abrirme con nadie, lo viví todo sola y debía camuflarme todo el tiempo, aparentando ser masculino”, confiesa.

En su trayectoria profesional más reciente, también ha tenido que regatear al desconocimiento. “Muchas personas creen que por haber nacido hombre cuento con ventajas físicas respecto a mis compañeras, pero es porque no conocen los efectos de un tratamiento hormonal y me pueden ver como un chico vestido de chica jugando al fútbol”, sentencia. En muchas ocasiones, el tratamiento la ha hecho perder potencia, fuerza y resistencia, haciéndola sentir más débil.

Durante sus primeros pasos en el fútbol, Alba tuvo que cuidar sus palabras y actitudes para que la siguieran reconociendo como Álvaro Palacios. Sin embargo, en la actualidad, la legislación de la Comunidad de Madrid reconoce el derecho a las personas transgénero a ser nombradas de acuerdo con su identidad, por lo que, desde que comenzó su transición y se incorporó a Las Rozas, el mundo del deporte ya sabe quién es Alba Palacios. Además, falta muy poco para que pueda incluir su nombre real en el DNI, ya que en marzo de 2019 cumple los dos años de tratamiento requeridos en la normativa para modificar el documento.

Sin referentes

Sin referentesSer deportista y pertenecer al colectivo LGTBI exige, en muchas ocasiones, hacer frente a la intolerancia. Así, este 19 de febrero se celebra el Día contra la LGTBIfobia en el Deporte. La legislación española cuenta con una normativa que trata de erradicar cualquier tipo de violencia en este ámbito, la Ley 19/2007, de 11 de julio, contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte. Si bien es cierto que no hay una mención expresa y particular al colectivo, a pesar de que algunos de los insultos escuchados con más frecuencia, sobre todo en los partidos de fútbol, hagan referencia a él.

En este contexto, encontrar referentes se vuelve casi imposible. “Yo espero servir de ejemplo para quien lo necesite, yo lo viví sola y no sabía en quién fijarme”, plantea Palacios, quien además considera que debería existir una mayor protección hacia los niños y niñas LGTBI para que perciban una mayor comprensión y no crean que son las únicas personas que se sienten así. “Hay que hacer hincapié en la educación, sobre todo de las personas adultas”, concluye.

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