''Aparté el miedo y denuncié'', alenta una víctima

Ivonne Márvez, una empresaria venezolana que emigró a Tenerife hace 32 años, alentó este martes a las inmigrantes que sufren malos tratos “a apartar el miedo” como hizo ella gracias a la ayuda de funcionarios de Extranjería, porque desde entonces “es como si me hubiera puesto unas pilas alcalinas”.

El testimonio de Ivonne Márvez fue el protagonista de un coloquio sobre Mujer inmigrante y violencia de género que se celebró este martes en la Subdelegación del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife y al que asistieron usuarias del protocolo para atender a las víctimas extranjeras de malos tratos que promueven esta institución, el Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de la capital tinerfeña.

Ivonne Márvez relató cómo llegó a cambiar tres veces de domicilio en un año, por lo que perdía las citas programadas con la Oficina de Extranjería para regularizar su residencia y tuvo que contestar, a preguntas de los funcionarios, “con miedo, vergüenza y pánico que estaba huyendo de mi pareja, que había amenazado con matarme”.

''Con apoyo social, emocional y jurídico recuperé mi yo''

Fue precisamente el funcionario de Extranjería Federico Sánchez, también asistente al coloquio, quien se interesó por su situación y la remitió a la Unidad Orgánica de Violencia de Género, en donde Ivonne encontró apoyo “social, emocional y jurídico para recuperar mi yo, porque como persona lo había perdido todo”.

Posteriormente, en declaraciones a los periodistas, Ivonne Márvez detalló cómo los malos tratos “físicos, psicológicos y emocionales” comenzaron después de que, tras divorciarse, conociera “a un personaje” que “me anuló y cohibió”.

Para ella, que es inversora en gestiones inmobiliarias y ahora sufre “el mal momento” económico, el contacto con la Unidad Orgánica de Violencia de Género supuso encontrar “las puertas abiertas”.

“Te reconforta de tal manera que te vas levantando y empiezas a recuperar la autoestima, la seguridad en ti misma y decir: vale la pena haber denunciado, ido a juicio y ganado la sentencia condenatoria para estar en la calle y estar viva”.

Las responsables de la Unidad Orgánica pueden lograr que “una mujer inmigrante y analfabeta aprenda a tomar las riendas de su vida”, subrayó Ivonne, quien señaló que “también se beben las lágrimas contigo”.

Una mujer víctima de malos tratos en un país extranjero “se siente como una arañita colgando de un hilo” pero tras su experiencia sabe “que hay que aprender a decir: no se te ocurra volver a ponerme la mano encima”.

Antes era como tener “un árbol delante y no ves el jardín, el bosque inmenso que tienes detrás”, confesó la empresaria, quien asegura que ahora es “como si me hubieran puesto unas pilas alcalinas. Ahora soy yo la que estoy induciendo, dando cursos y hablando a las mujeres”.

Añade que continúa las visitas a la psicóloga y la trabajadora social, y también ofrece cursos como mediadora en inmigración porque estas mujeres “necesitan información y aceptar toda la ayuda que se les va a ofrecer”, puesto que pasarlo solas “es duro”.

“Mis lágrimas, sinsabores, dudas, malos ratos, alegrías y mi tiempo lo pongo todo ahora mismo en las manos de la que venga y me pida ayuda, porque conmigo lo han hecho de la misma manera”, afirmó Márvez, quien precisó que colabora con la sede de la Unidad Orgánica de Violencia de Género en Ofra y con la asociación de las Hermanas Oblatas, que ayudan a las inmigrantes también en sus asuntos domésticos.

Un minuto de silencio por las víctimas

Los asistentes al coloquio se sumaron al mediodía al minuto de silencio convocado en homenaje a las víctimas mortales de la violencia de género, a cuyo término leyó un manifiesto la concejal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Ángela Mena.

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