Bocinegro: El blues “prohibido” en Corralejo se cuela en el festival de Getxo

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

Una de las bandas de Fuerteventura con más proyección en el exterior, Bocinegro, llevará este verano su blues a festivales como el de Getxo, en Vizcaya, tras haber sorteado todo tipo de inconvenientes en casa; el último de ellos, el de su ayuntamiento, que les prohibió tocar en la calle.

Inma Costanzo, Raúl González, David Llop, Jordi Benito y Pablo Aranda, el último en incorporarse a la formación, llegaron a la isla desde Nápoles, Asturias, Barcelona y Murcia en momentos distintos, pero con el mismo pensamiento: comprobar qué tenía de cierto ese eslogan turístico de “Fuerteventura, la isla tranquila”.

La mayoría se instalaron en Lajares, al norte de la isla, y epicentro en los últimos tiempos de una cultura alternativa con cada vez más adeptos en Fuerteventura.

Tras probar suerte en distintas bandas, la más conocida Le Caravan Guitars, donde David e Inma compartieron un proyecto que llegó a durar diez años, en 2014 decidieron unir sus instrumentos a los de otros músicos y crear una banda de blues acústico: Bocinegro.

Desde entonces, actúan en auditorios, bares, restaurantes y calles de la isla con versiones antiguas de blues a las que han unido temas originales de su segundo disco: “Bocinegro”, con un blues más cercano a África que evoca al desierto, al viento y al mar abierto que a diario contemplan en la isla.

Sentado en una de las mesas del Canela Café, uno de los principales refugios del grupo, David Llop asegura a Efe que la gente en Fuerteventura “reacciona bien al blues, porque es más bailable e, incluso, funciona mejor que el swing” que tocaban antes.

Sin embargo, la acogida del público contrasta con las dificultades de un grupo cuyos componentes, salvo Raúl, viven en exclusiva de la música. En la isla hacen frente “a un circuito cerrado y un público que acaba siendo el mismo”, además de las dificultades que supone para cualquier local contratar a cinco músicos. “Cuesta que un bar pague dignamente a cinco”, lamenta David, uno de los guitarristas del grupo.

Llop aclara que estas circunstancias les han llevado a tomar nuevas vías, “hacer más auditorios, intentar salir fuera, en definitiva, crear para vender”, añade.

Desde que Bocinegro comenzó a sonar, las calles de Corralejo han sido una de sus paradas preferentes. En una de ellas, se toparon hace unos meses con el editor de la revista cultural “Kmon”, Jonan Hernández.

La voz de Bocinegro, Inma Costanzo, explica cómo la casualidad hizo que Jonan los escuchara en Corralejo y, aunque tuvo que regresar en cuatro ocasiones para convencerles, al final terminaron sucumbiendo a sus promesas y colándose en el programa “Peligrosamente juntos” de Radio 3.

Esta especie de cazatalentos también ha hecho posible que la banda inicie gira este mes de julio en la península. La primera parada será el Festival Internacional de Blues de Getxo, el próximo día 16, para luego continuar, acompañados del timplista majorero Althay Páez, por otras localidades de País Vasco como Gernika, Markina, Mondragón y Durango, además de Burgos.

Bocinegro se convertirá este verano en embajador de la música creada en Fuerteventura; sin embargo, sus componentes echan en falta una llamada de apoyo por parte del Cabildo.

Tampoco contarán con el respaldo del Ayuntamiento de La Oliva, municipio en el que residen y donde hasta hace un mes se ganaban parte del jornal tocando en una de las calles de Corralejo.

Durante algún tiempo, Bocinegro formó parte del proyecto del Consistorio “Música en la calle”, una iniciativa que permitía a los grupos locales tocar en puntos determinados de Corralejo a cambio de un dinero que debían poner los comerciantes de la zona.

Cansados de batallar para que se cumplieran los pagos, decidieron hace dos años cambiar de ubicación y empezar a tocar en las inmediaciones de un local “amigo”.

Hace unas semanas, el actual alcalde de La Oliva, Pedro Amador, decidió echar el cerrojo a las actuaciones de Bocinegro en la calle: “Un día se le ocurre que había mucha gente viéndonos y que no dejábamos paso a los viandantes, así que llamó a la Policía y esta nos cortó la actuación”, explica David Llop.

Los Bocinegro han intentado consensuar una solución: “a la semana fuimos a ver al alcalde, pero fue difícil tratar con él”, sentencia el barcelonés, que defiende que el grupo cumplía “una labor cultural, cada jueves venía multitud de gente y los vecinos estaban contentos”.

A pesar de los inconvenientes, Bocinegro seguirá intentando colarse en el cartel de los grandes festivales de blues de la península y ya planean un salto a Estados Unidos en 2017.

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