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Buceo hacia la isla azul

Pecio.

Laura Morales

Las Palmas de Gran Canaria —

Decía Jacques Cousteau que el hombre lleva el peso de la gravedad en sus hombros y que sólo tiene que bajar al fondo del mar para sentirse libre. Y es por eso que este explorador marino decidió que todos nosotros debíamos tener la oportunidad de adentrarnos aún más en las misteriosas corrientes acuáticas. Fue él, junto a Èmile Gagnan, el que inventó en 1943 la escafandra autónoma que se sigue usando – con algún que otro ajuste – en nuestros días. Así nació el submarinismo moderno, con un equipo capaz de permanecer más tiempo bajo el agua, con independencia de cables y tubos de suministro de aire desde la superficie.

“Era gente que arriesgaba su vida, con mucha iniciativa, con valor y capacidad física para llevar a cabo estas actividades”, afirma Gorka Gutiérrez, director técnico de Buceo Canarias. Cargados de equipos pesados y aparatosos que construían ellos mismos, los primeros buzos carecían de conocimientos como, por ejemplo, sobre la forma en la que influyen los cambios de presión en la absorción de los gases en nuestro cuerpo, lo que realizar la actividad conllevaba a un alto riesgo. Actualmente, el buceo es una actividad totalmente segura y al alcance de todos. “Tan segura – relata Gorka – que en 22 años de actividad no hemos tenido ningún accidente”.

El centro de Gorka abrió sus puertas en el año 1996 en Las Palmas de Gran Canaria, cuando aún el submarinismo era una actividad dedicada a unos pocos. El perfil del buzo era muy homogéneo: hombre, con nivel económico alto y venido de la Península. En aquella época, eran pocos los canarios que se atrevían a descubrir la otra cara de las islas; la que está bajo el mar.

Sin embargo, el tiempo ha ido democratizando el mundo del submarinismo. Este hecho se ha sumado a la proliferación de nuevos centros de buceo que han ampliado la oferta en las islas, principalmente en El Hierro, Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife. Es una actividad en auge que además ha vivido la llegada de una mayor afluencia de buceadores extranjeros en los últimos años, debido a la inestabilidad política en varios países del Magreb, en especial Egipto, uno de los puntos más famosos de buceo del mundo.

Un área privilegiada que atrae vida marina heterogénea

Las islas cuentan actualmente con tres de las diez reservas marinas que existen en nuestro país. En concreto, en el archipiélago Chinijo, en La Restinga (El Hierro), y en La Palma. Tanto en ellas como en el resto de kilómetros de costa canaria hay un mosaico de diversidad de gran magnitud: “Tenemos muchas especies de ámbito subtropical, con una tendencia hacia aguas cálidas que se mezclan con las especies de un ámbito más atlántico”, relata Antonio Sampedro, director de Atlantic Eco Experience y Atlantic Eco Diving (Tenerife). Biólogo y amante del mundo marino, destaca el área geográfica privilegiada en la que se encuentra el archipiélago, entre un clima subtropical, la acción de la corriente fría de Canarias y la influencia atlántica.

En total, el banco de datos desarrollado por el Gobierno de Canarias recoge la presencia de 5.232 especies marinas, entre algas, hongos, plantas y animales. La singulares condiciones de las aguas hacen que las islas también sean el hogar de especies endémicas, un hecho que atrae a interesados de todas partes del mundo: “Los buzos profesionales vienen sabiendo que aquí hay especies endémicas, algunas de ellas en peligro de extinción, como el tiburón ángel o angelote, y muchos vienen buscándolo”, recalca Candela Fernández, socia gerente de Lanzarote Ocean’s Diver, que incluye en el listado de ventajas los variados paisajes marinos con los que cuenta Canarias, desde formaciones volcánicas hasta corales, pasando incluso por el Museo Atlántico.

Este centro de arte subacuático contiene esculturas a 12 metros de profundidad y arrecifes artificiales que atraen a la fauna y a buzos curiosos: “Hay gente a la que no le gusta porque no quieren ver nada artificial, pero es cierto que una vez que los visitan les gusta, incluso a aquellos que eran más reacios”, indica Candela. Como optativa, se encuentran los numerosos pecios esparcidos por las cercanías de las costas isleñas, como el Arona, en las costas de Gran Canaria, de 92 metros de eslora, “donde la cantidad de vida que se encuentra es algo alucinante”, sentencia Gorka, de Buceo Canarias, quien lamenta que actualmente existan pecios no buceables debido a, por ejemplo, la ampliación del Puerto de la Luz.

A esta gran diversidad de fondos se unen por otro lado las facilidades técnicas que ofrecen las islas, como la temperatura estable del agua durante todo el año, la buena visibilidad de las aguas que rodean las costas y el fácil acceso de los equipos a los principales puntos de inmersión.

Un sector comprometido con la educación conservación

El respeto por la fauna marina y el hábitat en el que conviven las diversas especies es la columna vertebral de esta actividad acuática, que además hace hincapié durante sus cursos sobre la necesidad de la colaboración de todos los buzos para conservar el medio marino.

Antonio Sampedro y David Novillo, de Atlantic Eco Experience y Atlantic Eco Diving, han creado una oferta en la que ofrecen un producto de buceo sostenible y que impacte de forma positiva en las personas que se acerquen a conocer la actividad, aportando un plus de información y de sensibilidad: “Nuestra idea es ofrecer un servicio de buceo y de interacción con el medioambiente, aportando la garantía de que el tipo de interacción con la fauna no va a generar un impacto negativo en ella. Además, buscamos generar un impacto positivo sociocultural, con el que queremos transformar emocionalmente a la persona que viene (…). Lo que llamamos experiencias significativas”, resume Antonio.

Se trata de un concepto desde el que se lleva trabajando desde hace años en el mundo del buceo; el de ofrecer cursos sostenibles e intentar que los clientes no sólo se lleven la experiencia de bucear, sino que además la misma actividad sirva como una herramienta educativa, que ayude a valorar los recursos naturales y que sirva, incluso, para realizar un seguimiento de especies. En definitiva, que el nuevo buceador se sienta implicado en la conservación del medio marino: “No hay que perder ese valor, aunque hagas una actividad económica”, subraya David, submarinista profesional que lleva desde 2004 realizando actividades de concienciación alrededor del mundo submarino en el sur de Tenerife.

Pese a ello, las altas expectativas de algunos buzos por la caza de especies – referida a fotografiar a animales concretos dentro de su hábitat natural – y la competencia de los centros de buceo por ofrecer la mejor experiencia bajo el mar, ha llevado a algunos a adoptar medidas artificiales para atraer a estas especies a los puntos de inmersión más famosos. El llamado feeding – de la palabra inglesa alimentar – es una práctica cada vez más frecuente en otros países y ya ha causado estragos en las costas canarias.

“La cuestión es que no le están dando de comer a peces, sino a animales protegidos en peligro de extinción, como la tortuga verde, las mantelinas, los chuchos o los angelotes”, advierte David. Esta práctica desequilibra el ecosistema marino, donde los recursos están repartidos de forma equitativa entre las especies, que se autorregulan. Al alimentar de forma artificial a animales concretos se puede romper esa cadena: “Entre un animal que decide comer pan y los que deciden no comerlo comienza a generarse un desequilibrio que acaba alterando los regímenes de reproducción de las especies”, incide Antonio.

El biólogo pone como ejemplo el caso de feeding a la tortuga verde, que han tenido consecuencias graves para esta especie al aumentar de forma exponencial sus niveles de colesterol y triglicéridos. Muchas de ellas, tuvieron que ser trasladadas a centros de recuperación por la descompensación que sufría su dieta y otras consecuencias derivadas de la actividad turística masiva. También advierte de los peligros de la fotografía subacuática, ya que la exposición continuada a los flashes de las cámaras acuáticas puede generar episodios de estrés y alterar los comportamientos de muchas especies.

Frente a ello, los centros de buceo piden conciencia y respeto, la regla de oro del “ver y no tocar”. Desde Lanzarote Ocean’s Diver inciden en la importancia de no tocar inclusive la arena, evitando el arrastre de los pies por el fondo. Una serie de reglas que se incluyen en los materiales de todos los cursos que imparten.

Finalmente, desde Buceo Canarias se insiste en la necesidad de restringir algunas áreas de pesca en el litoral, como ha pasado en Las Canteras o en La Restinga, donde la regeneración de la vida ha sido exponencial incluso después de la erupción del volcán submarino de El Hierro en 2011. Desde Atlantic Eco Experience se muestran de acuerdo con la regulación, aunque creen aún más necesaria la vigilancia de los fondos para que las normativas se cumplan por parte de todos los sectores, en especial el de la pesca recreativa.

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