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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Primer juicio en Canarias por delito de maltrato a un animal

Vela, una perra de raza pastor alemán, fue encontrada dentro de un contenedor en Araya, al sur de Tenerife, con heridas por todo su cuerpo y la piel quemada en algunas zonas, parte de la carne necrosada y apenas un hálito de vida. Ocurrió en mayo de 2007. Casi cinco años después, este suceso ha dado lugar este viernes al primer juicio en Canarias por el delito de maltrato a un animal doméstico. Hasta ahora solo se habían sentenciado faltas.

La Fiscalía y la acusación particular, en representación de la Asociación de Defensa de los Derechos de los Animales (Addanca), piden para el presunto culpable, Gregorio Remedios Acosta, de 80 años, un año de prisión y dos de prohibición para tener a su cargo cualquier tipo de animal. La asociación ha pedido además que corra con los gastos que han supuesto las cinco intervenciones quirúrgicas a las que se ha tenido que someter a Vela para salvarle la vida, con un coste cercano a los 6.000 euros,

Gregorio cuidaba una finca de plátanos en la que también había cochinos. Un vecino le regaló la perra a comienzos de 2007, pero no consta que se hiciera traspaso de la titularidad del animal. Tres meses después, el 14 de abril, uno de los cochinos apareció muerto y otros con mordeduras. Nunca más se volvió a ver a Vela hasta que casi tres semanas después, dos policías locales la encontraron a punto de morir y la llevaron a un hospital veterinario.

“La enganché con un palo”

En un programa de televisión, España Directo, Gregorio admitió que “pinchó” a la perra con un palo, “pero no le hice sangre y se marchó de la finca”. Sin embargo, en el juicio celebrado en el juzgado de lo Penal 3 de la capital tinerfeña, negó haberla tocado jamás y aseguró que siempre achacó a los perros de una finca colindante el ataque a los cochinos.

Varios testigos aseguraron que el acusado “es incapaz de hacer daño a un animal” y que cuando había que sacrificar un cochino se encargaba la labor a un matarife. “Yo cuidaba a la perra como a los demás perros de la finca. Jamás he maltratado a un animal”, recalcó.

Sin embargo, el primer propietario de Vela, declaró lo contrario. “Cuando la Policía vino a buscarme hablé con Gregorio y me contó que agarró a la perra con un gancho y le echó ácido. También se lo dijo a mi mujer”, pese a que ese testimonio no figura en ninguna fase de la instrucción.

El veterinario que curó a Vela detalló que las heridas por fuerza se debían a una agresión con un arma, como un palo, y que la piel muerta del animal era compatible con que le hubieran rociado en esas heridas alguna sustancia caústica.

Dolores atroces

“Estaba en pésimas condiciones y pesaba la mitad de lo que debería. Tenia en el lomo una herida de unos 60 centímetros de larga por ocho de ancha, parte de la piel muerta y el tejido necrosado. También tenía tejido necrosado en una oreja y hubo que amputarle cuatro dedos de las patas delanteras porque no solo la carne, sino el hueso, estaban necrosados. Tenía heridas infectadas y con larvas de moscas por todo el cuerpo. Eso debió causarle unos dolores atroces”.

A la Fiscalía no le cabe duda de la agresión de Gregorio y señaló que, pese a no ser el dueño oficial de Vela, era el responsable de ella. La acusación particular fue más allá y dijo que había habido ensañamiento, ya que el acusado “provocó un daño deliberado al animal, un padecimiento innecesario, y se aseguró de que tuviese una lenta agonía”.

La abogada de la defensa insistió, por el contrario, en que nadie había visto jamás a su cliente maltratar a un animal, más bien al contrario, ya que se ocupaba de dar de comer a todos los perros que aparecían por la platanera, y sostuvo que el único testigo de cargo era el ex dueño de la perra, “que intenta eludir su responsabilidad para evitar pagar las facturas del hospital veterinario”.

Vela vive ahora con la presidenta de Addanca, Teresa González Rodríguez. La perra estaba a las afueras del Palacio de Justicia, junto a una veintena de dueños de animales domésticos que se manifestaron con pancartas para pedir que la sociedad sea consciente de que el maltrato siempre es maltrato, aunque sea a un animal, y refleja la crueldad de las personas.

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