La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

La frialdad de Salvador Morales le convirtió en el principal sospechoso

Salvador Morales, el presunto asesino de Isabel Canino, cometió varios errores que acabaron con su detención. Uno de esos errores fue negar haber visto a la víctima el mismo día en que murió estrangulada, el 21 de marzo de 2009. Otro error fue mostrarse en todo momento totalmente indiferente a la desaparición de la mujer, lo que le convirtió en aún más sospechoso a los ojos de los agentes de la Policía Judicial y la Policía Científica.

Esto es lo que han puesto de manifiesto los agentes que declararon este viernes en la quinta sesión del juicio con jurado que se sigue en la sección V de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife contra Salvador Morales, acusado de acabar con la vida de su pareja asfixiándola con una brida de plástico y de haber ocultado su cuerpo en una fosa séptica.

La Fiscalía y la acusación particular piden una condena de 20 años de prisión ya que entienden que hubo alevosía además de la agravante de parentesco, además de indemnizaciones a la familia de la víctima que oscilan entre los 250.000 y los 600.000 euros. La defensa solo admite dos años de cárcel por encubrimiento del cuerpo.

“El mismo día que se recibió la denuncia por la desaparición, el 23 de marzo, se activó el protocolo de desapariciones inquietantes. Así llamamos a las desapariciones que no tienen lógica o motivo aparente. Isabel tenía familia, amigos, trabajo estable”, afirmó un especialista de la Policía Judicial.

Ese 23 de marzo, Salvador Morales fue a comisaría a declarar. “Nos dejó sorprendidos que, pese a que Isabel era su pareja sentimental, y que la relación era intensa, el acusado no mostrase la más mínima preocupación por la desaparición de la mujer. Parecía que hubiera desaparecido un perro, o peor. Era como si no le importara nada”, relató otro agente.

Salvador desayunó con Isabel en una cafetería cercana donde luego sería encontrado su cuerpo, en el Camino de la Hornera, en La Laguna. Le vieron varias personas, incluido otro policía que vive en la zona, pero el procesado había asegurado que la última vez que vio a la joven había sido varios días antes. “Modificó su versión de los hechos y cayó en varias contradicciones, por eso fue detenido”.

La falta de pruebas obligó a ponerlo en libertad, pero nunca dejó de ser el principal sospechoso de la desaparición. Por eso fue vigilado. Se hicieron hasta cuatro inspecciones en ese edificio de La Laguna en el que el acusado arreglaba un piso para alquilarlo. Quien le había vendido el inmueble relató a los investigadores que había un pozo negro, pero en apariencia, ese pozo ya no existía. Estaba enlosetado.

Una vez que se dio con el pozo y una ecografía reveló que en el interior podía haber restos humanos, se tardaron seis horas en llegar hasta la víctima. Salvador fue de nuevo detenido. “Una vez detenido se negó a declarar, pero ni se conmovió ni se puso nervioso. Siguió con la misma frialdad, como si el asunto no fuera con él. Al contrario, dijo que tenía hambre y pidió un bocadillo”.

En el registro de la vivienda de la víctima se encontraron varias cartas y otros escritos. En ellos, Isabel Canino dejaba manifiesto el miedo que le provocaba Salvador y sus intentos por recibir ayuda de una asociación para mujeres maltratadas.

Etiquetas
stats