Sami Naïr: ''La globalización es la época de los conflictos identitarios''

Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946) expuso este lunes en el Ateneo de La Laguna, en un más que correcto español, como una de las más peligrosas consecuencias de la globalización es la transformación de los problemas políticos en identitarios. Aunque dijo ser consciente de lo delicado de este asunto en nuestro país, concluyó que “los identitarismos significan la destrucción de las naciones y los estados, y suponen el fin del universalismo, el humanismo y la filosofía de la Ilustración”.

Para este politólogo, filósofo, sociólogo y catedrático argelino naturalizado francés, esto no es casual pues a su juicio “en los países donde los identitarismos son más importantes no se mira nunca al presente, sino siempre se mira al pasado buscando raíces, olvidando el porvenir de la raza humana, el porvenir de la solidaridad entre los seres humanos”.

Junto a los conflictos identitarios, la profunda debilidad de los Estados-Nación, la destrucción del medioambiente y los procesos migratorios, de los que aún desconocemos sus consecuencias históricas, son otras de las consecuencias del fenómeno de la globalización, que Sami Naïr desgranó ante una sala abarrotada de público.

Sistema desigualitario y conflictivo

Este reputado pensador centró su intervención, de algo más de hora y media, en los ejes que vertebran la globalización, calificándolo como “un sistema fundamentalmente desigualitario y conflictivo, con unos mecanismos internos claros cuyos efectos determinan las relaciones entre los pueblos”.

Nos encontramos ante la tercera globalización de la Historia. La primera, según Naïr, se desarrolló a partir del siglo XV y XVI con el avance del comercio y la mercantilización; la segunda con la revolución industrial y esta tercera con el avance del poder estrictamente especulativo.

Los mecanismos de este sistema “desigualitario y conflictivo” se basan, a su juicio, en la exportación de este modelo mercantil “de manera imperial para que sea el dominante dentro de la estructura de cada sociedad”, al tiempo que subrayó el poder “planetario” de las empresas multinacionales y restó capacidad de acción a las instituciones transnacionales como el Fondo Monetario Internacional.

Pero Naïr hizo especial hincapié en otros grandes bloques de poder como EEUU-Canadá, Francia-Gran Bretaña, Japón, China e India, de los que dijo “no pueden determinar la globalización pero comparten el modelo global, pues su preocupación principal es servir de vectores de expansión del mercado y la palabra mágica es abrir los mercados”. Y, en definitiva, “lo que cohesiona todo esto es el sistema financiero, cuyo objetivo no es crear trabajo, ni industrias, sino crear dinero”.

Así, esta globalización “estrictamente especulativa” ha producido en los últimos 25 años que “se haya llevado a cabo una dinámica de privatización del vínculo social y las relaciones entre los grupos humanos, que se basa en que todas las relaciones deben obedecer a las leyes de la oferta y la demanda, incluso las estrictamente personales”, aseveró Sami Naïr.

Todo ello ha desembocado en la privatización del estado social, que se encuentra en plena crisis y lo ejemplificó con las previsiones que muchos estados europeos hacen ya sobre el futuro, poco halagüeño, de las pensiones, la educación o la sanidad públicas. “Este proceso de privatización, asumido ya por Estados Unidos, se está convirtiendo poco a poco en mundial, aunque Europa se resiste”.

Por último, advirtió sobre otro de los efectos de la globalización y que no es otro que la creciente occidentalización del mundo, a través de la imposición de los conceptos, valores y modelos políticos. Para Naïr “la cultura del mundo debe obedecer a los valores de este modelo” y si no es así, los que quedan fuera, son considerados “fanáticos, integristas, un peligro”, sentenció.

Control del petróleo, control del mundo

Otros elementos, que según Sami Naïr, favorecen el conflicto son, de un lado, la continuidad en la huida de capitales del Sur hacia el Norte del planeta, así como el control de la energía. “Quién controla el petróleo controla el mundo”, apuntó.

Respecto a este último aspecto dijo que “los países del Golfo Pérsico son fundamentales en este marco, de ahí la alianza de EEUU con Arabia Saudí y el apoyo ciego a Israel”, y auguró un futuro en “lucha permanente por los recursos energéticos, para lo que es fundamental el desarrollo armamentístico encaminado al control de los focos de crisis a nivel internacional”.

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