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“No le damos valor a las cosas que tenemos”

Un momento del almuerzo de los pequeños de Ranquitte. Fotografía: Pedro Ramos.

Macame Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

“No le damos valor a las cosas que tenemos, siempre estamos quejándonos y creo que debemos ser conscientes de que lo tenemos todo”. Son las palabras de Pedro Ramos, un canario que acaba de volver al Archipiélago tras pasar dos semanas en uno de los países que sufre más miseria del planeta: Haití.

Ramos es un perito tasador de vehículos que decidió emplear sus vacaciones en cargar bloques para construir casas en una de las poblaciones más pobres del mundo, de la mano de la ONG norteamericana Christian Flights International, que comenzó su andadura en 1977 y centra su trabajo en Ranquitte, un pueblo situado a varias horas de la capital, Puerto Príncipe.

“Yo no había cogido un bloque en mi vida y hasta sosteniendo uno me salió una tarántula”, rememora. En una entrevista a Canarias Ahora, se sorprende de la diferente forma que tienen los haitianos no solo de vivir, sino también de afrontar un día a día sin tan siquiera poder encender un interruptor.

El pequeño pueblo no cuenta con electricidad ni red de saneamiento, sino con unas simples depuradoras donde bombean el agua potable que consumen a diario, para lo que tienen que cubrir las largas distancias que distan de sus hogares. Los bebés muestran claros síntomas de desnutrición, sin embargo, la fruta de los árboles ayuda a que los niños que se hacen con ella tengan un aspecto más saludable.

Ramos recuerda que la mayoría de los habitantes del pequeño pueblo se sorprendían al ver a un español y afirmaban no haber conocido a ninguno antes, “mucho menos sabían dónde se encontraba Canarias”, puntualiza. Un hecho que atribuye a la distancia, porque llegar a Ranquitte supone cinco horas de viaje desde Puerto Príncipe, si el transporte utilizado es un vehículo que recorre un camino de tierra que se ve interrumpido por piedras y charcas.

Por otro lado, pone de relieve ciertas semejanzas del territorio con el Archipiélago canario, como la gran cantidad de leche de cabra y millo que poseen y, sin embargo, “no hacen nada con ello, no conocen el gofio y no saben que se puede hacer queso con esa leche, motivo por el que he quedado en mandarles esa información”. La ONG ha ayudado a los vecinos a cultivar café y les ha enseñado las bases para su comercialización.

Sobre su experiencia, señala que dormía con tapones en los oídos por el ruido de la selva y muestra una herida en la rodilla y varias picaduras de mosquitos. Pero, pese al duro trabajo y la dificultad de alcanzar el lugar, tiene claro que volverá.

Ramos valora el trabajo que Christian Flights International hace en la localidad, donde lleva más de 30 años construyendo viviendas y también se ha hecho cargo de la edificación de un colegio, una depuradora y una clínica. Además de construir una instalación educativa nueva, que acogerá en breve a un mayor número de alumnos, la ONG ha instalado un sistema de tuberías desde la estación de agua hacia la sede de la organización para poner en marcha las duchas.

Entre las tareas que realizó durante el viaje que más le llamaron la atención se encuentra la entrega de gafas de vista a 400 personas. Relata como ponían las monturas a quienes lo necesitaban, “les dabas un libro para que pudieran leer y las caras de felicidad eran increíbles, porque hasta ese momento no habían podido hacerlo”.

“El dinero está llegando”

Aunque esperaba encontrar un país mucho más evolucionado de lo que está y no uno compuesto por una mayoría de chabolas, afirma que las ayudas internacionales que se destinan a Haití están llegando y ya casi no se ven restos del terremoto que azoró la isla hace cuatro años. Asimsimo, dice haber observado la evolución de carreteras que cuentan con fondos europeos, así como la construcción de un “espectacular” estadio de fútbol, deporte preferido de los niños del pueblo. “Hay muchas obras ejecutándose, el dinero creo que está llegando y se están haciendo muchísimas cosas”.

Otro de los aspectos que destaca es la gran cantidad de católicos que viven en la zona, y asegura haberse dado cuenta de que “esta gente tira para adelante por la fe tan grande que tiene”.

De vuelta a la rutina, su conclusión es clara, “creo que todo el mundo debería pasar una vez por la vida por un sitio de estos, para que nos demos cuenta de que nos quejamos por boberías”.

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