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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

''He descubierto el olvido''

José Pestano ve huesos y piensa en ciencia: en ADN, en perfiles genéticos, en muestras esterilizadas. Hasta su laboratorio en el Instituto de Medicina Legal, en Las Palmas de Gran Canaria, llegan rastros de sangre, semen o cabello que pueden constituir la prueba definitiva de un crimen. También desembarcan trazos de piel momificada, dientes y fémures de esqueletos de más de 600 años. O trozos de un cráneo con un agujero de bala hallados en el fondo de un pozo perdido en mitad de una montaña. Sin nombres, ni sexo, ni edad; ocultos de la luz en bolsas de plástico negro. Su trabajo es “llegar a la verdad”.

Pestano se ha involucrado “personalmente” en la identificación de los restos de los canarios asesinados durante la Guerra Civil y el franquismo. Lo último que ha recibido este profesor de genética forense de la ULPGC son los hallados en la Sima de Jinámar en 1967 y conservados en el Museo Canario de LPGC desde 1976. Han pasado más de 35 años y ni siquiera ha abierto aún la bolsa que, probablemente, contenga los huesos de algunos de los represaliados de Agaete. “No los he mirado”, reconoce. No sabe de cuántas piezas dispone para extraer el ADN que puede devolver a padres y abuelos desaparecidos. Según el área técnica del museo, de los siete registros catalogados (correspondientes a seis personas distintas) se han separado dos molares de una mandíbula completa y un cráneo casi reconstruído.

Lo que sí sabe Pestano es a qué se enfrenta: al olvido. “Nuestra sociedad ha olvidado los que ha ocurrido, ha querido dar carpetazo”, dice en un suspiro y tras la experiencia de haber rescatado la memoria de 32 hombres asesinados y arrojados a fosas en Fuencaliente (La Palma) y el Llano de las Brujas (Gran Canaria). A diez de ellos les ha devuelto el nombre.

¿Qué espera encontrar en esa bolsa?

No los he mirado. El antropólogo que los seleccionó me dijo que había restos pertenecientes a cinco personas distintas. Ahora habrá que buscar si hay realmente cinco perfiles. Cuando tenga los perfiles completos, los compararé con todas las muestras de ADN tomadas en Agaete, Gáldar, Arucas? También de gente de LPGC que dice que su familia está allí [en la sima de Jinámar].

Gente que lleva décadas esperando...

La Sima de Jinámar lleva décadas señalada. En el pozo de Arucas se encontró gente de Gáldar y de Arucas, y uno de Firgas. Ninguno de Agaete. Esperamos que alguno de los perfiles coincida, lo que confirmaría que los de Agaete fueron arrojados allí. A ver si hay suerte. Nos han pasado unas pequeñas muestras. Vamos a hacer los análisis, pero ya les he explicado a la gente que está detrás [la Coordinadora de la Memoria Histórica en Canarias] que con la crisis tengo que ir colando las pruebas a partir de ciertos proyectos y no puedo hacerlo tan rápido como desearía.

Al margen de la parte científica, esta investigación tiene que suponer un fuerte impacto emocional.

Yo me lo planteé como un reto científico. Mi primera sensación cuando me lo propusieron fue: “¿Para qué van a gastar dinero en esto?”. Había olvidado por completo. Luego me di cuenta, en contacto con las familias, de que aquí hay una gran injusticia, que hay que hacer todo lo posible porque salga la verdad. Y con la ciencia podemos llegar a parte de la verdad. El impacto te lo llevas cuando oyes qué ocurrió y cómo se llevaron a los padres de estas personas en una noche, en Arucas, por ejemplo, el Día del Padre. Te impresionas, te das cuenta de que en España, en Canarias, hay mucha gente que necesita que se le haga justicia, quitar el miedo y decirle: “Tu familiar falleció por estas causas y vamos a reconocerlo”. Y entonces te implicas.

Empezó las identificaciones de restos de represaliados en Canarias tras la apertura del pozo del Llano de las Brujas, ¿cómo llega a sus manos el proyecto?

Yo sabía que el proyecto de Arucas estaba por ahí rondando. Para mí era un reto, buscaba hasta voluntarios para hacerlo. Cuando el Gobierno de Canarias puso el dinero, nos lo propusieron. Mientras se negociaba la parte burocrática, encontraron los restos en Fuencaliente, en La Palma, y nos ofrecimos. No presentamos presupuesto ninguno, nos pareció inmoral que teniendo los huesos en la mano tuviesen que esperar a conseguir el dinero. Ya lo sacaríamos de otro lado. Una vez se encontraron los restos en Arucas, seguimos con el trabajo.

¿Colaboran con otros investigadores?

Nos han pedido los protocolos y colaboramos para resolver dudas con el País Vasco, Madrid, Granada, Valencia? Nos llaman de Sudamérica, por ejemplo de Venezuela, para la identificación de los restos de Simón Bolívar, de Chile, de Argentina.

Superado el reto científico?

Hemos ido mejorando. Con los restos aborígenes, antes solo se obtenía ADN mitocondrial. Ahora se va al nuclear, incluso hacemos el sexage cuando se encuentran niños pequeños en las tumbas (con los huesos es muy difícil obtener el sexo del individuo). Estamos a punto de conseguir perfiles completos de huesos de 600 años, es decir, obtener unos restos y resolver las preguntas que nos plantean.

¿Cuáles son las preguntas, por ejemplo, en el caso de la investigación con restos aborígenes?

Hay muchas preguntas y dependen de los grupos de investigación. Nosotros realmente somos una herramienta para ellos. Ellos encuentran los restos, tienen sus hipótesis?Con el grupo de la ULL que dirigía Vicente Martínez Cabrera, que dirigió mi tesis, hemos hecho estudios del origen de los aborígenes canarios y sabemos cosas que no puedo adelantar, pero que, probablemente, darán respuesta a ciertas cosas que los arqueólogos intentan explicar sobre el origen de los aborígenes en cada una de las islas.

Su especialidad, entonces, son los huesos.

En principio hacemos todo lo que puede llegar a un laboratorio forense, pero sí es verdad que en restos óseos tenemos mucha experiencia en extraer ADN antiguo, de hasta 600 años. De todos los huesos que nos llegan sacamos el perfil completo. Ahora nos han propuesto como laboratorio de réplica para identificar 2.000 cadáveres de 1920, de la Primera Guerra Mundial, de la guerra entre Rusia y Azerbayán, porque, por cuestiones políticas, Azerbayán no quiere que lo haga un laboratorio ruso.

Son, en parte, pioneros?

No es que seamos pioneros [ríe]. Somos capaces de hacerlo y hacerlo bien. El nuevo protocolo de extracción [de ADN] que dimos a conocer hace dos años se está utilizando en muchas partes del mundo.

Pestano ríe también cuando se le pregunta por el tijeretazo a los presupuestos para investigación o la escasez de financiación para los proyectos que tiene entre manos, igual que suspira cuando advierte que tras los cadáveres hay personas y familias enteras. Su trabajo lo respalda un equipo de cinco personas, y no siempre es sencillo encontrar los 1.000 euros que calcula de media para cada identificación de ADN. Ahora, el profesor cuenta con un técnico menos. “Con la situación económica uno de ellos, muy cualificado, ha conseguido encontrar trabajo en EEUU, y le he dicho que es el momento”, apunta. “le dije que no tuviera ninguna pena en dejar el laboratorio”.

Ahora le quedan menos manos para obrar ese “milagro” que otorga la ciencia. Milagros que son respuestas, soluciones, como dos testigos que señalan a un asesino tras encontrar una sola gota de sangre bajo el sofá de una casa reluciente y pintada de nuevo. Es el CSI de LPGC. “Recuerdo el caso de un cuerpo que se encontró en el maletero de un coche”, evoca, “estaba muy descompuesto por el calor, parecía un ajuste de cuentas”. Aquello fue en los albores de la investigación forense criminal. “Se encontró una sola mancha en la casa, y el comisario, por aquel entonces, fue a comprar un bastoncillo del oído, lo mojó con agua del grifo, y recogió la muestra”. Resultó ser sangre de la víctima. Caso resuelto.

¿Qué dificultades presenta el ADN óseo de otros restos?

Cuando son restos antiguos, el ADN se va degradando. El hueso es lo único que queda de restos orgánicos de cincuenta, sesenta o cien años. Se sacan muy pequeñas cantidades de ADN y hay que conseguir la mayor calidad posible. Hasta ahora se utilizaba el ADN mitocondrial, que es de herencia materna y no consigue una identificación plena, solo coincidencias familiares. Nosotros nos centramos en el ADN nuclear, que es más difícil. Podemos establecer paternidades o abuelidades.

En Arucas, vimos que el ADN mitocondrial no nos permitía diferenciar bien determinados individuos. Lo planteé y nos dejaron probar nuevos productos. Lo pusimos a punto, mejoramos ese producto, y hemos tenido éxito con todas las muestras. Nos pedían el protocolo antes de publicarse y de que saliese el producto al mercado. Nosotros lo facilitamos, porque la idea es que la gente consiga sacar su trabajo adelante.

En situaciones de crisis, la ciudadanía puede preguntarse por qué invertir en saber qué pasó con unos restos de hace 600 años.

¿Y por qué no invertir todo en una cura para el cáncer? La ciencia es una pirámide, arriba del todo está la solución, el milagro, pero se basa en la experiencia de mucha gente haciendo distintas cosas. Normalmente un país que no tenga la ciencia básica bien establecida, trabajando en muchos campos, nunca podrá optar a tener un buen laboratorio. Hay que invertir mucho dinero, no solo es montar un laboratorio y encontrarle sentido a la investigación. En la ciencia se unen todos los parámetros. Entonces surge la idea y surge la solución, pero no puede olvidarse lo demás.

Valorando los recortes en investigación, ¿cuál es el futuro de la investigación en España?

Yo temo más por lo que va a quedar de universidad que por lo que va a quedar de ciencia. En la ciencia va a costar recuperar las inversiones, pero no permitir que la gente que no tenga medios pueda estudiar va a suponer un gran retraso para la sociedad. Los licenciados son personal cualificado que conseguirá trabajo con menor dificultad. La baja cualificación lleva a lo que estamos avocados en Canarias, dar servicios. Hay que fomentar que haya intelectuales de todas las capas sociales. El peligro de los recortes ahora mismo está en la educación: las universidades estarán más masificadas, serán más caras las tasas y los profesores estaremos dando más clases e investigando menos, porque tenemos menos horas y porque no hay financiación.

¿En la investigación de la Memoria Histórica en Canarias ha faltado financiación y apoyo institucional?

En La Palma consiguieron dinero, creo, que del Cabildo para la exhumación. En Arucas, fue el Gobierno autonómico. En principio ese es el único apoyo que se ha dado. Ahora se está haciendo una base de datos de posibles fosas, pero financiación para abrir más pozos, por ahora, no he visto.

Usted se comprometió personalmente.

Yo quería investigar, pues busco la forma de financiarlo. Cuando la administración necesita que le dé respuesta en algo, acudo. Busco siempre la publicación científica, algo que enriquezca al laboratorio y a la universidad. Si eso significa, por ejemplo, en el caso de la Guerra Civil, echar una mano y hacer algo gratis, pues lo hacemos. Advierto a mi gente, les digo en qué situación estamos y lo haces porque lo sientes así, el dinero entrará por otro lado. Mi intención solo era científica: son restos, huesos de más de 70 años, vamos a ver cómo extraemos el adn.

¿Cómo avanza la investigación en Canarias con respecto al resto de España?

No tenemos nada que envidiarles. De los 32 cuerpos que se han obtenido aquí hemos sacado el perfil genético, no nos ha fallado ninguno. No se ha logrado identificar a los 32, se ha logrado identificar a dos en La Palma y vamos por nueve en Gran Canaria, ocho están confirmados completamente y el noveno, por ADN mitocondrial. El problema es que no tengo las muestras suficientes de familiares. Hemos resuelto la parte técnica: extraer el adn a los huesos, falta que se encuentren familiares adecuados; falta publicidad, y en algunos sitios sobra miedo.

¿Aún hay miedo?

Bastante? El olvido, es lo que he descubierto. Nuestra sociedad ha olvidado lo que ha ocurrido, ha querido dar carpetazo y olvidarse de eso, pero cuando indagas y vas a tomar muestras, ves cómo la gente tiene miedo a la represión, aún, setentaitantos años después, sigue teniendo miedo a ser señalados como parientes de un represaliado.

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