''Me escapé de la cárcel para ir a la boda de mi hermano''

Fue la rabia la que impulsó a Belén Calderón a trepar por un muro de cuatro metros, salvar un foso, saltar otro muro y atravesar varias vallas. La primera y, hasta ahora, única mujer que ha logrado fugarse de la prisión Tenerife II, donde estaba a la espera de juicio por un supuesto delito contra la salud pública, se escapó en 2004 porque le había prometido a su hermano que estaría en su boda. Acaba de ser absuelta por falta de pruebas.

“Pedí permiso para ir la boda, aunque fuese escoltada, y me lo negaron. No era justo. Llevaba ya tres años como preventiva, ni siquiera estaba condenada en firme, por eso me marché”. Aprovechó el momento de la mañana en que se abrió la cancha de fútbol para el reparto del correo. Las reclusas, aglutinadas alrededor de las funcionarias, les limitaban la visión y la atención. “Llegué a escuchar cómo me llamaban para entregarme una carta cuando ya estaba trepando por el muro”, relata Calderón. Al otro lado de las vallas, alguien le esperaba en un coche para ayudarle en la huída.

Llegó a la boda de su hermano, estuvo dos meses fuera de prisión y hasta logró cruzar la frontera con Francia, sin que ninguna fuerza de seguridad se percatase. Fue en ese país desde el que escribió a la sección II de la Audiencia Provincial. “Quería volver, pero no sabía cómo. Tenía miedo a las represiones en la cárcel”.

No le faltaba motivo. Fue detenida en septiembre de 2004 en otra boda, la de una amiga, en Santander. El viaje de regreso a Tenerife II duró nueve semanas, estuvo en ocho prisiones diferentes, en un peregrinaje de extremo a extremo de la Península. Cuando llegó fue encerrada en el módulo de aislamiento y allí estuvo cuatro meses y medio.

Absuelta por escuchas ilegales

Belén Calderón fue detenida en 2002, pero la Audiencia Provincial ha tardado ocho años en juzgarla. La Fiscalía pedía que fuese condenada a 10 años de prisión como cabecilla de una red de tráfico de cocaína, pero finalmente ha sido absuelta, en parte por el empeño de su abogado, Antonio Padilla González, quien no quiso aceptar una sentencia más leve de conformidad.

Las resoluciones judiciales que autorizaban las escuchas telefónicas, que llevaron a la detención de Calderón y otras siete personas, no fueron firmadas ni por el juez ni por el secretario judicial, “requisito imprescindible de validez de las mismas”, especifica la sentencia, por lo que las grabaciones fueron declaradas nulas, y así, todas las pruebas derivadas de ellas.

“Cuando estás en prisión preventiva no hay futuro, no se puede planificar la vida, sólo el día a día. Tengo pesadillas con la prisión. De verdad, estoy deseando dejar de soñar con los cerrojos de Tenerife II”, confiesa.

Su mayor ilusión es escribir un libro, no sólo para contar cómo logró escapar de una prisión de la forma más simple y a plena luz del día (“es lo más grande que he hecho en mi vida”, enfatiza), sino para que se conozcan las pocas oportunidades con que se cuenta allí dentro, al menos durante la fase de prisión preventiva.

“Yo quise entrar en el Proyecto Fénix para desengancharme de la droga y aprovechar de verdad el tiempo en prisión, pero me lo negaron porque no daba positivo en heroína, así que tomé heroína, pero en vez de admitirme en el Proyecto, me dieron metadona, y todo eso quiero contarlo. Hay muchas personas aprovechables en una cárcel, muchas, pero para eso se necesita ayuda”.

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