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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Las familias despiden a cinco de los marroquíes ahogados en Agüimes

El sepelio de M'Bark Bassaina tuvo lugar en la localidad de Lakhsas y el de Ahmed Outemzgou en Biyfourra, a 40 kilómetros de Buizakarn, en donde fueron enterrados Mohamed El Mrabat, M'Bark Riad y El Bachir Boukhair. Los cadáveres de estos últimos llegaron al lugar a alrededor de las 06:30 GMT y a ellos se les dedicó una oración en El Aatika, la mezquita principal de la localidad, situada a pocos metros de la plaza central de ésta.

Cerca de una hora y media más tarde los féretros eran llevados al cementerio y acompañados por el cántico de que No hay nadie más grande que Dios y Mahoma es su profeta, pronunciado por los aproximadamente 150 asistentes, todos ellos hombres, que acudieron a despedirles. Los ataúdes se introdujeron de lado en la fosa, tal y como marca la tradición, y posteriormente fueron cubiertos con losas de pizarra y tierra de tonalidad rojiza, la misma del árido rincón del valle del Souss en el que se encuentra este pueblo de unos 14.000 habitantes.

De esta zona procedían los nueve inmigrantes marroquíes que se ahogaron a pocos metros de la orilla de la playa grancanaria de Risco Verde, cuando saltaron de la embarcación en la que viajaban creyendo haber llegado a tierra, mientras que en realidad se encontraban en una roca rodeada de dos metros de profundidad marina.

“No pude hacer nada para retenerle”

“Sabía que mi hijo se iba a marchar porque es una decisión que tomó hace cuatro años. Intenté que no lo hiciera pero no pude hacer nada para retenerle”, afirmó un día antes del entierro la madre de El Bachir Boukhair, Fátima, quien declaró no poder soportar la noticia de su muerte.

Boukhair, de 27 años, había emprendido el viaje “con la idea de tener muchas oportunidades de trabajo”, agregó también horas antes de que llegaran los cuerpos a Agadir uno de sus hermanos, Lahoucine, quien para que le ayudó a emigrar con un préstamo de 4.000 dirhams (unos 360 euros). No obstante, la mayoría de los que iban en esa patera, ocho de los cuales lograron salvarse, había ocultado a sus familias su voluntad de emigrar a España, ante el temor de que quisieran impedir su marcha.

El padre de Mohamed El Mrabat, Bachir, agricultor al frente de nueve hijos de entre seis meses y 24 años, se enteró este mismo fin de semana tanto del fallecimiento de uno de sus descendientes como de que éste se había producido en esas circunstancias. “Mohamed se fue de casa hace un año y medio sin destino conocido y no sabíamos que había intentado ir a España”, apuntó en la sede en Buizakarn de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) al poco de conocer el suceso.

“Es una catástrofe que se mueran jóvenes de esa edad”, señaló por su parte el presidente de la sección regional de esa institución humanitaria, Abdulah Badou. “Trabajamos para denunciar esta situación a nivel nacional. En todo Marruecos hay muchos proyectos que no tienen ningún beneficio sobre la población”, dijo en referencia a la necesidad de ésta de buscarse un sustento en el extranjero, bien con un visado o a través de “vías alternativas”.

Los cuatro jóvenes que serán enterrados el lunes, Mohamed El Harrath, Ahmed Abouah, Abdellah id Bouja y Lahcen Berrouaidi, recurrieron también a la emigración clandestina e iniciaron su viaje a bordo de esa misma patera que detuvo su trayecto a pocos metros de la costa. Historias parecidas las protagonizaron los cerca de 1.260 inmigrantes que la Guardia Civil estima, con datos tomados del Centro de Control Regional de Canarias, que murieron en el mar desde 2006 durante su travesía en patera o cayuco a las Islas.

“A todo el mundo le gustaría ir a España, pero no de esa manera”, concluye el tesorero de la AMDH, Husein Hamiki, consciente, a pesar de todo, de que la pobreza obliga muchas veces a optar por esas medidas “desesperadas”.

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