El papel invisible de la mujer literata en Canarias

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Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuando se habla de mujeres literatas en Canarias son pocos los nombres que se recuerdan. Josefina de La Torre o Pino Ojeda son algunas de las más conocidas, pero ¿se conocen realmente a escritoras del Archipiélago? La respuesta, indudablemente, es negativa. En las Islas capitalinas son muchos los nombres que se encuentran si se hace una búsqueda exhaustiva, pero en todas hay alguna literata de la que se puede hablar por sus narraciones y que no han sido reconocidas a lo largo de la historia. Por cada Isla, una mujer.

En 1929, en El Hierro nace Flora Lilia Barrera Álamo. Desde muy joven se trasladó a Tenerife para estudiar Magisterio en La Laguna, pero su vida ha estado muy vinculada a su lugar de origen. Sus primeros escritos fueron publicados en los suplementos literarios de El Día y Jornada. También ha destacado por escribir en revistas especializadas en la enseñanza. En su obra predominan temas que hablan de la Isla del Meridiano, de su historia y su geografía especialmente.

Entre sus publicaciones se encuentran Escenas, paisajes y personajes herreños (1983); La pulsera de Galanas (1984); Lucía en las playas (1988); Cuentos y leyendas de la Bajada de la Dehesa (1985) o El habla común de El Hierro (1985). Flora Lilia Barrera ha obtenido galardones como el Premio de Poesía Pedro García Cabrera y el Primer Premio La Sabina de Oro de El Hierro. Su único libro de poemas se titula Pequeño beso de la isla (1987).

Josefina Pla. Esta poetisa, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, crítica de arte, pintora y periodista nació en la Isla de Lobos, en Fuerteventura. Destacó desde niña por su buena mano para escribir poemas, los primeros fueron publicados en la revista Donostia.

Desde muy joven emprendió un largo viaje a Paraguay con el objetivo de conocer y vivir con su marido, un prestigioso ceramista del país latinoamericano. Con muchas ganas de seguir el camino hacia sus sueños, allí comienza a escribir, a hacer radio y a colaborar con importantes periódicos nacionales. En su nuevo país, donde logró hacerse un nombre, la majorera destacó por participar en la creación del teatro nacional paraguayo.

Como homenaje a su marido, fallecido tras caer enfermo, decide crear una escuela de cerámica, se convierte en profesora de la Escuela de Arte Escénico y es una de las líderes del movimiento de renovación poética.

A lo largo de su vida obtuvo diferentes premios por su destacada labor literaria, en la que promovía la defensa de los derechos humanos y la igualdad entre hombres y mujeres. Fue nombrada Dama de la Orden de Isabel Católica y miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua, de la Real Academia Española de la Historia y de la Academia Paraguaya de la Historia. En 1984 recibió el Premio Nacional de Poesía. Su obra destaca por nutrirse de poemas nostálgicos e intimistas.  Entre ellos están El precio de los sueños; La raíz y la Aurora; El polvo enamorado o Cambiar sueños por sombras.

De la pequeña isla de La Gomera, desafortunadamente, no existen muchas literatas referentes, pero no quiere que no las haya. El papel de la mujer a lo largo de la historia ha estado un segundo plano y en la literatura se ve reflejado.

Cesarina Bento Montesino fue una de las propulsoras de la literatura en la isla colombina. Nació en 1844 en el municipio de Agulo y con 10 años se fue a vivir a Cuba son su familia, donde estaría nueve años. Allí, se inició en la escritura a la edad de 13 años. Escribía poemas en los que se sentía la influencia del paisaje cubano y la belleza de la naturaleza, pero en su obra se refleja el amor a su isla natal, La Gomera.

Para completar su obra escribió un libro íntimo, en el que contaba acontecimientos e impresiones de su vida, Libro de Escarnai Tóben y Nontisemo. A partir de un juego de palabras con su nombre y sus apellidos nació el título de la publicación, que en realidad significaba Libro de Cesarina Bento y Montesino. Murió en 1910 y en 2004, casi 100 años después, se publica una obra suya bajo el título Rastros de ceniza.

En una familia de artistas nació Dominga Spínola Bethencourt, en Lanzarote. Es la segunda de 11 hermanos, entre los que se encuentran mujeres que destacaron por su introducción a la pintura, la escultura y la poesía. Sus hermanos también son reconocidos artistas de la isla conejera.

Dominga es autora de la obra Los compadres de Rubicón. Como ocurre con la mayoría de las mujeres de su época, no se conocen muchos datos sobre su trayectoria. Sí destaca como la censura le impidió que se publicara otra de sus creaciones, un libro que cuestionaba la edad para reinar de Isabel II. La obra se perdió en los archivos del Ayuntamiento de Arrecife. Además, escribió comedias costumbristas, como Las alegres comadres del Rubicón y El hallazgo, que en la actualidad se consideran desaparecidas. En 1876, a los 74 años falleció en su isla natal.

En la Isla bonita hay varias escritoras a las que, tras muchos años, se les ha reconocido su labor. Leocracia Pestana Fierro es una de ellas. Aunque no han trascendido muchos datos de su vida, es conocido que fue rechazada por gran parte de la sociedad palmera. Una gran seguidora de la obra de Voltaire, perteneció al Partido Republicano y llegó a simpatizar con los masones.

Nació en Santa Cruz de La Palma en 1853 y desde muy pequeña se declaró una lectora empedernida con una clara inclinación a la poesía. Publicó su primer poema en el periódico El Iris del pueblo, un medio de tendencia republicana. Con 73 años falleció y en 2013 un escritor grancanario comenzó el rodaje de una película sobre su vida, Leocracia la poetisa blanca.

María Joaquina de Viera y Clavijo es uno de los nombres de mujeres más destacados en la literatura de la isla de Tenerife. Nació en 1737 en Puerto de la Cruz y dedicó su vida a ayudar a sus padres y a su hermano, el historiador canario José Viera y Clavijo, a quien cuidó hasta su muerte. Se relacionó con los artistas más conocidos de aquellos años, Luján Pérez y José Rodríguez de la Oliva, entre otros. La influencia de su hermano facilitó que ella, como mujer, pudiera acceder al entorno cultural que no era propio para ellas en aquellos tiempos.

Según se recoge en Primer ensayo para un diccionario de la Literatura en Canarias, María Joaquina se decantaba por la poesía satírica. En su obra se deja ver una muestra ilustrada, afortunada, proveniente de una familia acomodada y culta que permitió que tuviera acceso a la educación.

La poetisa se preocupó por los sucesos que acontecían en su tiempo y escribió A la victoria conseguida por las armas de la isla de Tenerife contra la Escuadra Inglesa del Contra-almirante Horacio Nelson. Además, en el poema Los Meses, de su hermano, hay un inventario escrito por ella.

En Gran Canaria ha destacado un mayor número de mujeres literatas, sobresaliendo Josefina de La Torre. Agustina González y Romero es otra de las escritoras que es considerada “la más grande poeta satírica del Archipiélago”, según la publicación Mujer y Cultura en Canarias, del gobierno autónomo.

Con el pseudónimo de La Perejilla, destacó por su agresiva y burlesca poesía. Con un vocabulario poco habitual para su época, fue un personaje muy popular en la capital de la Isla en aquellos tiempos y sus improvisaciones han logrado incorporarse en la cultura popular canaria. Su poemario, en su mayoría improvisado, se reunió en un libro gracias a Néstor Álamo, que, en 1963, los publicó en la obra titulada Poesía. En 1897, con 77 años, Agustina falleció en su ciudad natal.  

La asignatura de Literatura Universal, en bachillerato, prepara a los alumnos para que tengan una amplia cultura literaria. Entre los autores que forman parte del temario de la Evaluación de Bachilerato para Acceso a la Universidad (EBAU) sólo se encuentra una mujer, la grancanaria Josefina de La Torre. Afortunadamente, su obra se ha convertido en un referente para los jóvenes que se preparan para entrar a la vida laboral o para seguir siendo estudiantes. La poetisa, novelista, cantante lírica y actriz forma parte de la Generación del 27 y la corriente vanguardista hispánica de la primera mitad del siglo XX.

Entre sus publicaciones destaca Me busco y no me encuentro, un poema en el que De la Torre busca sentido a su vida, en la que se siente perdida, rodeada de oscuridad. La autora expresa un sentimiento de insatisfacción consigo misma, probablemente causado por el desprecio hacia su persona en aquella época por ser mujer.

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