Una revolución verde y violeta: “No hay victoria climática sin lucha feminista”

Imagen de archivo. María Garrido | Twitter

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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El cuidado de los menores, de los enfermos, de los mayores o del hogar ha estado siempre en manos de las mujeres. Al día, ellas dedican una media de cuatro horas y 25 minutos a una tarea no recompensada económicamente tan fundamental como invisible. Del total de horas que se invierten en esta labor, el 76,2% lo protagonizan las mujeres. Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo, esto supone a final de año un total de 201 días de trabajo no remunerados “sobre una base de ocho horas diarias”. Las consecuencias: falta de tiempo, desgaste físico y mental y bloqueo al acceso de las mujeres a un empleo estable y en condiciones dignas. Mientras tanto, los hombres continúan avanzando en la carrera laboral.

Esta vertiente de la desigualdad de género que “sustenta al sistema patriarcal” es, para la teoría ecofeminista que hermana la lucha por el clima y por la igualdad, equiparable a la “explotación capitalista” de los recursos del entorno para obtener “riquezas en poco tiempo”. “Es un sistema que defiende que tanto la naturaleza como las mujeres están en el planeta para servir a los hombres”, explica la bióloga y portavoz del Movimiento Canario por la Emergencia Climática Cristina Fernández. “La actual crisis climática tiene la misma raíz que la desigualdad de género. Un sistema que solo ha valorado económica y socialmente la punta de un iceberg que flotaba en el mar, gracias a que la parte sumergida estaba sustentada en la explotación de las mujeres y la naturaleza”, defiende la experta. “Han terminado por desconectarnos de lo vital, que es cuidar al medioambiente y a los seres humanos”.

Las consecuencias de la destrucción ambiental son, a escala global, peores para las mujeres. En algunas regiones del continente africano, los caminos para encontrar agua se vuelven cada vez más largos. La sequía obliga a miles de mujeres y niñas, encargadas en su mayoría de esta tarea, a andar más kilómetros y más horas. “Esto hace que tengan que dejar antes sus estudios para dedicarle a esta labor más tiempo”, explica Cristina Fernández. Lo mismo sucede con la búsqueda de leña, dificultada cada vez más por la deforestación y por los incendios.

Cuando las condiciones se vuelven extremas, no queda otra opción que marcharse. Según Acnur, en 2018 se contabilizaron 17,2 millones de desplazados climáticos tanto dentro del propio país como a través de las fronteras. Según la bióloga, la tarea de escapar también se vuelve más complicada para las mujeres, que suelen tener a cargo a sus hijos e hijas o a sus mayores. En buena parte de los casos, las personas que se van para llevar dinero a la familia son hombres.

Todo este camino de obstáculos conduce a que las mujeres también sean las más atacadas por la pobreza y la exclusión social. El último informe de Cáritas sobre exclusión social concluye que “las desventajas de las mujeres para vivir de forma integrada afectan a todas las dimensiones de la exclusión social”. “Destacan brecha de ingresos en el empleo y en las prestaciones, su mayor riesgo de empobrecimiento, su acceso más precario a la vivienda, las diferencias en el estado de salud y la mayor exposición a situaciones de aislamiento social”, reza el estudio.

El Movimiento Canario por la Emergencia Climática ve en este 8 de marzo una oportunidad definitiva para hacer que el movimiento feminista no se entienda sin el componente ecologista, y emprender así un recorrido que cambie los modelos construidos. “Debemos empoderar a las mujeres y a las niñas. Eso pasa por sacarlas de la pobreza, por garantizar una igualdad salarial y un sistema de pensiones justo y equitativo. Por permitir la conciliación entre la vida familiar y laboral, por una educación infantil pública y gratuita, edificada sobre la igualdad, la inclusión, la justicia, la sostenibilidad y el respeto a los Derechos Humanos”.

Teóricas y activistas internacionales como Vandana Shiva, de la India, o Wangari Maathai, de Kenia, han sentado las bases de una reivindicación que ha traspasado fronteras. “No habrá victoria climática sin lucha por la igualdad. Necesitamos resolver todo a la vez o, si no, nada se conseguirá”, concluye Fernández.

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