De saltar la valla de Ceuta a trabajar en la UD Las Palmas

Kingsley Odiesi, utillero de la UD Las Palmas.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

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Kingsley Odiesi decidió con 17 años emprender un viaje desde Nigeria hasta Europa fijando su entrada a través de Ceuta. Era 1998 cuando saltó la valla. 30 años después trabaja como utillero en el club que ama, la UD Las Palmas, dedicando su vida a su pasión: el fútbol. “La isla ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Aquí conocí a mi mujer, que es de mi ciudad, y he tenido dos hijos. Gran Canaria tendrá siempre mi corazón porque aquí me han dado la oportunidad”, afirma.

Su padre era piloto de avión y su madre empresaria, pero “todo se vino abajo cuando los dos fallecieron siendo yo muy pequeño”, recuerda. Su tía lo acogió al norte de Nigeria, pero no le gustó y decidió irse al sur con su abuela. Era un buen estudiante y consiguió entrar en la universidad para hacer la carrera de contabilidad gracias al dinero que le enviaba su hermana, que había emigrado a Italia. Pero un día, sin decirle nada a nadie, decidió partir con el dinero que tenía reunido y un mapa, “sin pasaporte, sin nada”.

Odiesi explica que ni él ni sus hermanos tuvieron la acogida que esperaban de sus tíos o de su abuela y, además, su hermana fue detenida en Italia durante 40 días al estar en situación irregular administrativa. Pensó entonces que si se marchaba, él, como su hermana, podría ayudar a los suyos. Así se lo comunicó cuando la llamó al llegar a Marruecos y pedirle el dinero que “las mafias” le exigían para poder hacer “la ruta”, es decir, entrar en la Ciudad Autónoma española.

“Mi hermana me dijo que respetaba mi opinión y me ayudó. Con los 500 euros que me envió pagué a las mafias, que me llevaron en el maletero de un Mercedes viejo durante muchas horas hasta la frontera, donde se inicia la segunda fase de la ruta, que básicamente es saltar” explica Odiesi.

Sin mucha dificultad, consiguió entrar porque en 1998 “no habían tantos medios ni tantos efectivos en la valla como ahora” y le entregaron un permiso de residencia junto a un billete de barco hacia Málaga. “Yo esperaba algo de integración, que me enseñaran a leer o escribir español, algo más que un búscate la vida”. Totalmente solo, durante años sobrevivió como pudo entre Madrid, Barcelona, Italia y Palma de Mallorca. Hasta que en 2006 su hermano, que había llegado a Canarias en cayuco, le llamó para que viajara a las islas para reunirse con él, pero tampoco fue fácil.

Tuvo que reinventarse. Decidió que si solo podía dedicarse a lavar coches, lo iba a hacer lo mejor que podía. Y así, uno de sus clientes, que era dueño de un bazar deportivo, lo contrató de forma temporal para serigrafía camisetas de la UD Las Palmas. De ahí pasó a trabajar como utillero del club que actualmente milita en la Segunda División española.

“Ya llevo más de dos temporadas en el club. Si tu eres una persona a la que le gusta el fútbol, que lo ves de fuera y tienes la oportunidad de estar dentro… Es algo difícil de describir. Mi hija tiene 7 años y mi hijo 4. Cuando el equipo gana, mi casa es una fiesta. Ellos siempre están atentos al partido. Cuando el equipo pierde o empata, se nota”, relata.

Tras tantas experiencias vividas tiene claro que le gustaría quedarse en Gran Canaria, pero también tiene muy presente que “en este mundo todo da muchas vueltas” y por ahora solo piensa en que sus hijos estudien y en dar lo mejor de sí mismo en su trabajo.

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