Los ‘más viejos del lugar’ cuentan la historia de su ciudad

Guía en Tenoya guía a varios niños y niñas.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

El 24 de junio de 1478 una expedición militar castellana capitaneada por Juan Rejón fundó el primer establecimiento fuera de las fronteras peninsulares de los Reyes Católicos: el campamento Real de Las Tres Palmas, lo que hoy es Las Palmas de Gran Canaria. Cinco siglos después, es la décima ciudad más poblada de España. Fuera de las narraciones oficiales sobre su origen y su evolución, entre sus barrios, se esconden numerosas historias que no recogen los libros ni se enseñan en las escuelas. Y como reza el dicho, “ni los más viejos del lugar recuerdan”…salvo que su sabiduría y memoria las mantengan vivas para las nuevas generaciones.

Y a ello se ha aplicado el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, mediante un programa denominado ‘sabios guías intérpretes’ para que niños y niñas conozcan de la mano de los mayores las historias escondidas de barrios capitalinos como La Isleta, Schamann, San José, Tenoya o San Lorenzo.

A unos 13 kilometros del lugar exacto donde se fundó Las Palmas de Gran Canaria, se alza la iglesia de San José, lugar desde el que Margarita López, presidenta del Club de Mayores del barrio que habita desde hace más de 50 años, comenzó una visita guiada por la zona con los niños y niñas que se acercaron, en el marco de ese proyecto municipal para poner en valor “el patrimonio intangible” de estos barrios y enseñar a los más jóvenes sus historias.

“La iglesia es una de las más antiguas (siglo XVII) y ha aguantado a pesar de que tiraron varias casas y se intentó que pasara la carretera por ahí, pero nunca se hizo”, recuerda López. El barrio se caracterizaba porque la única carretera que iba hacia el sur de la Isla, que ahora se llama Paseo de San José, pasaba por esa zona. “Los llamábamos coches de obras o coches piratas”.

Por allí habitaban los propietarios de comercios, según recuerda López, en casas de una o dos plantas. Pero dentro del barrio unas escalinatas y callejones trazan caminos irregulares hacia la parte alta, el Risco de San José, que fue poblado por gente humilde que se construía sus propias casas.

“Mi casa fue construida por mi exmarido y un amigo cuando eran jóvenes. Este barrio fue muy humilde”, rememora López. La visita concluyó en el llamado Cementerio de los Ingleses, en el se enterraban a los extranjeros fuera del camposanto católico del nobiliario barrio de Vegueta, aunque ya no se usa, “pero ahí sigue”. Sobre qué mejoraría de su barrio, López, después de pensar unos minutos, responde: “Que se le preste más atención a las personas mayores”.

A unos 6 kilómetros de la Iglesia de San José, en dirección al interior de Las Palmas de Gran Canaria, en la parte alta de la ciudad, está la calle de Pedro Infinito, nombre de una de las obras de Benito Pérez Galdós, al igual que muchas otras del barrio de Schamann, donde se ubica. Llegó a ser “la Vegueta de Ciudad Alta”, como la denomina Juan Alonso Díaz, presidente de la asociación Schambenito, en referencia al barrio histórico donde se fundó Las Palmas de Gran Canaria en 1478.

“Allí habían muchos comercios en los años 60, pero se fueron abandonando a medida que se construyeron los grandes centros comerciales”. Hoy en día, “Schamann es un barrio dormitorio” y Alonso no tiene muchas esperanzas en que vuelva a resurgir “esa zona comercial”.

Desde hace 78 años, Díaz vive en Schamann. Durante un recorrido con niños y niñas por los miradores de la zona, que ofrecen panorámicas únicas de ciudad baja, explicaba su experiencia en el barrio donde nació el distrito de Ciudad Alta de la capital grancanaria a principios del siglo XX, el más poblado de la urbe. “Es uno de los barrios más importantes”.

Recuerda que las primeras casas fueron construidas por los propios vecinos, “gente humilde, de clase trabajadora”, que venían del campo o de otras islas, sobre todo de Fuerteventura. Alfredo Schamann, de origen suizo, había comprado esos terrenos y los parceló y vendió a los isleños progresivamente. Poco a poco se fueron trazando las líneas de las calles, pavimentando, asfaltando o creando alcantarillado. “El mercado y el colegio eran el núcleo principal”, recuerda.

Tras la Guerra Civil, en el año 1939, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria se anexionó el municipio de San Lorenzo, al que hasta entonces pertenecía Schamann. En 1941 se constituyó el Mando Económico de Canarias, establecido por el régimen franquista, que adquirió numerosos terrenos y fue construyendo en la zona. “Construyeron las casas en García Escámez (que recibe el nombre de Francisco García Ecámez e Iniesta, capitán general de Canarias durante la Dictadura) y las casas se las entregaban a sus adeptos: mutilados de guerra del bando nacional, militares o funcionarios”.

Alonso vive en esa calle, porque a su padre “no le quedó otras narices que participar en la Guerra Civil del lado del bando nacional” y, como fue un mutilado de guerra, le entregaron una casa. Hoy en día “Schamann es un barrio dormitorio” y Alonso no tiene muchas esperanzas en que vuelva a resurgir la zona comercial de Pedro Infinito como en los años 60.

A 10 kilómetros, al noroeste, se ubica el barrio de Tenoya, que José Esteban Henríquez denomina “pueblo de Tenoya”, porque no le gusta que se le denomine barrio. El presidente de la Asociación de Memoria Histórica de San Lorenzo lleva viviendo 69 años allí, una zona con historia antes de la conquista de la Isla en la que habitaban aborígenes.

“Tenoya está en una montaña y es un gran valle. En la parte baja, donde estaban las tierras más llanas, había agricultura, pero en la parte alta, los terratenientes le decían a los trabajadores que construyesen en las lomas. Por eso es tan empinado y poco accesible, se edificó sin planificación, por clase trabajadora y humilde en el siglo XIX. Por eso ahora tenemos esa falta de movilidad y accesibilidad”, explica Henríquez.

Durante la visita, Henríquez mostró a los niños y niñas el camino real de Gáldar, que llevaba hacia uno de los municipios más importantes y con más historia del norte de la Isla. En este barrio, el agua ha sido un bien muy importante y fruto de ello se produjo lo que Henríquez recuerda como la “guerra del agua”.

“Antiguamente, el agua se recogía de zonas lejanas, y la llevaban en unos ganchos los hombres y en la cabeza las mujeres”, rememora Henríquez. El régimen prohibió a las mujeres lavar la ropa con el agua que discurría por el barranco desde Teror “para que no vertieran jabón, pero las mujeres se opusieron porque carecían de este recurso en las casas y, a partir de ese momento, se consiguió que pusieran agua en las viviendas”.

También recuerda Henríquez las dificultades que tenían los habitantes de Tenoya para desplazarse hacia el centro de Las Palmas de Gran Canaria. “Yo salía a las 8 de la mañana con mi madre para ir al médico, que estaba por el Puerto de La Luz y de Las Palmas, y volvía a mi casa a las 6 de la tarde”; también “existía una guagua que llegaba hasta Costa Ayala, donde está el campo de fútbol, hasta donde teníamos que caminar. Era verde, de Juan Pérez, cuando Tenoya pertenecía al municipio de San Lorenzo. Y te llevaba hasta el Parque Santa Catalina o a la zona donde está el centro comercial de Las Arenas, para ir a trabajar a la factoría. Se tardaba como mínimo 3 horas”. Hoy en día, desde Tenoya hasta la playa de Las Canteras se tarda 15 minutos en coche.

Desde el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria afirman que continuarán con esta iniciativa el próximo año. El concejal de Participación Ciudadana, Prisco Navarro, asegura que con este proyecto se consigue “transmitir el legado y la memoria colectiva de los barrios y pueblos de una generación a otra”. Por ello, el Consistorio celebrará un encuentro el próximo 16 de diciembre con todas las personas mayores que han participado para que intercambien experiencias sobre la iniciativa. Además, se reproducirá un breve documental en el que revivirán las anécdotas de cada uno de los trayectos.

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