Los vigilantes de El Jable: un grupo de voluntarios hace un seguimiento a las especies

Matthew Scarborough, alumno de la Universidad de Chester, que desarrolló un censo de aves.

Saúl García

Arrecife —

Desde principios del año 2015, un grupo de voluntarios, en su mayoría aficionados a la ornitología y preocupados por la conservación de las especies vegetales y animales y del paisaje, comenzaron a reunirse para plantear que se tenía que hacer algo en El Jable. Esta zona es un hábitat único con interés arqueológico, agrícola y, sobre todo, biológico, porque alberga la mayor concentración de aves esteparias en la Isla, como la avutarda hubara, el corredor sahariano, el alcaraván o la terrera marismeña, además de ser un refugio importante para aves migratorias en primavera y otoño.

El Jable está declarado como Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA) pero, sin embargo, no hay censos actualizados del número de ejemplares ni un diagnóstico de la zona. Tampoco hay vigilancia de ningún tipo pero sí hay peligros: quads, perros en zonas de anidamiento, personas peinando la zona en busca de papas crías...

Este grupo de voluntarios, que forma la asociación Viento del Noroeste, decidió comenzar una iniciativa de vigilancia del lugar para hacer un censo, tanto de animales como de plantas. El proyecto se llama Desert Watch, y hace un año ya firmaron un convenio con el Ayuntamiento de Teguise para desarrollar este trabajo de vigilancia.

Al mismo tiempo, establecieron contactos con la Oficina de la Reserva de la Biosfera, así como con personal investigador y técnico de la Estación Biológica de Doñana para consultas relacionadas con las especies, la metodología y el mapeo del territorio y con profesores de varias universidades interesados en el hábitat y dispuestos a ayudar con asesoramiento en diferentes ámbitos.

Estos guardianes de El Jable ya han cumplido un año de trabajo aunque aún no hay datos fiables sobre el número de animales que se mantiene en este ecosistema, pero “la experiencia dice que va a menos”, dice Carmen Portella, una de las impulsoras de la iniciativa. Los voluntarios no sólo censan las aves sino también las especies vegetales “porque es imposible cuestionar la interrelación entre las unas con las otras”, y también aprovechan para hacer limpiezas de la zona.

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