San Andrés salva in extremis sus campanadas de fin de año
El pueblo costero de San Andrés, en la capital tinerfeña, ha podido sortear todos los malos augurios que se cernían sobre la fiesta de celebración para la llegada del año nuevo.
Desde hace más de dos semanas, sus habitantes venían manifestando sus temores más que justificados, ya que la campana del antiguo colegio Estévez, que actualmente acoge la sede de la Asociación de Mayores, se había silenciado sin que tuvieran conocimiento del motivo real que llevara a tal decisión.
Ante tan inquietante silencio, en los últimos días han intentado, sin mucho éxito, trasladar hasta las autoridades municipales su preocupación e inquietudes por la imposibilidad de llevar a cabo la bienvenida del nuevo año desde la plaza del pueblo con el sonoro saludo de su campana, como es tradicional en la zona.
Sin embargo, según destacan algunos vecinos, “de buenas a primeras y, sin consultar con nadie, decidieron dejar al reloj de la torre sin la compañía de las campanadas, a buen seguro, motivado por las quejas de alguna persona a la que un concejal quiso complacer por encima de la voluntad de todo un pueblo”.
Hasta comienzos de esta semana, y a escasas horas de la Noche Vieja, en San Andrés aún carecían de una decisión municipal que arrojara luz sobre sus pretensiones de repetir, una vez más, la ceremonia de bienvenida de un nuevo año en el entorno de la plaza de la iglesia, donde, además de las tradicionales uvas, los vecinos acuden cada noche del 31 de diciembre también para compartir otros productos de la Navidad y pasar una velada de alegría.
Ha sido tal la preocupación del vecindario por esta medida, que solo la mediación del Distrito de Anaga ha podido desbloquear esta incertidumbre, poniendo en conocimiento de los Servicios Municipales que la decisión de mantener el campanario operativo “se adoptó por la mayoría de los vecinos”, señalaron las mismas fuentes.
En este sentido, los vecinos señalan que “en su momento se estableció que el campanario sonara entre las 7 de la mañana y las 10 de la noche”, aunque señalan que, sin conocer las causas, “hubo un momento en el que empezó a sonar incluso de madrugada”, algo que, lógicamente, perjudicaba a los niños que al día siguiente tenían que ir a sus colegios o a persona mayores y enfermas.
No obstante, explican que las campanadas horarias “son una cuestión que se puede programar con el fin de no molestar a nadie, tal y como acordó el pueblo, pero lo que no tiene justificación es suspenderlas sin motivo alguno y pretender dejarnos sin una parte de nuestras tradiciones”.
En San Andrés solo esperan ahora que a partir del 1 de enero de 2015, las campanadas de su torre les marque cada una de las hora de cada día, en consonancia y concordia de lo que en su día acordó la mayoría y conforme a una tradición que, afirman, “es parte de nuestra forma de ser y a la que no queremos renunciar.
Por ello, aseveran que “creemos que no haría ningún daño, hacer posible que solo una vez al año, en la noche del día 31 de diciembre, sonaran las 12 campanadas, y que al día siguiente, todo volviera a la normalidad”.