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Represión

Paco Déniz, sociólogo.

Paco Déniz

Santa Cruz de Tenerife —

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Si alguien tenía alguna duda de cómo se las gastan las élites para conservar su poder, que le eche un vistazo a la cantidad de multas que se están tramitando contra los convocantes de manifestaciones o actos opositores en todo el Estado. Más allá de las blasfemias de Felipe González o de los titulares de El Mundo, más allá de la contundencia policial contra manifestantes, se tramitan una cantidad de denuncias y multas para los convocantes y se piden penas de cárcel para sindicalistas que tiran pintura a una piscina, buscando el amedrentamiento de la disidencia. Esta frenética actividad, que no es sino una huida hacia adelante, omite las exigencias de cambios en aspectos exclusivamente formales del funcionamiento del capitalismo y el actual sistema político. Solo ven en la protesta un peligro para sus poltronas, que camuflan como peligro para el Estado.

En nuestro país, algunos movimientos de tropa tienen que ver con el miedo en el cuerpo por el fenómeno Podemos. Nueva Canarias ha dado un paso en falso en Tenerife en su alianza con J.M. Corrales; Coalición Canaria se embadurna de petróleo creyendo que con eso gana apoyos en la disidencia social; el PSOE no sabe, no contesta; el PP, a la espera del cambio de la ley electoral para mantener algunas alcaldías, e IU, como siempre, desconfía y espera a que Madrid marque la hoja de ruta. La propia Podemos está en una dinámica interna complicada para articularse y organizar la emoción del primer día, y Sí Se Puede, a la espera de una deseable coalición. Una coalición que, de producirse, fortalecerá las convicciones ciudadanas.

Por otro lado, el miedo en el cuerpo de las élites dominantes obedece a la creciente toma de conciencia política de un sector considerable, significativo y variado de la población. Ese es su problema: no es bueno para su sistema que la gente sea consciente de cómo se gestiona el poder y los dineros públicos. Porque algo se ha alterado en la hegemonía conservadora: nada menos que el sentido común, después de observar la debacle democrática. Por eso la Fiscalía trabaja a destajo castigando a la disidencia social, y otros trabajan a destajo aforándose rápidamente por si acaso pierdan el amparo de su mayoría parlamentaria y se enrarezca el ambiente.

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