Cambios de estado

Kumar Kishinchand López

Santa Cruz de Tenerife —

- Odio sobre lienzoOdio sobre lienzo, de Santiago Palenzuela

- Galería Artizar, San Cristóbal de La Laguna. Hasta el 14 de octubre

Uno de los tramos más destacables y definitorios del quehacer artístico de Santiago Palenzuela (Santa Cruz de Tenerife, 1967) es, sin lugar a dudas, la creación de sus estancias inundadas, que dotan su pintura ya no con una fuerte sino extrema carga de óleo, de un carácter eminentemente líquido. Ello plantea una paradoja ya que, precisamente debido al exceso de materia, esta se diluye. Es precisamente lo que el artista tinerfeño propone y renueva en Odio sobre lienzo, su muestra en la lagunera Galería Artizar.

Las piezas que se acumulan en el espacio dialogan entre lo líquido y lo sólido, entre el decorado y la arquitectura, entre la vida y la muerte. El diálogo que Palenzuela ha mantenido con el espacio se concreta aquí de diversas maneras: en primer lugar, en piezas de pequeño formato en las que se cita a Rubens Henríquez, arquitecto clave en la vanguardia de la disciplina y de la cultura en Canarias y a partir del cual Palenzuela interpreta estancias privadas en una paleta de ocres y azules. Esta inmersión en lo cotidiano continúa en Duggi 36, una enorme pieza que, a pesar de la aparente pesadez, conserva el leve tinte de un recuerdo de una vieja casa canaria, en la que pueden apreciarse todos los matices de sus maderas y en la que las estancias superiores son alcanzadas por una empinada escalera que se comba.

Estos espacios permanecen vacíos. Las figuras que cometen el atrevimiento de hacer su aparición en Odio sobre lienzo se diluyen sobre un taburete, caso de Carlos E. Pinto y Bencomo; o se enzarzan en una lucha cromática sin fin sobre un lienzo desmesurado en Búfalo y tigresa. Esta negación de la intervención del ser vivo en el líquido de las estancias queda refrendada por las piezas que representan anécdotas de muerte: el cadáver de una vieja se consume disecado en el lienzo, así como el de un conejo y un gato; y en La mesa del Pinar, que bien podría ser la de un pescador, diversos cuerpos se posan en un bodegón intervenido con pintura.

La muestra no contiene afanes decorativista ni de virtuosismo. Santiago Palenzuela nos coloca ante contradicciones que obligan a medir nuestra propia situación en el amplio espectro del espacio y sus objetos. Existe en la muestra un deseo de mostrar lo absurdo de la convivencia con la muerte. Con ello deviene la expresión de lo efímero de la vida y sus objetos, sin olvidar en ningún momento el respeto por el oficio, ya no de creador sino el del propio existir. 

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