La riqueza del turismo canario crece el 32% en el último decenio, pero el empleo en el sector solo mejora el 3%

Camarera en una terraza de un bar, en una imagen de archivo

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

A veces se sostiene que las estadísticas se las lleva el diablo, y es verdad, también en Canarias. Y mucho más así ocurre si es para mirarlas y a través de ellas hacer un análisis económico con marcado interés político. Está claro que el turismo en el archipiélago va viento en popa y a toda vela. Hasta aquí bien, o muy bien, dependiendo de quién realice la lectura. Pero no siempre basta con esa superficialidad, con la interpretación en una dirección determinada de las variables macroeconómicas, si se quiere hallar en ellas todo lo que esconden.

El turismo es el motor de la economía en Canarias y lo seguirá siendo en adelante. De esto no hay duda. Y este sector productivo, el que se agrupa dentro del concepto genérico turismo, generaba hace diez años, un decenio atrás (2008-2017), una riqueza de 11.820 millones de euros, medida en términos de producto interior bruto (PIB) y a precios corrientes.

Eso era lo que estaba en 2008, justo antes del estallido de la crisis económica mundial. Diez años después, en 2017, el mismo registro se ha hecho mayor y ya es de 15.573 millones, tras crecer y crecer la aportación absoluta y relativa del turismo a la economía canaria (PIB regional) desde 2010 en adelante.

Por lo tanto, la riqueza absoluta aportada por el turismo isleño en ese periodo ha aumentado nada más y nada menos que el 32%. Son registros que resultan del estudio Impactur específico para Canarias (realizado por el lobby Exceltur) y del INE en su Contabilidad Regional de España.

Gran parte de la culpa de ese ascenso del 32% tiene que ver con la ininterrumpida escalada en la llegada de turismo extranjero a las islas y, como consecuencia de ello, de la continua mejora del gasto global realizado por los visitantes llegados de fuera del país.

En el año 2008, Canarias captó 9,36 millones de extranjeros, pero es que 10 años después, en 2017, cerró el ejercicio anual con 14,5, récord histórico en el archipiélago, tras batirse ejercicio tras ejercicio de 2010 en adelante. Esta evolución representa una mejora del 55% y una tendencia inimaginable si no fuera, entre otros factores, por la coyuntura negativa que han vivido otros destinos competidores, de manera especial los radicados en la cuenca del Mediterráneo.

Hasta aquí se observa que en el último decenio, 2008-2017, en Canarias, según las estadísticas macroeconómicas, todo va a las mil maravillas: el PIB turístico se eleva el 32%, los extranjeros llegan a mansalva, con el 55% más... Pero, llegado a este punto, toca preguntarse por el empleo: ¿qué ha pasado con la creación neta de puestos de trabajo? La evolución de esta variable, y ya se adelanta, nada se parece a lo ocurrido con las anteriores, que cierto que son muy diferentes, pero también es verdad que el abismo resulta escandaloso y lo que se refleja no es para celebrarlo con lluvia pirotécnica.

En la misma etapa de análisis, el empleo que aporta el bloque económico dependiente del turismo (puestos directos e indirectos y de asalariados y autónomos) también ha crecido, en efecto, pero solo el 3,2%, o sea, que de 2008 a 2017, con el gran motor de la economía de las islas generando el 32% más de recursos económicos en diez años, únicamente se ha mejorado la contratación laboral en poco más de 10.000 personas. Estas son las cifras, los datos que la elaboración en cocina a veces esconde o evita enseñar, quizá para no estropear el discurso político, el encargo.

¿Qué hubo de la tan ansiada diversificación económica?

Sin duda, esta es la otra desgracia que le ha tocado vivir a las islas, pese a tratarse de una tarea que el partido en el Gobierno de Canarias (ahora solo Coalición Canarias pero siempre liderado por este partido) siempre ha estado empeñado en combatir, para, en la medida de lo posible, aminorar la extrema dependencia de la economía regional de las decisiones que se toman fuera sobre la llegada de nacionales y extranjeros a las islas. Si no hay visitantes, no hay turismo. Así de sencilla es la fórmula de este negocio.

La realidad es que eso no se ha conseguido, y además el suspenso es de traca. Esto se dibuja así se mire por donde se mire: a través del INE, las estadísticas oficiales, o en los análisis de Exceltur.

Si se tira de las variables de Exceltur en su trabajo Impactur para Canarias de 2017, el último presentado (este mismo año), se tiene un paisaje desolador desde el punto de vista de la tan ansiada diversificación: el PIB turístico ha pasado de acaparar el 24,6% de la economía regional en 2010 a hacerlo en el 35,2% en 2017. La dependencia es mucho más acusada, con 10,6 puntos de alza.

En cambio, si se recurre a los registros de Contabilidad Regional de España 2010-2017, estos elaborados y publicados por el INE, se aprecia lo siguiente, que viene a ser algo parecido a lo de Impactur: 13,6 puntos más respecto al registro base 100 de 2010 para el sector señalado y el 32% del PIB regional en 2017, según la primera estimación hecha por el INE a precios de mercado. O sea, que de diversificación económica nada de nada: se agudiza la dependencia del turismo en las islas. O sea, todos los huevos en el mismo cesto.

Para afianzar esa afirmación, conviene hacer alusión a lo que ha ocurrido con los otros sectores productivos en los que, en teoría, se debe apoyar la diversificación económica en las islas: el sector primario tiene el 1,2% del PIB regional, y se ha mantenido en ese valor relativo en los tres últimos años; la industria ya cae al 6,9%, aunque no pierde respecto a 2016.

Solo crece, de los más relevantes, la construcción, que alcanza el 4,9% del PIB regional, tras mejorar su aportación a la riqueza de las islas en el 6% de 2016 a 2017. Sigue muy lejos de los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria, por ejemplo 2007 e incluso 2008.

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