Personas 'sin techo' malviven a las afueras del aeropuerto Tenerife Sur

Exteriores del aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía.

Antonio Vacas

Santa Cruz de Tenerife —

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Son alrededor de diez personas y se encuentran desasistidas y sin hogar sobreviviendo a duras penas en los alrededores del aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía, instalaciones que hasta hace pocos días les hacían de refugio. Con las medidas de confinamiento domiciliario y las restricciones en el tráfico aéreo como consecuencia del coronavirus, estas personas sin techo han sido desalojadas del recinto aeroportuario, sin que hasta el momento ninguna administración o entidad social les haya brindado ayuda, tal y como lamentan los afectados.

Juan Miguel Pérez Delgado, tinerfeño de 43 años en situación de precariedad desde hace unos ocho meses actúa como portavoz del colectivo, se queja de que “nos tratan como apestados” y reclama ayuda por parte de alguna institución. Asegura que ni la Cruz Roja ni el Ayuntamiento de Granadilla les han prestado atención. “A veces la Cruz Roja ha pasado por aquí y miran para otro lado cuando les pedimos algo de comer”, insiste Pérez, al tiempo que acusa de dejadez a la Corporación local: “una trabajadora social en San Isidro me dijo que teníamos que llenar unos papeles para ver qué se podía hacer, pero de ninguna manera han querido acercarse para resolver de verdad nuestro problema”.

Insiste Juan Miguel Pérez en que él es un privilegiado, “porque tengo capacidad de moverme y hay taxistas de una parada cercana y en una gasolinera que me permiten en ocasiones utilizar el servicio y asearme”. Diferente es, afirma, la “penosa realidad” de algunos de los miembros del grupo, la mayoría de avanzada edad y muchos de ellos con necesidades médicas. “Sin recursos económicos, con úlceras en las piernas en algunos casos, cómo pretenden que nos desplacemos hasta el Ayuntamiento para llenar papeles”, se pregunta.

El colectivo está compuesto por varios ciudadanos tinerfeños y otros de diferentes nacionalidad -alemanes, italianos, ingleses y un húngaro-, sin recursos económicos, otros con algún trastorno mental “y todos con muchas posibilidades de sufrir un contagio” con el COVID-19, subraya Pérez.

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