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Bermúdez, un alcalde antisistema

Ramón Afonso

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Quién nos lo iba a decir, el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, se ha revelado como un montaraz antisistema. Eso sí, sin rastas, que son aliños de perroflautas. Más bien aseadito y perfumado, como esos candidatos que pasaron el casting de Ciudadanos, repeinado y de sonrisa fácil, aunque un tanto inquietante.

Ya se sabía que Coalición Canaria era y es un ecosistema perfecto para la supervivencia de especies endémicas muy adaptadas a las romerías, los bailes de magos, los carnavales, el chanchulleo y el mercadeo político. En su ADN, además de esos altos valores étnicos y morales, tiene incrustados como lapas unos genes que impiden la degradación entrópica de la corrupción, a pesar de los denodados intentos de esos “repensadores” del partido (CC) empeñados en hacernos creer en tal posibilidad. Quieras o no, los más de treinta años tejiendo y destejiendo las redes del poder, para favorecer los negocios de amigos y patrocinadores, crean un hábito, una rutina difícilmente extirpable de su forma de proceder. Una cosa lleva a la otra y así nos encontramos a CC liderando el ranking de alcaldes imputados (ahora se dice investigados) por casos de corrupción en Tenerife. Con el 54 % de los mismos ha logrado superar brillantemente al PP de la Gürtel, la Púnica, Bárcenas o -a escala local- el caso “bragas”, de Cristina Tavío.

Además de una multitud de grandes depredadores de lo público, en ese caldo primigenio han surgido personajes peculiares, aunque no excepcionales, pues el modus operandi, el móvil y la víctima (las clases populares y trabajadoras) los delata, los acerca y los define. Algunos sí que han alcanzado un cierto grado de notoriedad, aunque bien es cierto que más por la naturaleza cantinflesca de sus hazañas que por otra cosa, como un presidente del Gobierno de Canarias pescado infraganti cuando intentaba enchufar a una sobrina como policía local, o como su sucesor, que fue desimputado al haberse eliminado del sumario unas escuchas de la policía judicial por un supuesto “olvido” del juez instructor. Hubo incluso otro presidente casi vitalicio, pero este del Cabildo de Tenerife, que reclamó una pensión de jubilación estando todavía en activo. Raro ¿no? Y encima a los dos años de su retiro se reengancha para presidir la Autoridad Portuaria, aunque ahora ya no vive de su pensión sino de los 80.000€ que acompañan al cargo. Nada raro, ¿verdad? O cómo el alcalde “okupa” de Arona, que aprovechó su estancia en al Ayuntamiento para crear un tinglado de cobro de comisiones que daría envidia al mismísimo Julián Muñoz.

Pero es nuestro José Manuel Bermúdez quien ha dado un paso al frente como activista antidesahucios. No es que haya eliminado los “lanzamientos” sin alternativa habitacional en Santa Cruz; todo lo contrario, éstos siguen al buen ritmo que marcan los bancos. Por lo que lucha el intendente de Valleseco con todas sus fuerzas es por impedir el desahucio de la corrupción, esa lacra que ha asolado la vida política, social y económica de la ciudad y que se pasea desnuda y descarnada por las estancias del Ayuntamiento. Mira que ha tenido oportunidades de desvincularse del pasado corrupto que le han dejado como herencia los compañeros de partido que le precedieron al frente de la corporación. Algunos se lo han puesto a huevo: la gente de la Plataforma contra el PGO, las compañeras y compañeros de la PAH o quienes luchan contra la privatización y los desmanes de Emmasa… Pero no ha querido o no ha podido soltar ese lastre.

Todo lo contrario, señor alcalde, su manifiesto y temerario posicionamiento en contra de la sentencia que ordena el derribo del mamotreto nos demuestra que sus pertinaces dilaciones y desaires, no sólo a la Ley sino a la Justicia misma, no son más que la continuación de la corrupción por otros medios. Aún más, se ha dedicado a sabotearla sin escatimar esfuerzos y dinero público para ello; pero esa estrategia llega a su fin, o eso esperamos después de conocer la última providencia del Juzgado Nº 5, fechada el pasado 10 de marzo, en que la jueza requiere al consistorio para cumplir la sentencia de una vez o, si usted sigue tan gallito como hasta ahora, “le comunique a este juzgado su decisión de no ejecutarla”. Sus temores de estar prevaricando se han hecho más reales que nunca, así que tenga cuidado. La vida es un esfuerzo digno de mejor causa.

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