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Blanco y en botella

Cristina Cifuentes, en la Asamblea de Madrid el 22 de marzo de 2018

Camy Domínguez

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¿Todavía habrá alguien que no esté pensando que lo del PP es un fraude político? Porque estos tienen toda la pinta de ser una supuesta asociación criminal para saquearnos por todas partes. Yo no diré que no haya entre esa gente alguien honrado a quien se le estará cayendo la cara a cachos con cada nuevo episodio, pero ¿puede alguien que no esté en el ajo de su militancia seguir votándoles para darles más cancha a sus tropelías?

En mi caso, afiliada y militante de un partido, en cuanto han salido casos de compañeros corruptos (porque en todos los partidos los hay, señora, desgraciadamente en el mío también), yo he sido la primera en abominar de esos que nos han dejado la cara colorada a los que trabajamos la calle diariamente durante muchos años, dejando infinidad de cosas por el camino, privándonos de atender a nuestros hijos para hacer política, para conseguir que la gente confíe en nuestro partido y nos dé su voto, para que alguien alegremente venga a lucrarse a costa de nuestro trabajo, a reírse de nosotros, a dejarnos en vergüenza frente a la sociedad.

Todo esto viene a tensas del nuevo y vergonzoso episodio protagonizado por el PP, que no era poco con todos los casos de corrupción que ya conocemos, que hacen sumar como mil los imputados e investigados a lo largo y ancho de este país. Ya no era suficiente robar dinero, ahora roban títulos e ilusiones.

A mí me costó unos diez años hacer mi doctorado. Bien es verdad que podía haberlo hecho en menos tiempo, como así me decía mi directora de tesis, pero eso estaba bien para casos de gente cuya dedicación a la labor investigadora fuera exclusiva. En mi caso, en esos diez años compaginé el tiempo con otros estudios, con trabajos para poder mantener mi hogar, con mi matrimonio y el nacimiento y cuidado de mi hija, con la construcción de mi casa. Y una vez finalizado, y con mi sobresaliente cum laude bajo el brazo, ya entré a dedicarme a la política y, pasados los ocho años, coincidiendo con mi divorcio, me fui a engrosar la lista del paro, porque hasta mi trabajo habitual lo había perdido durante ese periodo.

Ahora esta señoritinga, la tal Cifuentes, se cree que un título universitario se lo regalan por su cara sonriente, solo para darse el postín de engordar su currículo, que habrá que ver cuántas falsificaciones contiene, claro, porque cualquiera se fía. Me pregunto yo qué cara de tontos se les habrá quedado a los compañeros que tuvieron que chuparse el ochenta por ciento de horas presenciales para tener aprobado un máster como ese y a lo mejor con una nota inferior a la de ella.

Si hubiera sido yo, presento una queja, porque ese trato de favor, ¿a santo de qué? ¿a cambio de qué? Con las ganas de hacer preciosos másteres en otras universidades que tengo yo y no los he cursado por estar aquí al pie de mi cañón y ser estos presenciales. Me da una rabia que a esta le den el título por la jodida cara sonriente. Yo quisiera ver esas normas en las que dice que tú puedes pactar un acuerdo con los profesores para no ir a clase cuando la exigencia es de un ochenta por ciento de clases presenciales.

¿Y que esta no sabe dónde tiene el TFM? ¡Venga ya! Pues simplemente porque no lo tiene. Tengo yo en mi biblioteca más de nueve mil libros, muchísimos archivos conteniendo apuntes y papeles de todo tipo y sin embargo sé exactamente, no solo dónde tengo mi tesis original, sino donde está cada una de las copias en edición CD y en papel y hasta dónde está la tesina e incluso el más austero trabajito de clase que hice durante los cursos de doctorado. ¿Cómo no va ella a tener un trabajo tan importante por duplicado? ¿Será que no le costó nada? Al menos que nos diga el título, que seguramente está en internet, como lo está mi tesis, al menos una referencia a él… Pero no, el mutismo al respecto es absoluto. Me tiene en ascuas porque puede que su TFM verse sobre la filología y yo aquí sin leerme los últimos descubrimientos. ¡No puede ser!

Menos mal que se le está descubriendo el pastelito y el rector de la URJC ya ha evidenciado la patraña que esta nos quería colar. Menos mal que el PSOE está dispuesto a presentarle la moción de censura que todos esperamos. ¿Qué menos? Lo que no sé es qué tanto duda el señor Aguado (ya su apellido indica falta de consistencia, o mejor “de contundencia”). Y total, para tenernos entretenidos un rato hablando de esta cínica, porque aquí la justicia, que seguro ellos mismos ponen a dedo, no le va a hacer ni cosquillas. Y todo por la titulitis que se ha fomentado en este país donde nadie duda de nada y, como siempre hemos sido un país de hijos de algo y apariencias, aquí todos queremos parecer gente rica y estudiada aunque con los bolsillos vacíos y un interrogante por cerebro.

Pero ya lo decía mi padre, Cristinita, “el que piensa que otro es bobo es más bobo”.

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