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Cambio de modelo

José Miguel González Hernández

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Uno de los temas concurrentes en la historia económica de nuestra región ha sido el debate continuado sobre la necesidad o no de la diversificación económica. Incluso llegó a una altura en la que se planteó la necesidad de un proceso creciente de industrialización mecánica tangible como alternativa a la importación. No obstante, la escasa dimensión de la demanda y la propia estructura geográfica de nuestra economía ofrecieron soluciones rentables de mayor modestia. Por otro lado, la economía de servicios, en la que la gestión y el conocimiento tiene otros condicionamientos, sí que se ha configurado como sector de futuro no solo aquí, sino en las economías desarrolladas.

Por ello, la diversificación no siempre será la principal solución porque debe ampliarse a si es intra o intersectorial. No obstante, se plantean sesudos debates sobre si es mejor acometer el futuro con varias cestas, aunque se tengan pocos huevos. Demasiada grandilocuencia para tan poco resultado. Lo cierto, o al menos lo más probable, es que hay que dotarse de instrumentos y estrategias dignas de la adaptación y, si para ello hay que especializarse, pues habrá que especializarse.

Por eso, hay que eliminar, como si de un vocablo satánico se tratara, el tan manido y malintencionado concepto del monocultivo, el cual en la actualidad no existe como tal. Lo realmente inteligente y vertebrador es la generación de actividad, no sustitutoria sino complementaria, la que haga una estructura económica más potente y, si es en torno a pocos sectores, será porque los condicionamientos de rentabilidad económica y social se imponen. No obstante, la historia no es un lastre, sino un aprendizaje, como para que no se pueda cambiar en el caso de que las condiciones muten, porque, por fortuna, el futuro está aún por escribir y, probablemente, nos dediquemos a asuntos de los que no tenemos constancia alguna que vayan a existir.

Para ello hay que sobrevolar las barreras físicas y, en este sentido, la estrategia integral de actuación debe traducirse en el desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la innovación que haga un uso más eficaz de los recursos y con un alto nivel de empleo que redunde en la cohesión económica, social y territorial. No obstante, vistos los resultados, sabiendo que existe un serio empeño por alcanzar tal objetivo, podemos comprobar cómo la velocidad a la que se ejecutan los procedimientos no alcanza la rapidez que la sociedad exige.

La actitud más coherente, por tanto, es la de integrar de forma constructiva todas las posturas e ideologías con la finalidad de hacerlas partícipes no solo en la descripción de los problemas, sino en la corresponsabilidad de la resolución de estos. Dentro de las lógicas posiciones encontradas con las que comenzaría el proceso de debate interno, lo común y necesario acaba por imponerse. Es decir, el tiempo de estudio y reflexión que le dedicaríamos es el que permite generar una estrategia cerrada, siempre mejorable pero nunca inconclusa.

No obstante, hay que esperar de forma ansiosa las tan demandadas y prometidas aportaciones que pudieran enriquecer los procedimientos con el objeto de unificar esfuerzos, voluntades y objetivos, porque, por ahora, hay mucho discurso pero poca realidad. El resto, lo seguiremos trabajando.

*Economista

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