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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Efecto Cifuentes

Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, del PP

Camy Domínguez

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¡Qué bonito! ¿Qué te parece, Cifuentitas, la que has formado por tu capricho de aferrarte a tu máster corrupto? Y que no, y que no, y que no dimite la señora. Pues si tú no dimites -que es lo que tenías que haber hecho desde el minuto cero y hubieras salido airosa tan dignamente-, ya te dimitirán otros, hija, porque ¿qué más se puede hacer con un cadáver político aparte de enterrarlo para que no huela? Aunque seguramente ya le estarán confeccionando en alguna parte una apestosa puerta giratoria, que en este partido saben mucho de eso (más que en muchos otros, claro que sí, doñita, en el mío también, que en todas partes las hay).

Nada más empezar a investigar el máster corrupto de doña Cifuentes, empezaron a caer cabezas: la del director del máster, la de la funcionaria que amañó actas, dimitió la subdirectora cuya firma aparece falsificada... Luego empezaron a borrarse másteres de la web del Gobierno madrileño y seguramente de otras administraciones, gobernadas o no por el PP, no sea que los vayan a acusar de mentirosos y corruptos (como decía mi amigo Orlando, “¿qué es una raya pa' un tigre?”). Después han comenzado a salir poco a poco noticias de muchos que nos han mentido inflando con licenciaturas, másteres y doctorados sus currículos, y ante cuya eminencia nos habíamos quitado el sombrero y plegado en reverencia. Total, ¡menuda vendida de humo!

Luego han dimitido otros sintiéndose responsables del engaño en que han incurrido por alardear de un título falso, llámese por ejemplo el secretario de Podemos y diputado de En Marea.

Ahora, los propios compañeros de Cristina Cifuentes, como Hernando y Catalá, dudan mucho del máster de ella y presumen del propio, o sea, que a la cuneta que la han mandado, y la propia universidad, caída en picado en el desprestigio, se plantea si retirarle el título, si cortar por lo sano y cerrar el chiringuito o qué otra opción les queda. Por supuesto que no cuenten con que una hija mía estudie ahí y sí que deben contar, seguramente, con el “abstenerse titulados en la URJC” en cualquier oposición a partir de ahora. Hasta Nicolás Maduro dice que no se mete en el caso Cifuentes, como si hablar con esa ironía no fuese suficiente para detectar la burla en sus palabras. ¡Qué vergüenza! Se ríen de nosotros ahí afuera y esta mujer empeñada en tomarnos por tontos. ¿Qué necesidad?

Pues sí. Un reguero de víctimas que se está cobrando este caso y que está siendo punto de inflexión en la presentación del currículum. Estamos asistiendo a lo que será un antes y un después en la selección de personas aptas o no para ocupar puestos.

Y como dije antes, en todas partes los hay, esos soñadores que presumen de título. Yo también los he tenido en mi entorno, porque una conoce gente cercana y sabe lo que ha hecho y lo que no, lo que ha estudiado y lo que no, porque en los pueblos pequeños, en fin, nos conocemos todos.

Luego de pronto se presentan y son elegidos en las urnas como cargos públicos y no se conforman con ser gente humilde y asumen que no tienen estudios de envergadura, no, señor, sino que de pronto se endosan una carrera que no saben ni dónde la imparten y unos títulos fantasma de los que no tienen ni una etiqueta de anís El Mono que mostrar, como decía Chiquito en paz descanse.

Yo quisiera que salieran a la palestra, acompañados de sus respectivos papeles, todos esos mentirosillos de mi entorno, que en otros tiempos fueron mis contrincantes políticos, y que han dicho ser licenciados, ingenieros y doctores, porque, mientras unos, para solicitar un puesto de trabajo de limpiadora, hemos tenido que esconder nuestros títulos auténticos, ganados con esfuerzo y brillantez, o que, para presentarnos a una oposición de auxiliar, enseñamos nuestro graduado escolar, teniendo doctorado incluso, otros, sin más ni más, se crean un título por ciencia infusa y, como nadie te lo pide ni comprueba nada, ellos dicen misa hasta en Roma si hace falta.

Hasta mis alumnos, muy idealistas ellos, se van a ver afectados por el efecto Cifuentes. Por eso ya yo les estaba dando la charla esta mañana, que a partir de ahora se les ha acabado el chollo. El mérito, por más que venimos desacostumbrados a currarnos las notas, va a haber que demostrarlo con papeles y solo aquel que esté avalado por unos auténticos papeles será digno de confianza. Todos los canchanchanes y vividores que van a medrar al sistema mejor será que se queden en su casa. Con mi insistencia en que aprovechen el tiempo, coincidiendo con el tratamiento del carpe díem en mis clases de Literatura, me estoy volviendo algo monotemática, lo sé, pero ojalá pueda conservar la vista unos años más para comprobar que tengo razón.

Y ya ven. Al final no había tanta gente tan inteligente como nos parecía. La prueba de ello es la propia Cifuentes, que sigue aferrada a que tiene un máster. ¡Pobrecita!

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