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Horas de vuelo

José Miguel González Hernández

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Decía mi padre que, para conseguir un empleo, hacían falta dos cosas principalmente: un título académico y otro de mecanografía. En los años ochenta era la visión más lógica. De hecho, normalmente el día que empezabas a trabajar ya te compraban el reloj que ibas a recibir el día de tu jubilación. De hecho, siempre se ha defendido que la formación y la experiencia profesional son de los aspectos que mayor valoración contienen a la hora de alcanzar un empleo, ya sea por cuenta propia o por cuenta ajena. No obstante, son condición necesaria, pero no siempre suficiente para que se puedan alcanzar todos los deseos laborales que se plantean. En este sentido, es cierto que la formación no genera empleo, pero te ayuda a posicionarte en aquellos planos de resolución de conflictos a una altura diferente. De hecho, la formación compleja resuelve problemas complejos, o lo que es lo mismo, no me atrevería a ponerme en las manos de cualquier persona si tuviera que necesitar una operación a corazón abierto.

Mi padre no estaba equivocado. La suficiencia curricular a la hora de acceder a los mercados de trabajo se comportaba como cierta garantía. Incluso, estadísticamente, se corrobora, dado que aquellas personas que poseen una titulación de rango superior soportan una menor tasa de paro. Sí, sí… ya sé lo que piensan: que no trabajan para lo que realmente se formaron, apareciendo la sombra del subempleo. Y, en los primeros estadios, estarían en lo cierto, pero en el caso de poder acceder, bien a la promoción en los mercados internos de trabajo en aquellas empresas o unidades de negocio de cierto tamaño, o bien a nuevas oportunidades que pudieran aparecer, el salto es más posible con cierta seguridad en el éxito.

Pero la formación orientada no lo es todo, porque no solo hay que tener conocimiento sobre las cosas, sino saber cómo adaptarlo en cada uno de los momentos en que se demanda. Incluso sabiendo incorporarle cierta transversalidad dándole dotes de interpretación. Para poder llevar a cabo tales maniobras, no estaría mal dotarse de ciertas cualidades y competencias incluso aunque parezca que son innatas a las personas y no parecieran ser susceptibles de aprendizaje. Una de ellas es la inteligencia emocional a través de la gestión, el entendimiento, la selección y el trabajo de dichas emociones, tanto las propias como las ajenas. A través de ella enfocamos la motivación, la empatía y la propia capacidad de liderazgo.

¿Con qué objetivos? Con el objetivo de la ambición, con el del compromiso e implicación, con la propia actitud (con c), con la capacidad de adaptación o con la proactividad más allá de la mera reactividad, entre otras consideraciones. ¿Por qué? porque no sólo se trata de saber expresar claramente las ideas, sino también saber escuchar y tener presente lo que se piensa por parte del entorno que forma parte del grupo que se representa. En definitiva, hay que tener la habilidad de conducir el destino utilizando la información para conseguir el objetivo propuesto. Porque por mucho que pienses que vales, debes demostrar esa capacidad de influencia que siempre has pensado que tienes, no siendo suficientes las meras horas de vuelo. Estar ahí para aprovechar las oportunidades es un paso, pero si no sabes cuándo hacerlo, es como si no existieras.

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